Capítulo 10

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Los días se sucedían con la rutina pesada del embarazo para Neteyam. A medida que el noveno mes avanzaba, los movimientos del bebé dentro de su vientre se hacían más pronunciados, recordándole cada día lo cerca que estaba del nacimiento. Sin embargo, cada pensamiento sobre el bebé también traía consigo una sombra: Ao'nung no estaba a su lado, y el silencio de su ausencia se volvía más insoportable con cada amanecer.

El día que Lo'ak apareció con la noticia de que Ao'nung había regresado, pero gravemente enfermo, Neteyam sintió que su mundo se desplomaba. No importaba lo avanzado que estaba en su embarazo, no importaba el dolor que sentía en su espalda o el peso abrumador en su vientre; solo podía pensar en Ao'nung.

Cuando llegó al lugar donde habían traído a su pareja, el aire alrededor de él pareció detenerse. Ao'nung yacía inmóvil en la camilla, su piel normalmente vibrante ahora pálida y sudorosa, con una fiebre que parecía consumirlo desde dentro. Neteyam sintió un vacío helado en el estómago mientras caminaba hacia él, cada paso un esfuerzo monumental.

Al llegar junto a Ao'nung, Neteyam se arrodilló con dificultad, ignorando las advertencias de Neytiri y los demás. Su vientre pesado le dificultaba moverse, pero no podía apartarse. Tomó la mano de Ao'nung, que estaba fría y apenas respondía al tacto.

—Ao'nung... —murmuró, su voz llena de miedo y desesperación.

El silencio que siguió a su llamado fue ensordecedor. Las manos de los curanderos del clan se movían con rapidez, aplicando ungüentos y preparando brebajes con hierbas que aliviarían la fiebre, pero Neteyam apenas los notaba. Todo su ser estaba concentrado en su compañero, que no mostraba signos de mejora.

La noche cayó, y Neteyam no se movió de su lado. Los minutos pasaban como horas, y las horas como días. Lo'ak, Jake y Neytiri intentaron persuadirlo para que descansara, pero Neteyam se negó. Su vientre le dolía por la tensión y el esfuerzo, pero el dolor físico no podía competir con el terror que sentía en su corazón.

**Días después**

Con el paso de los días, la fiebre de Ao'nung fluctuaba, y cada vez que parecía que mejoraba, una nueva ola lo debilitaba de nuevo. Neteyam apenas dormía, despertándose con cada gemido o movimiento de Ao'nung, temiendo que cada suspiro fuera el último.

Una noche, mientras acariciaba suavemente la mejilla de Ao'nung, su vientre comenzó a doler más de lo habitual. Neteyam sabía que su propio cuerpo estaba bajo un estrés tremendo, pero no podía dejar de lado a su compañero. Sin embargo, al sentir una fuerte patada del bebé, comenzó a llorar en silencio, sus lágrimas cayendo sobre la piel de Ao'nung.

—Ao'nung, no puedo hacerlo solo —susurró, su voz quebrada por el dolor y la angustia—. No puedo... te necesito aquí. Te necesitamos.

Por un momento, Neteyam sintió una leve presión en su mano. El corazón le dio un vuelco cuando Ao'nung abrió ligeramente los ojos, sus párpados pesados por la fiebre, pero aún así, un atisbo de conciencia brillaba en ellos.

—Neteyam... —murmuró Ao'nung, con la voz ronca y débil—. Lo siento...

Neteyam se inclinó más cerca, sus labios temblorosos mientras apretaba con más fuerza la mano de Ao'nung.

—Shh, no digas nada. Solo... solo quédate conmigo. No nos dejes —le rogó, su voz rota.

Ao'nung trató de sonreír, pero el esfuerzo lo dejó exhausto. Aun así, luchó por mantener los ojos abiertos.

—Estaré aquí... prometo... —dijo, antes de que la fatiga volviera a tomar el control y cerrara los ojos una vez más.

**La lenta recuperación**

Los días siguientes fueron de lenta mejoría. La fiebre comenzó a ceder, y aunque Ao'nung seguía débil, sus signos vitales se estabilizaron. Neteyam, aunque exhausto por su avanzado embarazo y la constante preocupación, encontró pequeños momentos de alivio al ver los progresos de su pareja.

Al cuarto día de su recuperación, Ao'nung finalmente pudo mantenerse consciente durante más tiempo. Neteyam, siempre a su lado, ayudaba en lo que podía, a pesar de sus propias limitaciones físicas. A veces, se sentaba a su lado, hablándole suavemente sobre los planes que habían hecho para su bebé, recordándole los nombres que habían discutido.

—Creo que Eywa nos va a sorprender... siento que es una niña —dijo Neteyam un día, mientras acariciaba su vientre redondeado.

Ao'nung, que todavía estaba demasiado débil para hablar mucho, sonrió débilmente.

—Sea quien sea... ya la amo... —respondió con dificultad.

Cada palabra que Ao'nung decía era un triunfo para Neteyam. Aunque la recuperación de su pareja sería lenta, cada pequeño gesto le daba fuerzas para seguir adelante. A veces, Ao'nung miraba el vientre de Neteyam, y con las pocas energías que tenía, extendía la mano para acariciarlo.

—¿Sientes eso? —preguntó Neteyam un día, guiando la mano de Ao'nung hacia donde su bebé se movía con energía.

Ao'nung asintió débilmente, con lágrimas de emoción en los ojos. Aunque había estado al borde de la muerte, ese momento le recordó por qué había luchado tanto. No solo por Neteyam, sino por la vida que estaba por venir.

**Un futuro lleno de esperanza**

Con el paso de las semanas, Ao'nung fue recuperando fuerzas poco a poco. Aunque todavía estaba débil, ya podía levantarse con ayuda, y a veces salían juntos a caminar por la orilla, Neteyam con el vientre prominente y Ao'nung apoyándose en él para mantenerse de pie.

Ambos sabían que habían pasado por una prueba difícil, pero también sabían que el amor que compartían era más fuerte que cualquier adversidad. Neteyam, aunque cansado, no podía evitar sonreír cada vez que veía a Ao'nung recuperándose, sabiendo que pronto serían una familia completa.

Ao'nung, por su parte, sentía que cada día que pasaba era un regalo. Su enfermedad lo había debilitado, pero también le había enseñado a valorar aún más los momentos que tenía con Neteyam y su futuro hijo.

Y así, con el horizonte lleno de esperanza, esperaban juntos el momento en que su bebé llegara al mundo, sabiendo que, sin importar lo que viniera, lo enfrentarían juntos.

꒰꒰ ✧ ִ ۟   𝙉𝘨𝘶𝘸𝘦𝘺  ᨦ‌    ׅ ۟   ‹3 ׁ  - 𝘼𝙤𝙣𝙪𝙣𝙚𝙩𝙚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora