El avión aterrizó suavemente en el aeropuerto de Niza, y mientras las ruedas tocaban el suelo, un suspiro colectivo de alivio recorrió la cabina. Alessia y sus amigos estiraron sus cuerpos adormecidos por las horas de vuelo, cargados de maletas y emociones a flor de piel. El entusiasmo por descubrir Europa los empujaba a bajar lo más rápido posible del avión, pero el cansancio acumulado los frenaba.
—Al fin tocamos tierra firme, chicos —exclamó Agustín mientras trataba de desperezarse—. ¿Listos para la aventura?
—Si por “aventura” te refieres a encontrar un taxi, entonces sí, totalmente listos —respondió Alana, ajustándose la mochila al hombro y revisando que no olvidara nada.
El grupo avanzó por el aeropuerto con paso decidido, aunque algo torpe, buscando la salida. Alessia, siempre tan organizada, había insistido en que tomaran un taxi en lugar de confiar en los transportes públicos. Decía que sería más rápido, más cómodo y, además, quería practicar su “impecable francés” con el conductor.
—Relájense, chicos. Yo me encargo del francés, nos van a llevar al hotel en un abrir y cerrar de ojos —dijo Alessia con una sonrisa confiada, ajustándose las gafas de sol mientras salían al exterior y divisaban la fila de taxis.
—¿Estás segura de que te acuerdas de todo? —preguntó Ricardo, arqueando una ceja con escepticismo.
—¡Por supuesto! —respondió ella, sin mostrar una pizca de duda. Después de todo, había sacado sobresaliente en francés en la secundaria, ¿cómo podría olvidar algo tan básico?
Con esa confianza, Alessia se adelantó al grupo, acercándose al primer taxi disponible. El conductor, un hombre mayor con el cabello canoso y una expresión afable, los saludó con un gesto de cabeza. Alessia respiró hondo, lista para lucirse.
—Salut monsieur ! Bonne journée. Savez-vous où se trouve l'hôtel...? (¡Hola señor! Buen día. ¿Sabe dónde está el hotel...?) —empezó con entusiasmo, pero de repente, algo en su mente se desconectó. Buscó en vano el nombre del hotel que había memorizado, pero en lugar de eso, las palabras que salieron de su boca fueron—: Euh... à l'hôtel de... de... almejas. (Este... en el hotel de... almejas.)
Un silencio incómodo se apoderó del lugar mientras el taxista parpadeaba, confundido. Los amigos de Alessia, que habían estado observando la escena desde una distancia prudente, estallaron en carcajadas.
—¿Qué dijiste? —preguntó Alana entre risas—. ¡Acabas de pedirle que nos lleve a un restaurante de almejas!
Alessia, con las mejillas encendidas por la vergüenza, se quedó inmóvil. El taxista, claramente divertido, le sonrió con simpatía.
—Je comprends, mademoiselle. Vous voulez aller à l'hôtel, pas au restaurant, n'est-ce pas? (Lo entiendo, señorita. Quieres ir al hotel, no al restaurante, ¿verdad?) —dijo, tratando de contener su risa.
Avergonzada, Alessia asintió rápidamente, sintiendo que las miradas burlonas de sus amigos la atravesaban.
—Bueno, parece que el francés no es tan fácil como recordabas, ¿eh? —bromeó Agustín mientras le daba una palmadita en el hombro.
—Cállate —murmuró Alessia, aún sonrojada, mientras uno de sus amigos sacaba su teléfono para intentar resolver la situación con una app de traducción.
—No te preocupes, yo me encargo —dijo Ricardo, abriendo la aplicación con un par de toques en la pantalla.
Sin embargo, lo que parecía ser una solución rápida y eficaz pronto se convirtió en un desastre aún mayor. Ricardo dictó lo que debía ser una simple instrucción: "Llévanos al hotel lo antes posible", pero la aplicación lo interpretó como "Llévanos a la tienda de sombreros voladores".
El taxista los miró perplejo, mientras la confusión aumentaba y las risas de sus amigos se descontrolaban. Alessia, que ya no sabía si reír o llorar, intentó sin éxito contenerse.
—Esto no puede estar pasando —dijo entre dientes, apretando los puños.
El taxista comenzó a hacer preguntas, pero la app no lograba traducirlas con coherencia. A cada intento, la situación se volvía más absurda: “¿Quieren ir al puerto o a la tienda de escobas?” decía la aplicación, dejando al grupo completamente desorientado.
—Vamos a empeorar las cosas si seguimos con esto —dijo Alana, doblada de la risa, mientras trataba de secarse las lágrimas.
Finalmente, después de varios minutos de caos, Alessia decidió rendirse. Sacó la confirmación de la reserva del hotel en su teléfono y se la mostró directamente al taxista. Este, al ver la dirección, asintió comprensivo y guardó su risa para sí mismo.
—Merci, monsieur —dijo Alessia con un hilo de voz, intentando salvar lo poco que quedaba de su dignidad.
Ya en el taxi, el grupo se dejó caer en los asientos con una mezcla de alivio y agotamiento. El viaje hacia el hotel fue tranquilo, pero el ambiente en el vehículo estaba cargado de risas y comentarios burlones.
—Bueno, al menos ya tienes tu primera anécdota vergonzosa para contar en este viaje —dijo Agustín, dándole un codazo a Alessia.
—Sí, lo sé. Y eso que acabamos de llegar —respondió ella, esbozando una sonrisa.
—¿Almejas? En serio, Alessia. ¿Qué estabas pensando? —interrumpió Ricardo entre risas.
—No lo sé, ¡los nervios me traicionaron! —exclamó, cubriéndose el rostro con las manos.
—Tranquila, la próxima vez usamos inglés desde el principio —dijo Alana, dándole una mirada cómplice—. Aunque debo admitir que esta confusión ha sido lo más divertido en horas.
Cuando llegaron al hotel, el grupo bajó del taxi aún riendo, listos para enfrentar su próxima aventura en la Costa Azul. Habían comenzado su viaje con el pie izquierdo, pero eso solo hizo que el vínculo entre ellos se fortaleciera. Sabían que este sería solo el comienzo de muchas más situaciones inesperadas, y estaban emocionados por lo que les esperaba.
—Chicos, prometo que la próxima vez no mencionaré ni almejas ni sombreros voladores —dijo Alessia mientras cruzaban las puertas del hotel.
—Ya veremos... —murmuró Ricardo, guiñándole un ojo mientras entraban al elegante vestíbulo.
El viaje apenas empezaba, y Europa ya les había dado una bienvenida inolvidable.
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24/7 ▬▬ Charles Leclerc
ФанфикFelicidades eres una de los ganadores del pase VIP para la carrera de la formula 1 en Mónaco