En el camino de regreso, Harry mantenía la mirada baja, evitando cualquier contacto visual que pudiera revelar su ojo morado y la herida en su labio. Notó que Sir. Steven, tenía un par de lentes oscuros en el portavasos del auto.
—Sir. Steven —preguntó Harry con voz tímida, mientras el hombre mayor levantaba ligeramente la cabeza en señal de que lo escuchaba—, ¿me prestarías sus lentes por favor?
Sir. Steven asintió sin decir nada. Harry se los puso rápidamente, aliviado al ver que los lentes cubrían perfectamente su ojo herido.
—Majestad, ¿qué le ha pasado en el labio? —preguntó Sir. Steven, observaba con preocupación a Harry a través del retrovisor.
—Oh, esto no es nada, ya sabe, un tic de nerviosismo —río Harry con nerviosismo, tratando de restarle importancia.
Al llegar a casa, Harry saludó a los empleados como de costumbre y trató de subir a su habitación, pero su madre lo interceptó.
—Hijo, espera, ¿a dónde vas con tanta prisa? —preguntó ella, cruzando los brazos con curiosidad.
—¿Y esos lentes? ¿De dónde los sacaste? —cuestionó Isabel, quien había entrado en la sala en ese momento.
—Oh, me los prestaron, hice amigos muy rápido —dijo Harry, tratando de escapar hacia las escaleras.
—Espera, ¿ni siquiera nos dirás cómo te fue? —insistió su madre.
Isabel, con su mirada penetrante, notó algo extraño en el rostro de su nieto.
—¿Qué te pasó en el labio? —preguntó, preocupada.
—Un tic de nervios, abuela, nada grave. Voy a darme un baño, estoy algo cansado, esto de socializar es muy difícil sin un libreto ya listo —respondió Harry, fingiendo estirarse para evitar más preguntas.
Subió rápidamente a su habitación, solo para encontrar a Madame Silvia esperándolo. Ella había servido a la familia Gastrell desde que Max, el abuelo de Harry, era un niño. Era como una segunda madre para Harry, quien nunca le llamaba "majestad" o "amo", ya que sabía que eso lo incomodaba. Madame Silvia le preparaba su comida favorita cuando estaba triste y fue su tutora durante los años en los que no asistió a la escuela.
—Mi niño, qué sorpresa. ¿Qué le pasó en el labio? —preguntó ella, preocupada.
Harry cerró la puerta con seguro y se quitó los lentes rápidamente.
—Nana, ayúdame. ¿Sabes cómo ocultarlo? —imploró, mostrando su ojo morado y su labio herido.
Madame Silvia soltó un pequeño grito de sorpresa.
—¿Quién te hizo esto?
—Eso no importa ahora. Por favor, sabes que mi madre se pondrá como loca si lo ve. Ayúdame —rogó Harry, juntando las manos en señal de súplica.
Madame Silvia asintió y salió de la habitación. Al regresar, traía una bolsa de maquillaje en una mano y un botiquín en la otra.
—Esto es maquillaje, querido. Trataré de ocultarlo un poco, pero primero sanaré tus heridas. Mientras lo hago, dime quién te hizo esto.
Mientras Madame Silvia limpiaba y curaba las heridas de Harry, él le contó lo sucedido en la academia. Cuando terminó, comenzó a maquillar cuidadosamente el ojo morado. Al mirarse en el espejo, Harry quedó sorprendido; no había rastro alguno de su herida.
—No cabe duda de que eres muy valiente, mi niño —dijo Madame Silvia con ternura, observándolo en el espejo.
—Oh, gracias, Nana, me salvaste —respondió Harry, abrazándola con gratitud.
ESTÁS LEYENDO
LA CORONA DE LA LIBERTAD
MaceraEres un Gastrell... su pasado siempre correrá junto con el tuyo.