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Era hora de ir a Mónaco, Alessia, Alana, Ricardo, y Agustín decidieron que la mejor manera de llegar a Mónaco sería alquilar un coche

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Era hora de ir a Mónaco, Alessia, Alana, Ricardo, y Agustín decidieron que la mejor manera de llegar a Mónaco sería alquilar un coche. La idea de recorrer las pintorescas carreteras francesas les resultaba emocionante, pero el entusiasmo se desinfló rápidamente cuando se dieron cuenta de que ninguno de ellos tenía experiencia en manejar por Europa.

-¿Quién va a conducir? -preguntó Alana, mirando a sus amigos con una mezcla de esperanza y preocupación.

Ricardo, siempre el optimista, levantó la mano sin pensarlo dos veces.

-Yo lo haré, ¿qué tan difícil puede ser? Conducir es conducir, ¿no?

Alessia, sin embargo, lo miró con escepticismo.

-Ricardo, la última vez que manejaste, ¿no chocaste contra un contenedor de basura en la esquina de tu casa?

-¡Eso fue una vez! Y además, era de noche -se defendió Ricardo, aunque sin mucha convicción.

Agustín, que nunca había manejado fuera de su ciudad, intervino con una sonrisa nerviosa.

-Bueno, si Ricardo no se siente seguro, yo podría intentarlo. Solo he manejado un par de veces, pero... ¿qué tan diferente puede ser, verdad?

Alana, viendo que el debate no iba a ninguna parte, sugirió que quizás lo mejor sería que Alessia condujera, ya que ella al menos había tomado algunas clases de manejo recientemente. Pero Alessia rápidamente rechazó la idea, alegando que "prefería no poner en riesgo la vida de sus amigos".

Finalmente, tras una votación rápida y algo forzada, decidieron que Ricardo tomaría el volante. Después de todo, él parecía el más entusiasta, aunque su experiencia dejara algo que desear.

El viaje hacia Mónaco prometía ser toda una aventura desde el principio. Tras el accidentado debate sobre quién debía conducir, el grupo finalmente se embarcó en lo que sería una de las experiencias más memorables de su viaje por Europa. Con Ricardo al volante y el coche alquilado listo, salieron a las carreteras francesas con una mezcla de emoción y nerviosismo.

Desde el momento en que salieron del estacionamiento, quedó claro que no sería un trayecto tranquilo. Ricardo, todavía acostumbrándose al coche, luchaba por encontrar el equilibrio entre su entusiasmo y la realidad de conducir en otro país. El motor rugió con más fuerza de la necesaria cuando, al intentar salir del primer cruce, aceleró bruscamente, causando que todos en el coche se aferraran a sus asientos.

-¡Ricardo, por favor! -gritó Alessia desde el asiento del copiloto, con una mano en el tablero-. ¡Es un coche, no un kart!

-Lo sé, lo sé -respondió Ricardo, mientras trataba de controlar el volante-. Es solo cuestión de acostumbrarme.

El tráfico parisino quedó atrás a medida que se adentraban en las pintorescas carreteras que bordeaban la Riviera Francesa. Sin embargo, lo que inicialmente parecía una ruta tranquila y relajante se transformó rápidamente en una serie de eventos caóticos. Ricardo, emocionado por la idea de estar al volante en Europa, parecía olvidarse de que no estaba en un videojuego.

24/7 ▬▬ Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora