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Después de un viaje lleno de aventuras, malentendidos y emociones al límite, Alessia, Alana, Ricardo y Agustín finalmente lograron divisar las calles iluminadas de Mónaco

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Después de un viaje lleno de aventuras, malentendidos y emociones al límite, Alessia, Alana, Ricardo y Agustín finalmente lograron divisar las calles iluminadas de Mónaco. El cansancio en sus cuerpos era palpable, pero la emoción por haber llegado a su destino superaba cualquier incomodidad. Las luces del puerto y los lujosos yates anclados brillaban bajo la luna, creando un ambiente que casi parecía irreal.

—¡Finalmente, Mónaco! —exclamó Alessia con entusiasmo, mientras el coche se deslizaba por la serpenteante carretera que los llevaba hacia el corazón de la ciudad.

—Lo único que queda es encontrar nuestro apartamento y empezar a disfrutar de la vida lujosa por unos días —añadió Alana con una sonrisa, mientras estiraba sus piernas adoloridas por las largas horas de viaje.

Con Agustín a cargo del GPS, comenzaron la búsqueda de su alojamiento. El GPS hablaba de manera mecánica, dando instrucciones que en teoría eran claras, pero las calles estrechas de Mónaco y la falta de señal en algunos tramos complicaban la situación. A medida que se adentraban en el laberinto de calles adoquinadas, se hizo evidente que no sería tan fácil como habían pensado. Los callejones se volvían más angostos y confusos a cada giro.

—Creo que estamos perdidos... otra vez —murmuró Agustín, mirando con preocupación el mapa en su teléfono, el cual daba vueltas y vueltas sin mostrar una ruta clara.

—¿Otra vez? ¡No puede ser! —Ricardo soltó una risa nerviosa mientras tomaba otro giro equivocado.

De repente, tras doblar una esquina particularmente estrecha, se encontraron de frente con algo que ninguno de ellos esperaba. Un destello de luces, cámaras, y un bullicio de gente elegantemente vestida llenaba la pequeña calle por la que habían entrado. Parecía una escena sacada de una película.

—¿Qué es esto? —preguntó Alana, frunciendo el ceño mientras observaba la inusual aglomeración de personas y vehículos de lujo—. Esto no puede ser nuestro apartamento, ¿verdad?

—No, definitivamente esto no es nuestro apartamento —respondió Alessia, con los ojos bien abiertos.

Frente a ellos se desplegaba una alfombra roja, adornada con luces brillantes y una multitud de fotógrafos y reporteros. Celebridades de todo tipo bajaban de limusinas y caminaban con porte hacia lo que parecía ser una gala de altísimo nivel.

—Chicos… creo que estamos en un evento de famosos —susurró Agustín, perplejo.

Antes de que pudieran retroceder, ya estaban atrapados en el flujo de tráfico que los empujaba hacia la entrada del evento. Paparazzis comenzaban a girarse hacia ellos, como si esperaran que alguna otra estrella del cine o la moda emergiera del vehículo. Ricardo, paralizado por el pánico, no tuvo más opción que seguir avanzando.

—¡No podemos estar aquí! ¡Nos van a descubrir! —exclamó Alessia con desesperación, notando cómo los flashes de las cámaras comenzaban a enfocarse en ellos.

24/7 ▬▬ Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora