Durante el primer semestre de mi estadía en el liceo todo iba perfecto, tenia amigos y amigas, mis notas era relativamente buenas.
Segundo semestre, para mi, es un sinónimo de mal recuerdo. Llegó mi novio al liceo.
Él era alto, su piel me recordaba a los largos inviernos de mi infancia donde solía nevar bastante, sus ojos eran verde claro, yo nunca pude verlo a los ojos, por que me desmoronaba, era como si estuviera drogada, me llevaba a lo más alto, en unas nubes algodón, me llenaba de suspiros el pecho y no era capaz de decirle que no a nada, sabía cómo controlar todos mis sentidos, era irrefutable en nuestras discusiones, la única persona en el mundo que me podía ganar, se mantenía firme en su posición. Era frío cuando estábamos con otras personas, no me miraba ni me abrazaba, pero cuando estábamos a solas en la tranquilidad de la biblioteca, mi lugar favorito del liceo, se transformaba. Se volvía frágil como un recién nacido, era gentil, tierno, su mirada en lugar de ser fija, se tornaba mansa y se perdía junto con la mía.
Solíamos pasar todos los recreos juntos, solos en la biblioteca, viéndonos y conversando con los ojos, sin decir una sola palabra, hambrientos de amor, y ambos saciábamos esa necesidad por medio de una lujuria encandilarte para aquel que se diera cuenta.
Yo lo amaba con la locura casi imbesil de los 14 años. Era el típico muchacho coqueto, calculador, no era del todo santo, nunca supe el por qué no me fue fiel, hice todo lo que estuvo a mi alcance para que me amara tanto como yo lo amaba a él.
Paola estaba enamorada de él y desde que esa noticia llegó a mis oídos, la odie con toda mi alma, no quería ni verla, porque se me pasaba la idea por la cabeza de asesinarla, pero como el asesinato es ilegal, pues usaba el sarcasmo:
-¿Qué tienes en mi contra? ¿qué te he hecho?
-Perdona linda, no hablo contigo por que yo no se ladrar.
No podía dormir pensando que en cualquier lugar estaría ella, hablando con mi novio, diciéndole cosas bellas y él como todo un galán, siguiéndole a corriente, temía que se enamorara perdidamente de ella, mis celos no tenían remedio alguno.
Una vez que ella, se había alejado de mi novio, dejé de odiarla, el peligro de su presencia ya no era relevante para mí. Ella se había enamorado de otro muchacho, Ricardo. Él era el mejor de la clase, buen compañero, amable, alto, grueso y pachoncito como un panda. Fueron novios muy poco, 2 semanas, para ser exacta. Se había acabado el amor, pero al parecer ella seguida agonizante por su cariño. Pasaban las semanas de los últimos 2 meses de clases y ningún día me atreví a pedirle disculpas por como la había tratado, mi orgullo me ganaba cada vez que intentaba dirigirle la palabra, además temía que no me perdonara.
La gira de estudio se había fijado para la semana del 5 de diciembre, saldríamos en la madrugada, el 8º A y el 8º B iríamos en distintos horarios a los mismos lugares así que no nos cruzaríamos miradas, la verdad siempre hubo, no una competencia entre ambos cursos, si no una rivalidad extraña, los profesores insistían en compararnos a nosotros con nuestros némesis. Ellos con el individualismo por delante, por eso a mayoría se preocupaba de si mismo y de nadie más, y el resultado, mejores promedios a fin de año. Nosotros, preferíamos el bien ajeno, si nuestros compañeros no progresaban, ese era el verdadero fracaso para cada uno.
Claramente la convivencia entre ambos cursos no era una utopía. No era envidia, es que nos sentíamos frustrados, por ser siempre los que van debajo, por mucho que nos esforzamos, ¿no les ha ocurrido, que no importa lo que hagan, nunca sera suficiente?, bueno, eso nos sucedía a nosotros.
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El tiempo más lento del mundo
Non-FictionAveces no tenemos idea de lo importantes que son las personas para nosotros hasta que simplemente entras un día a tu salón de clases y te das cuenta que falta algo, o mejor dicho, alguien que antes parecía irrelevante, pero ahora, como ya no está en...