CAPÍTULO 3:

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Ame abrió la puerta de su piso y nos ayudó a llevar las maletas a nuestros correspondientes cuartos. El piso era acogedor y muy bonito. Las paredes eran de un azul claro que daba luminosidad a la estancia. La cocina y el salón estaban conectados por una barra de cocina que los separaba. Tenía dos habitaciones, una de matrimonio y la otra donde estudiaba y dormía mi hermana. Mis padres dormirían en la de matrimonio, y yo, pues con mi hermana. Lo que nos toca a los hermanos, dormir juntos. Me echó un colchón al suelo, me puso un cojín y una manta y hala, ya tenía mi cama. Pues vaya. Casi que prefería dormir en el sofá. Dejó algunos cojines más mientras yo la observaba con disimulo, de pie, intentándome hacer la idea de que iba a dormir al lado de ella, en un colchón en el suelo. A ver, que en Japón dormía en un futón, pero un colchón que tenía pinta de no haberse usado en años, tirado al suelo de mala manera y con una sábana con un par de cojines del propio sofá, no da buena imagen. Y añadimos que yo tenía la ilusión de dormir en una cama. Se levantó, me observó durante unos instantes y se fue a ayudar a mis padres.

-Nada de hacer tus cosas de hombres en mi habitación-me advirtió, yendo hacia la puerta.

-¿Perdón?

-No quiero encontrarte masturbándote en mi cuarto-declaró con algo de vergüenza. Me sonrojé al instante y gruñí por lo bajo, como un animal. ¿Yo? ¿En su habitación? Ya puede hacerse ilusiones. Ni que fuera yo un descarado. Si ni siquiera lo he hecho aún.

-No iba a hacerlo-aseguré-. Yo tampoco quiero tus cosas de chicas mientras yo esté aquí-repliqué. Se rio sarcásticamente y me dejó en la habitación sacando la ropa y ordenando todo. Colgué mi ropa en su armario, donde me había dejado un buen hueco para mí. Lo habéis adivinado. Me traje los comics. No podía evitarlo, aunque ella tenía algunos mangas en la estantería, pero no creo que me gustasen. Salí del cuarto y me asomé a la cocina, curioso por el nuevo lugar. Mi madre estaba enfrascada en la cocina preparando la cena. Mi hermana se quedó a su lado para que no le arruinase la cocina. Mi madre es una experta cocinera pero, claro, la cocina era diferente y ella no entendía nada. Tras mi tour personal por la casa, volví al cuarto a buscar el móvil. Rebuscando entre mis cosas, me percaté de la ventana que estaba justo al lado de mi "cama". Vale, sí, no me di cuenta al llegar. Lo admito, soy torpe. Levanté la persiana y abrí la ventana. Desde allí se veía todo Madrid. Todo, absolutamente todo. Bueno, al menos el centro, pero era maravilloso. Era como estar en un sueño. Difícil de creer. El cielo estaba despejado y se veía con mucha claridad. Y pensar que mis padres habían hecho esto por mí. Tal vez si que debería replantearme lo de volver al instituto.

     A ver, no es que sea un rebelde ni nada menos. El año pasado lo pasé fatal por unos de un curso superior y aún me aterrorizaba volver al instituto. Ya sé que no puedo estar toda la vida encerrado en casa, pero quizás eso me hiciera sentirme seguro. Estaba enfadado con mis padres porque tardaron en reaccionar y, cuando lo hicieron, ya era demasiado tarde. Pero ver todo le que estaban haciendo por mí ahora, me hacía olvidarlo todo. Podría aprovechar este viaje para pensarlo...No, no. Este viaje es para disfrutar, no para comerte la cabeza con cosas que aún no pasarán. Eso es problema del Yuri del futuro. Suerte, porque yo no pienso darle más vueltas.

   Mi madre me llamó desde la cocina para cenar. Cerré la ventana y volví al salón con una sonrisa en la cara. No había comido nada durante el viaje y me moría de hambre. La mesa era muy diferente a las de Japón. Bueno, todo era diferente. Aquí no comíamos en el suelo sino sentados en una sillas. Cenamos unas tiras de pollo que había hecho mi madre con algo de ensalada. Tras la cena, me fui directo a la cama. Era tardísimo y como mañana íbamos a estar todo el día viendo la ciudad, tenía que descansar. No estaba dispuesto a perderme un día en Madrid por falta de sueño. Dormí un poco mal. Aquí hacia casi el mismo frio que en Tokio, pero lo que me impedía dormir era el no estar en mi casa. Literalmente estaba a 10755 kilómetros de mi casa. Sí, lo he buscado. No podía dormir y me surgió la duda. Y es más fácil sacarme la cabeza que la idea. Ejemplo gráfico.

Un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora