Era la primera vez que Harry desayunaba solo. El silencio doloroso inundaba todo el castillo, resaltando la ausencia de conversación. Jugando distraídamente con su comida, escuchó los tacones de su madre acercándose, seguidos por los pasos firmes de un mayordomo que cargaba una maleta detrás de ella.
—Madre... —Intentó hablar Harry, pero su madre lo interrumpió bruscamente.
—Al parecer, el presunto asesino de tu abuelo ha escapado a Toulouse. El señor Leonel me acompañará —anunció Ana, tomando un vaso de agua con tranquilidad, como si estuviera informando algo cotidiano.
— ¿El asesino? Voy contigo —dijo Harry, levantándose de inmediato, con determinación.
—No, Harry. Te quedarás aquí. A partir de ahora no irás más a la escuela. Estarás en el castillo —respondió Ana con firmeza, sin darle opción a replicar.
— ¿Qué? ¿Por qué? ¡Si tú siempre estuviste de acuerdo en que fuera! —exclamó Harry, completamente confundido, la noticia lo había tomado por sorpresa.
—Solo lo permití porque tu abuelo me lo pidió. Ahora ya no tengo esa necesidad. Madame Silvia, volverá a ser tu tutora —dijo mientras se levantaba de la mesa—. Y tu abuela se quedará aquí para supervisar que no cometas ninguna tontería.
— ¿Te vas a dar la vuelta sin decir más? —la voz de Harry se quebraba de rabia contenida—. Lo sabía... cómo lo has estado haciendo estos últimos días. Desde que el abuelo murió, su muerte se ha vuelto la excusa perfecta para separarte de mí. ¡Y ahora ni siquiera me dejas acompañarte! Yo fui la última persona que lo vio, ¡TENGO DERECHO A IR!
Harry sentía que la sangre le hervía. Las emociones de los últimos días lo iban consumiendo poco a poco, y ese último estallido lo dejó sin aliento.
—No te atrevas a hablarme así, Harry Gastrell —respondió su madre, claramente molesta.
— ¿Adivina qué? —dijo Harry con una sonrisa amarga—. Te faltó mi segundo apellido. Vamos, dilo... te reto —sus ojos azules oscuros se clavaron en los ojos verdes de su madre, llenos de desafío.
Antes de que pudiera reaccionar, sintió un agudo dolor en la mejilla izquierda. Su madre le había dado una bofetada, rápida y contundente.
Al darse cuenta de lo que acababa de hacer, Ana se enderezó, consternada.
—No verás a Ihan más. Ese muchacho te trae malos ejemplos —dijo con dureza mientras comenzaba a subir las grandes escaleras del castillo—. Veremos si Caty logra enseñarte algo de disciplina...
En la cocina, todos habían escuchado los gritos llenos de furia de Harry. Al verlo pasar, vieron la marca roja en su cachete izquierdo, un claro testimonio de la reciente discusión
—Hijo... —Madame Silvia corrió hacia él, preocupada—. Te traeré hielo para esa herida.
—Olvídalo —respondió Harry, su voz llena de frustración. Estaba tan furioso que sentía que podía gritar, pero algo lo contenía. Las ganas de golpear algo se mezclaban con el deseo de llorar. El dolor no solo era físico—. Tráeme una hoja y tinta a mi habitación —ordenó, con una frialdad que no reconoció en sí mismo—. ¡YA! —gritó, sin poder controlar su ira.
Subió apresuradamente a su habitación. Al mirarse en el espejo, vio la mejilla enrojecida. Su piel blanca hacía que la marca roja resaltara de manera clara.
Unos golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos. Supuso que era su madre, tal vez viniendo a disculparse, pero para su sorpresa, entraron dos personas distintas.
—M-majestad... —dijo Madame Silvia nerviosa—. Le traigo la tinta y la hoja que me pidió, y también un trapo con hielo, por si desea usarlo en su herida —tras decir esto, se retiró rápidamente.
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LA CORONA DE LA LIBERTAD
AdventureEres un Gastrell... su pasado siempre correrá junto con el tuyo.