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10/04/1976



Querido diario...

Ayer mi amiga me ofreció ir a nuestra primera fiesta. Siendo completamente honesta, la idea de salir y estar rodeada de muchísimas personas me resultó insoportable, pero acepté acompañarla  luego de demasiadas insistencias por su parte.

Al principio me aburrí como nunca, aunque un par de horas después, conocí al hermano de la chica que organizó la reunión. Al inicio pensé que solo sería un chico como cualquier otro, a pesar de ser un poco mayor  para encontrarse en un lugar repleto de adolescentes descerebrados.

Contrario a muchísimos jóvenes de mi edad y a la opinión de gran parte de adultos que me rodean, soy consciente de que apenas soy una chiquilla inexperta en cuanto a la vida y más que todo, a la comprensión de emociones; jamás he sentido eso que mis profesores llaman “el deseo de comerme el mundo" porque sé que apenas y podría conmigo misma sí pongo un pie lejos de casa. 

Con todo y esto, rara vez alguien mayor a mí le presta atención a mis ideas y pensamientos, argumentando que soy demasiado joven para opinar sobre todo, pero, a diferencia de la mayoría, este chico realmente me prestó atención y pudimos mantener una plática muy larga sobre distintos temas.

Me gustó su manera de tratarme, y según mi amiga, él dio claras señales de que yo  llamé su atención. 

Sé que esto solo es un pequeño capricho adolescente, y espero de todo corazón que se me pase rápido, porque me siento estúpida.













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