Tarde de compras

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La campanita de la puerta tintineó suavemente cuando entramos a la cafetería. Hacía mucho que no veía a mi tía. De hecho, casi no la recordaba. La última vez que nos encontramos fue hace años, cuando yo era mucho más pequeño. Estar aquí con ella era extraño, incómodo. No había sido mi decisión acompañarla; más bien, mis padres insistieron en que sería "bueno para mí volver a verla". Y aquí estoy, bebiendo café mientras trato de fingir que este reencuentro no me pone nervioso.

Tía:
Has crecido muy bien, Skell. Me imagino que sigues volando con esas alitas tuyas, ¿verdad?

Casi me atraganto con el café. La pregunta me transportó instantáneamente al día en que Ruby me vio volar desde aquel edificio, hace poco. La vergüenza volvió a recorrerme, haciendo que mis mejillas se tiñeran de un rojo que no pude disimular. Bajé la mirada, deseando que mi tía no notara mi incomodidad.

Skell:
L-lo retomé hace u-un tiempo...

Murmuré, sintiéndome expuesto.

Ella sonrió y siguió comiendo, afortunadamente sin profundizar en el tema. Llevaba puesta una bufanda morada, la misma que Riley nos había comprado el otro día en el muelle. Mirarla me hacía sentir algo cálido en el pecho; era un detalle familiar en este momento incómodo. Nunca he sido alguien que disfrute estar en lugares concurridos o salir con personas que no conozco bien. Con mis padres es distinto; son... bueno, mis padres. Pero con mi tía, es como estar con alguien apenas familiar, alguien a quien no le tengo la confianza suficiente como para dejar de sentirme extraño.

El día estaba algo nublado, con una calma en el aire que me tranquilizaba. Este clima siempre ha sido mi favorito, gris y sereno, como una especie de escudo contra las cosas ruidosas del mundo. Sin embargo, lo único que realmente quería en este momento era volver a casa y perderme en mi propia compañía.

De pronto, sentí una vibración en mi bolsillo. Era mi teléfono: mamá estaba llamando. Probablemente quería asegurarse de que todo iba bien.

Skell:
Es mamá, me está llamando.

Tía:
¡Oh! No te preocupes, puedes contestar.

Skell:
Gracias...

Me levanté y salí al exterior de la cafetería. Necesitaba un poco de aire, y el murmullo del lugar dificultaría escucharla. Contesté la llamada, apoyándome contra la pared.

Skell:
¿Sí?

Mamá:
¡H-hola, bebé! ¿La has pasado bien con la tía?

Skell:
Uh... sí. No es tan incómodo como pensé... Pero, ¿estás bien? Suenas agitada, ¿pasó algo?

Algo en su tono me preocupó. Podía oír la tensión en su voz.

Mamá:
N-no es nada, solo el trabajo. Es demasiado a veces, pero he aprendido a lidiar con eso... aunque aquí son bastante exigentes. Pero estoy bien, no te preocupes.

Skell:
Entiendo... ¿Y cómo está papá?

Mamá:
Igual, trabajando, aunque parece estar más tranquilo que yo

Rió suavemente, aunque sentí una leve tristeza detrás de su voz.

Desde el otro lado de la línea, escuché a alguien acercarse a mamá; parecía ser papá, pero no pude distinguir lo que decían. Al momento, mamá volvió a dirigirse a mí, un poco desanimada.

Mamá:
Vaya, tengo que colgar... Debo seguir con el trabajo...

Suspiré en silencio, sintiéndome algo decepcionado. Quería hablar un poco más con ella, aunque solo fuera para escuchar su voz. Pero sabía que el trabajo era importante para ellos, y que ambos se esforzaban mucho.

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