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Después de la exitosa "Operación Mónaco," Alessia y sus amigos estaban listos para su próxima misión: renovar sus visas para viajar al Principado

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Después de la exitosa "Operación Mónaco," Alessia y sus amigos estaban listos para su próxima misión: renovar sus visas para viajar al Principado. Con toda la emoción de haber conseguido el permiso de sus padres, ninguno había pensado en este pequeño detalle burocrático que, ahora, se había convertido en su peor pesadilla.

Era una mañana soleada cuando el grupo se reunió frente a la oficina de visas. Alessia llevaba una carpeta con todos los documentos que, según ella, eran esenciales: pasaportes, certificados de nacimiento, comprobantes de domicilio, hasta la carta de permiso de sus padres. "Más vale estar preparados," había dicho ella la noche anterior en el chat grupal. Ricardo sostenía un sobre lleno de fotos tamaño pasaporte, mientras que Alana y Agustín compartían un par de auriculares, esperando distraerse un poco durante lo que prometía ser una larga y tediosa espera.

-¿Listos para la batalla? -preguntó Alessia, intentando sonar optimista mientras miraba la fila que ya comenzaba a formarse afuera de la oficina.

-No sé si estamos listos para esto -respondió Agustín, mirando la fila con expresión de resignación-. Pero al menos traje snacks.

El grupo soltó una carcajada nerviosa, sabiendo que aquel proceso burocrático no sería ni rápido ni indoloro. Dentro de la oficina de visas, la primera parada fue la sección de fotos. Era un caos de personas estresadas, niños corriendo por todos lados, y oficinistas que parecían haber perdido la capacidad de sonreír hace años.

Ricardo fue el primero en sentarse frente a la cámara. Estaba decidido a verse bien, así que se acomodó el cabello, enderezó la postura, y sonrió... solo para que el fotógrafo le dijera que no podía sonreír.

-¡Pero mi mamá siempre dice que tengo una sonrisa encantadora! -protestó Ricardo, aunque al final obedeció, logrando una expresión que se parecía más a una foto de "se busca" que a una de visa.

Alana no tuvo mejor suerte. En el momento en que el fotógrafo estaba a punto de tomar la foto, una mosca decidió aterrizar en su nariz, provocando una serie de muecas que quedaron inmortalizadas en la imagen final.

-No puedo usar esto -dijo, horrorizada, al ver la foto-. Parezco una versión malvada de mí misma.

-A mí me gusta, tienes un aire a villana de película -bromeó Agustín, mientras Alana le lanzaba una mirada fulminante.

Agustín, por su parte, optó por la estrategia de "menos es más". Se mantuvo lo más neutral posible, sin hacer ningún gesto exagerado. Pero cuando recibió su foto, no pudo evitar notar que parecía estar a punto de quedarse dormido.

-Al menos parezco tranquilo -bromeó, aunque no estaba del todo seguro.

Alessia fue la última, y aunque intentó mantener la compostura, la tensión de todo el proceso hizo que su cara pareciera congelada en una mezcla extraña entre nervios y seriedad.

-Sí, definitivamente esto quedará para el recuerdo -dijo, mientras examinaba su foto y Agustín trataba de contener la risa.

Después de superar la etapa de las fotos, el grupo pasó a la temida parte de llenar los formularios. Alessia, siempre organizada, se sentó con determinación, segura de que todo iba a salir perfecto... hasta que se dio cuenta de que había rellenado el formulario equivocado.

-¿Por qué hay tantos formularios? -se quejó, mientras Ricardo intentaba consolarla.

-Relájate, siempre podemos pedir más... aunque tengamos que hacer fila otra vez -respondió Ricardo, sin poder evitar soltar una carcajada.

La fila para entregar los formularios era tan larga que parecía no tener fin. Mientras esperaban, conocieron a una serie de personajes que convirtieron la espera en una mezcla de comedia y desesperación. Estaba Doña Rosita, una señora mayor que había traído toda su colección de fotografías familiares, "por si acaso", y no paraba de mostrarle a todos fotos de sus nietos, con una insistencia agotadora. Ricardo, siempre educado, sonreía y asentía mientras la señora le relataba la vida de cada nieto, pero se le notaba en los ojos el deseo de escapar.

También estaba un hombre que llevaba horas peleando con el personal porque su foto había salido "demasiado seria," exigiendo una nueva toma que nunca fue concedida. Entre tanto, Agustín y Alana empezaron a apostar cuántas veces más gritaría el hombre antes de rendirse.

Finalmente, cuando por fin llegaron a la ventanilla, Alessia sintió que su corazón latía más rápido que nunca. Presentó todos los documentos y esperó con la respiración contenida mientras el funcionario revisaba todo con una lentitud desesperante. La fila seguía creciendo detrás de ellos, y el silencio del grupo era palpable.

-Todo parece en orden -dijo finalmente el funcionario, sin ningún entusiasmo, y selló el formulario.

El grupo soltó un suspiro de alivio colectivo. Habían sobrevivido a la batalla de la visa, y aunque habían perdido parte de su dignidad en el proceso, ya tenían todo en regla para el viaje.

-Pero antes de celebrar, necesito un café... y olvidar lo que acabo de vivir -añadió Ricardo, haciendo reír a los demás.

Al salir de la oficina, Alana levantó su pasaporte como si fuera un trofeo.

-¡A Mónaco, amigos! -gritó emocionada.

-Creo que deberíamos brindar por esto... pero de verdad, con algo más fuerte que jugo -dijo Agustín, mientras sacaba su paquete de snacks y lo repartía entre todos.

-¿Sabes? Podríamos organizar una cena de celebración. Nada demasiado grande, pero algo que marque el inicio de nuestra aventura -sugirió Alessia, todavía algo nerviosa pero aliviada.

-Me parece perfecto -contestó Ricardo-. Y antes de que me pregunten, sí, llevaré mis videojuegos para desestresarnos antes de partir.

Entre risas y anécdotas sobre el caótico día en la oficina de visas, el grupo se dirigió a una pequeña cafetería cercana para planear los últimos detalles de su viaje. Aunque ya tenían las visas en mano, sabían que todavía faltaba mucho por preparar. Habían conquistado un pequeño obstáculo, pero el camino hacia Mónaco aún les reservaba varias sorpresas.

-Lo que vivimos hoy fue solo un aperitivo -dijo Alessia, levantando su taza de café-. Prepárense, amigos, porque lo mejor está por venir.

Y con esa promesa en el aire, los cuatro amigos se embarcaban en una nueva etapa de su emocionante aventura, listos para enfrentar cualquier desafío que se les presentara, con o sin sonrisas en sus fotos de visa.

24/7 ▬▬ Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora