CAPÍTULO 5:

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   Un día cualquiera de diciembre

Eran más de las nueve. Afuera nevaba. Yo seguía encerrado en mi habitación, escuchando Måneskin a todo volumen. Aislado de cualquier sonido, de cualquier persona. No me apetecía salir. Había venido mi hermano desde Barcelona para celebrar la navidad juntos pero no me apetecía. Nos llevábamos como el perro y el gato, así de claro. Yo no tenía ganas de que se pusiera a preguntar y a incordiar como hace siempre. "¿Ya tienes novia?" "¿Te has liado con alguien ya?" "¿Cómo te va en el equipo?" "Yo era muy bueno, ¿sabes?, el mejor, y seguro que mejor que tú." Sí, lo sé, me cuentas esa puta historia todos los días. Eras el mejor rematador de tu equipo. La defesa era malísima y eras el ángel que los salvaba rematando por encima de los bloqueadores. Tú siempre el héroe, cómo no.

-En mi equipo la defensa era la peor de todo Madrid, vamos, pero yo era el mejor rematador, eso seguro. Me llamaban "El ángel" porque remataba por encima de todos los bloqueadores. Yo salvaba al equipo entero.- Nunca falla. Mi madre le escuchaba absorta en la historia mientras nos servía un poco más de comida. Yo me limitaba a remover los macarrones aburrido y cansado de la misma cantinela de siempre. Cuando el mayor estaba, el pequeño no existía.

-¿Cuándo volvéis a entrenar?- me preguntó mi padre sin venir a cuento. Frío y serio, como si no le importara una mierda mi respuesta.

-En enero, sobre el quince creo-respondí con la misma frialdad que él.

- Estas desaprovechando el tiempo en ese equipo cuando podrías estar preparándote para tu futuro.- Siempre tiene que dar la puntillita. Si no, no está contento.

-Yo quiero seguir-admití sin mirarle.

-Estás desaprovechando tu vida. Te recuerdo que repetiste un año.- ¿Y qué más le da? ¿Por qué no puedo hacer lo que yo quiera sin que me tenga que criticar? Siguió escuchando las anécdotas de mi hermano pero atendiendo antes a su móvil. Trabajo. A lo único que le presta atención.

-Ya he terminado-informé. Cogí mi plato y lo llevé a la cocina. No le iba a dar el gustazo de discutir conmigo. Subí a mi cuarto y cerré la puerta. ¿Entendéis ya por qué no quiero salir? Sería una mierda. Pensé que escribir en el diario que me regaló mi madre me ayudaría. A veces me estreso y no avanzo. Tal vez debería contárselo a alguien. No. No voy a involucrar a nadie en mis problemas. Podría fingir que el diario son personas. A lo mejor funciona. Podemos probar. O a lo mejor es un intento desesperado por tener a alguien que siempre esté dispuesto a escucharme.

-¡Abel!-Chilló mi madre desde abajo- ¿Vienes a dar un paseo y ver el alumbrado?

-No me apetece- le respondí al quitarme los cascos.

-Ha venido tu hermano desde Barcelona para pasar la navidad juntos, al menos haz un esfuerzo.-Lo dice como si ya no estuviera haciendo un esfuerzo para aguantarle.

-Siempre vamos a verlo, ¿no puedo quedarme?

-¡ABEL! Baja ahora mismo y déjate ya de idioteces, que ya me tienes harto- exclamó mi padre desde abajo, hecho una furia. Dejé los cascos y bajé al salón, no menos enfadado que mi padre. Siempre hacíamos lo que Gabriel quería, nunca se planteaban si yo también lo quería. Como nunca estaba en casa, se le consentía todo. Y a mí, el menor, me ignoraban durante todo ese tiempo. Lo de que el pequeño era el consentido, ¿dónde ha quedado?

       Nos abrigamos en la entrada antes de salir. Mi madre y Gabriel estaban detrás, hablando de sus logros y todas esas mierdas de Gabriel. Cosas a las que no hecho mucha cuenta. Mi padre y yo ni nos miramos. Estaba concentrado en su móvil, seguro que era del trabajo. En serio, si no tuviera el móvil, se moriría. Seguro. Gabriel cogió mi abrigo ya que no se había traído el suyo y a mí me tocó ponerme el de mi padre .Mi hermano llegó por detrás y me revolvió el pelo con fuerza, despeinándome más de lo que ya estaba. No, no cariñosamente, si no para dar por culo.

Un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora