Capítulo 9

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El viaje de Ao'nung fue más duro de lo que había anticipado. Los días transcurrían bajo el sol abrasador, mientras los océanos parecían interminables y crueles. Cada brazada que daba sobre su montura acuática lo llevaba más lejos de Neteyam y de la vida que habían comenzado a construir juntos. Pero cada vez que la fatiga amenazaba con detenerlo, el recuerdo de su familia lo impulsaba a seguir.

Por las noches, cuando el cielo se teñía de púrpura y las estrellas emergían sobre el mar, Ao'nung se quedaba en silencio, observando las constelaciones. El mismo cielo que Neteyam estaría mirando en casa. A veces, se sorprendía murmurando una oración a Eywa, pidiendo que protegiera a su pareja y al bebé que aún no había conocido.

El dolor de la distancia era constante, como una espina en su pecho. Sabía que la decisión de partir había sido difícil para ambos, pero también sabía que este viaje era su forma de asegurar un futuro mejor para su hijo. Aun así, la culpa lo atacaba en los momentos más vulnerables, cuando la soledad lo envolvía y no había más que el sonido del agua y su respiración pesada.

Una noche, mientras montaba guardia junto a los otros guerreros, un viejo amigo se le acercó. Era Ra'ney, un compañero de su clan que también había dejado a su familia para unirse a la expedición. Se sentó junto a Ao'nung, observando el horizonte, y tras un largo silencio, habló.

—No puedes dormir, ¿verdad?

Ao'nung sacudió la cabeza, sin apartar la vista del cielo.

—No. Pienso en Neteyam… en nuestro hijo. Me pregunto si estaré haciendo lo correcto al estar aquí.

Ra'ney asintió, comprendiendo el peso de esas palabras.

—Todos aquí tenemos algo que nos espera en casa, algo que hemos dejado atrás por un bien mayor. Pero eso no hace que sea más fácil.

Ao'nung suspiró, sintiendo el cansancio en cada parte de su cuerpo. Pero no era solo la fatiga física. Era la batalla interna, la lucha constante entre su deseo de estar con su familia y su deber hacia ellos.

—¿Y si no vuelvo a tiempo? —preguntó en voz baja, con la duda filtrándose en su tono—. ¿Y si me pierdo los momentos más importantes?

Ra'ney le dio una palmada en el hombro, con una sonrisa comprensiva.

—Lo que estás haciendo aquí también es por ellos. Estás asegurando un futuro en el que tu hijo pueda crecer sin las mismas preocupaciones que tenemos nosotros. Es un sacrificio, sí, pero uno necesario.

Las palabras de su amigo le dieron consuelo, aunque no disiparon completamente la tristeza. Ao'nung sabía que tenía razón, pero aún sentía la punzada en su pecho. Había noches en las que soñaba con el rostro de Neteyam, con sus ojos dorados que lo miraban con amor. Despertar y no verlo allí, a su lado, era un recordatorio constante de la distancia entre ellos.

Cada amanecer traía consigo nuevas dificultades. Los territorios que atravesaban eran salvajes, con depredadores peligrosos y tribus hostiles que no siempre recibían bien a los forasteros. Aun así, Ao'nung lideraba con valentía, usando todas las habilidades que había perfeccionado como guerrero del clan Metkayina. En esos momentos, se aferraba a la promesa que había hecho a Jake y a Neteyam: regresar sano y salvo.

Había algo que lo mantenía firme a pesar de los peligros. Era la imagen de Neteyam, con su creciente vientre, acariciando suavemente la vida que ambos habían creado. Ao'nung cerraba los ojos, imaginando cómo sería sostener a su bebé por primera vez, y esa visión lo mantenía en marcha.

Los días se convirtieron en semanas, y Ao'nung comenzó a sentir el agotamiento físico y emocional. El viaje era largo y las esperanzas a veces se volvían difusas. Pero cada vez que sentía que no podía continuar, pensaba en Neteyam, en su hijo, y en todo lo que estaba en juego.

En uno de esos días particularmente difíciles, cuando las fuerzas casi lo abandonaban, Ao'nung decidió apartarse del grupo durante unos momentos para estar solo. Se arrodilló en la arena, mirando el horizonte, y dejó que las lágrimas cayeran libremente, liberando todo el peso que había acumulado.

—Eywa, protégelos —susurró, su voz rota por la emoción—. Protégelos mientras yo no estoy, y dame la fuerza para volver a casa.

Se levantó con renovada determinación, sabiendo que no podía rendirse. La imagen de Neteyam y su bebé era lo único que necesitaba para seguir adelante.

Ao'nung estaba listo para enfrentarse a cualquier desafío que se interpusiera en su camino, porque sabía que cada paso que daba lo acercaba más a su hogar, a su familia, a su amor.

꒰꒰ ✧ ִ ۟   𝙉𝘨𝘶𝘸𝘦𝘺  ᨦ‌    ׅ ۟   ‹3 ׁ  - 𝘼𝙤𝙣𝙪𝙣𝙚𝙩𝙚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora