Parte 4

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De camino a Tomé, en el bus, Eduardo se quedó dormido y mis compañeros y yo hacíamos cosas para que se despertaba, pero es del sueño pesado y no despertaba ni con las cachetadas que Álvaro le daba:

-Despierta, huevón- Decíamos todos.

Eduardo se movía un poco como acomodándose para continuar durmiendo, pero ni habría los ojos. Así que nos pusimos a hacer travesuras con su cara, yo me pinté los labios color rojo y le marqué un par de besos en el cuello y las mejillas, Álvaro le hizo bigotes, las muchachas de adelante le echaron de su perfume, lo peinamos, le pintamos los labios, parecía un payaso alcoholizado.

Cuando llegamos a las cabañas, Eduardo despertó y no se había dado cuenta, estuvo a punto de bajarse del bus con la facha de una prostituta recién levantada. Pero entró el baño del bus y se miró en el pequeño espejo que había. De todos los que lo habían molestado, solo se enojó conmigo, fue un poco injusto, pero me tenia que bajar y no me dio tiempo para pedirle disculpas. Él se volvió a dormir en el mismo asiento mientras el bus daba un par de vueltas para ver donde se estacionaba.

Nos bajamos todos y yo muy preocupada por que Eduardo se había quedado enejado, pero bueno, de todos modos fue cómico. Entramos al recinto y había una señora rechoncha, arrugada y chiquita, con expresión mal humorada, muchos anillos en los dedos, mal pintada y el pelo como  birutilla de tanto teñírselo. Nos condujo hasta donde estaban las cabañas, todas de distintos tamaños y colores, unas más bonitas que otras y estaban ubicadas en asenso, como el Valparaiso. Los hombres se fueron a las cabañas de más arriba y las mujeres nos quedamos más abajo, mis compañeras de cabaña eran Fernanda y María José, o como todos la llamamos ''Cote''. Estábamos cansadas, hambrientas y con calor, descansamos del viaje, comimos algo y como las cabañas estaban a un par de pasos del mar, nos pusimos los bikinis y eramos las primeras en estar escapando de las olas, como suelen hacer en las películas, nos tirábamos agua cuando llegaron los demás chicos, entonces ellas se quedaron a la orilla jugueteando, mientras yo me fui más adentro con los muchachos. Mientras caminábamos cerca de unas rocas a varios de nosotros nos pellizcó un cangrejo, me dejó un pequeño moretón en el pie, de todos modos no salimos hasta horas después cuando se estaba oscureciendo. No quería salirme de ahí, era para mí, el paraíso, el mejor lugar para estar en paz, no había mucha gente y la poca que había no hacia mucho ruido, como si estuviera adivinando que ese lugar era especial y perfecto para el silencio y la paz interior, desde ese día decidí, que cuando sea mayor, mi primera opción para vivir, seria, cerca del mar, aun suelo ir a la costanera de mi ciudad, bastante alejada de esos lados, a escuchar el ruido del lago golpeando las paredes de cemento, el silencio de las madrugadas en las que me escapo del ruido y el analfabetismo de mi familia, me abraza, me arrulla, me llena, se me sierran los ojos y viajo a otro mundo, un mundo donde el silencio es absoluto y sagrado.

Me gustaba estar ahí, a solas con mi conciencia y conversando conmigo misma. Por que en mi familia no es posible tener una conversación inteligente sin que a las personas que viven conmigo, les de dolor de cabeza, por que los hago pensar demasiado.

Ya se ponía el sol cuando ya estábamos cansados por el maltrato de las olas sobre nuestros cuerpos, la piel maltratada por el viento salado, pero contentos por haber liberado tanta energía en unas horas de diversión que, al menos yo, no olvidaría.

Mis compañeras y yo, nos duchamos y nos cambiamos ropa, comimos otro poco y después,  con más ganas de jugar, saqué una bolsa de bombitas de agua:

-¿Están pensando lo mismo que yo?- les dije.

-Mia, te amamos, vamos a llenarlas.-Dijo Fernanda.

- Qué flojera- dijo María.

Las llenamos y fuimos en emboscada de los chicos. Pero ellos, como todo unos hombres inmaduros, ya tenían planeado algo desde mucho antes. Nosotras nos escabullimos hasta sus habitaciones y miramos para ver si había alguno, pero no estaban, nos miramos las tres desconcertadas y de pronto me vi ami misma toda mojada, empapada, Eduardo y Felipe estaban esperándonos, entonces se rieron y continuaron con su ataque mientras nosotras corríamos a refugiarnos en nuestra cabaña. Serramos las ventanas, muertas de risa y escondimos las otras bombitas debajo de la cama.

La cena se hizo en una cabaña más grande, donde dormían los apoderados, ahí cabíamos todos, cenamos chori panes con tomate, palta y algunos se hicieron un pan con huevo, luego nos fuimos a dormir.

Cuando mis compañeras y yo entramos a la cabaña, nos lavamos los dientes y nos acostamos, pero tuvimos que juntar dos camas y dormir las tres ahí, por que mi cama estaba en frente de un enorme espejo y los espejos me asustan, es como si algo extraño pudiera salir de ahí y llevarme a su mundo de cosas extrañas, y no poder salir nunca de ahí, tengo demasiada imaginación.

Antes de quedarme dormida, me quedé hablando por chat con Nicolás, mi mejor amigo, con el que más tarde, viviría uno de los mejores veranos jamás vividos, nos amábamos, pero no lo sabíamos:

-Te quiero amiga, cuídate mucho- decía, y ponía un par de emoticones de corazón y caritas de ''te extraño''

-Buenas noches, cuídate tu también, estoy muy cansada, te quiero mucho- respondía yo, con los mismos emoticones que él me ponía en el chat.

Despertamos en la mañana, nos vestimos rápido por que íbamos atrasadas, nos levantamos tarde, empacamos y salimos. Uno o una de mis compañeras pasó a llevar un florero y se quebró en cientos de pedacitos color café y la tierra yacía tirada por el pasillo, la señora rechoncha que nos había recibido al principio, estaba descontrolada, enojada y no paraba de gritarnos, tenía la misma mirada carnívora que puso mi profesora jefe cuando pasaba la lista el primer día de clases.

 Tomamos leche y pan con huevo en la cabaña de los apoderados, subimos las cosas y partimos al mall de Concepción, allí gasté el resto del dinero que me quedaba, entramos y era una cosa colosal, teníamos hambre, así que nos fuimos directo al patio de comida, disidimos comer en Pizza Hut, yo me compré una pizza vegetariana, era mediana y solo para mi, quedé satisfecha, por que a pesar de ser mediana, era bastante gruesa y saciaba el hambre.

Encontré la tienda de DC, con lo último que me quedaba compré un yoki DC original, blanco con letras negras y malla de tela en la parte de atrás de la cabeza, el tiempo en el mall pasó rápido, era enorme, me perdí un par de veces y siempre llegaba al mismo lugar, donde había unas tiendas que juguetes.

Me encontré con otras compañeras y compañeros en la salida del mall e hicimos una carrera hasta el bus, donde estaban otros muchachos junto a Paola, ella intentaba abrir una botella de Bils, entonces me acerqué para mostrarles mi nuevo yoki y ella logró abrirla de golpe, saltó el líquido rojo por todas parte y manchó mi yoki, yo desanimada por que me había costado el resto de mi dinero, me subí al bus e intenté limpiarlo un poco.

Ya íbamos de camino a casa y asía  calor de nuevo, en el bus era casi imposible respirar bien y yo me estaba ahogando junto con otras chicas de más adelante que también eran asmáticas.

No hablábamos, el aire nos alcanzaba a penas para un par de suspiros cortos cada cierto rato para aliviar el calor que se nos metía por las fosas nasales

El profesor anunció que haríamos una última parada antes de seguir nuestro camino de vuelta a Villarrica, pararíamos en Los saltos Laja, a mirar el paisaje que deslumbraba a los turistas y cada año cobraba un cierto número de vidas perdidas de turistas imprudentes o de lugareños descuidados.






El tiempo más lento del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora