Al cabo de unos minutos dejé de llorar, me vi en medio de mi habitación en pijama, tirada con la cara cubierta de culpa que derramaron mis lagrimales, entonces comencé a hablar con mi mente:
-¿Por qué?... por qué tenía que ser precisamente ella, ni siquiera pude decirle adiós decentemente.- Luego me contestaba a mi misma:
-Eres una estúpida, no debes tratar mal a la gente, no sabes cuándo ni en qué momento te arrepentirás de haberlo hecho.
-De pronto la extraño.
-Claro que la extrañas, ¿no la odiabas tanto?
-Pues si, pero...
-Pero, qué- me interrumpía sola.
-Lo lamento- repetía una y otra vez con cara de mortadela.
Salí de mi habitación, crucé el pasillo hasta el baño y me miré al espejo. Ahí estaba yo, con la mirada apagada, las mejillas rojas, con el pelo en la cara empapado de llanto. Me quité el pijama, observé mi cuerpo un rato en el espejo, orgullosa de esas carnes firmes y cintura definida, que había heredado de mi madre, luego miré mi cara nuevamente y decepcionada de mi expresión de desconsuelo, me metí a la ducha, abrí el agua caliente, serré la cortina, me acomodé en un extremo de ella y me hice volita.
Estuve ahí mas o menos una hora, con la música alta y el agua cubriendo todo mi cuerpo, una vez limpia, salí y estaba tan lleno de vapor que no lograba ver mi nariz. De pronto mi prima, una mocosa impertinente de 10 años me apagó la luz del baño y recordé la oscuridad de la mina en donde el hombre que nos guió contaba sus anécdotas de minero jubilado.
-NOOOOOOOOOOOO!!- grité con desesperación.
Le temo a la oscuridad desde que tengo memoria, además tenía algo apretado en el pecho, como si se me hubiese metido una piedra por la garganta y se me posase ahí para hacerme sentir miserable. La mocosa encendió la luz y me calmé. Ni siquiera me miré al espejo, no tenía ganas de seguir viendo el desastre que había en mi rostro, me envolví con la toalla y volví a cruzar el pasillo con dirección asta mi pieza. Me puse un pijama limpio, me sequé el pelo con la misma toalla, hice mi cama encendí mi computador sin ganas y puse algo de música. La música me relaja, no se qué seria del mundo sin tal beneficio. Sonaba ''Por amor al odio'' de Flowklóricos, un dúo de Rap español, que me gustaba, por que cada una de sus canciones describe a la perfección cada una de las cosas que siento, la mayoría del tiempo.
Me dio un poco de hambre, me puse mis pantuflas de panda y caminé hasta la cocina, pasando por la sala, estaban todos sentados viendo las noticias de la mañana, sí, ya era noticia nacional, se mostraba el lugar donde ocurrió lo impensado y un periodista creyendo saber lo sucedido con lujo y detalle. Me acerqué molesta y apagué la televisión. Nadie me dijo nada ni me detuvo, solo se quedaron viéndome con los ojos redondos del asombro por como había reaccionado ante la noticia.
Llevé mi desayuno a la cama, era una taza de leche entera, pan con palta, jamón y queso, y además un par de galletas y un plátano. Como mucho cuando estoy de mal humor, preocupada o ansiosa.
Al día siguiente habría una pequeña reunión en la biblioteca del liceo, algo así como una misa, iría un cura, familiares de Paola, algunos de mis compañeros, al algunas indeseadas presencias el 8º B. La mañana de la reunión me vestí con un vestido blanco, era bonito, y unos tacones que me regaló mi mamá meses atrás, fui con mi abuela, ella iba de negro.
Entramos al lugar con la cabeza gacha, pero no pude evitar pasar con la nariz en alto por delante de las muchachas prepotentes del 8ºB La hipocresía, se sentía pútrida al pasar a su lado, puesto que solo una de las presentes estaba ahí por pena sincera, las demás quisieron hacer acto de presencia nada más. Lo se, por que leo las miradas, sus corazones no derramaban dolor por la pérdida de Paola como los demás, nunca les calló bien y nunca la trataron bien, al menos yo tenía la decencia de tratarla mal en su presencia, pero ellas lo hacían a sus espaldas. Una sonrisa burlona se le escapó a una de ellas, arrugué la nariz, los labios y levanté una ceja, en señal de el claro desprecio que me provocaba su sola presencia en la biblioteca.
No recuerdo nada de lo que dijeron en la ceremonia, solo recuerdo cuando la tía Meche, una de las mujeres que, antes de fallecer en Junio de este año, hacía el aseo del liceo, lo mantenía limpio y ordenado, pero su trabajo era mucho más que eso, para ella, su trabajo consistía también en hacernos felices. Al termino y cuando todos se iban yendo, no lo resistí, me hice volita en una esquina de la escalera del liceo, con la cabeza entre las rodillas y la tía Meche se acercó a mí con compasión:
-No llores, está en un lugar mejor.
-Tía, ¿por qué siempre las personas maravillosas tienen que sufrir o morir de formas tan crueles?
-Hija, ¿cuando tú estás en un jardín, que flores escoges primero?
-Las más bonitas.
-Ahí lo tienes, Paola era una flor tan hermosa, que el dueño del jardín la cortó antes para decorar su hogar con su belleza.
De pronto todo tubo sentido y no volví a llorar por el mismo motivo, hasta noches más tarde donde tuve un sueño extraño, entre tantos que tuve.
Esa misma noche, tuve uno de esos tantos sueños de los que no quería despertar jamás. Estábamos todos en una plaza, era mas o menos medio día y el sol brillaba con intensidad, hacía tanta calor que se podía freír un huevo en la capota de un auto. Yo estaba jugando con Eduardo en los columpios y de pronto me caigo y cuando me levanto para limpiarme, ahí estaba ella, sentada en una lejana banca, mirando hacia unos pinos que estaban más allá, corrí hacia ella y me senté en la banca a su lado, me miró y ninguna dijo nada, entonces rompí el silencio, ¿te volveré a ver?, pregunté, ella solo me abrazó y yo la abracé aun más fuerte. Desperté del sueño justo cuando mi abuela llegaba a mi pieza para despertarme:
-Mia, despierta, ya es tarde, floja.
-Abuela, soñé con ella, estaba ahí conmigo y nos abrazamos, fue hermoso abuela.
Sonrió ligeramente y me dijo vístete, a tomar desayuno.
Los días siguientes están nebulosos en mi memoria, no pasaba nada interesante hasta el día de el velorio de despedida, seguido del entierro al cual no puse asistir.
ESTÁS LEYENDO
El tiempo más lento del mundo
Non-FictionAveces no tenemos idea de lo importantes que son las personas para nosotros hasta que simplemente entras un día a tu salón de clases y te das cuenta que falta algo, o mejor dicho, alguien que antes parecía irrelevante, pero ahora, como ya no está en...