Parte 1.

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Todo el curso creía que la gira de estudio sería inolvidable, y lo fue, pero no de la manera en la que mis compañeros y yo esperábamos, fue más bien como un trauma para mí y esa escena quedará guardada en mi memoria hasta mis últimos segundos de vida, donde espero morir plácidamente en mi cama, casi sin darme cuenta, con la cara arrugada igual que una pasa, los huesos y los párpados ya cansados por mi tránsito a través de una vida penosa, cruel y triste, repleta de pérdidas y muy pocos triunfos, pero orgullosa de haber llegado hasta aquel punto, de haber sobrevivido a una sociedad emocionalmente enferma. Ojalá junto a hombre que ame.

Era un día sábado 5 de diciembre del año 2014. Recuerdo haberme quedado despierta hasta las 4 am en mi casa, viendo ''La vida es bella'', una película que se desarrolla en el holocausto judío. Esperaba a mi madre con impaciencia, los ojos hinchados y el pelo recién lavado, tenía un poco de hambre, pero me daba flojera ir a cocinar algo, además en cualquier momento llegaba mi madre a recogerme. Cuando llegó la película estaba en la mejor parte, pero estábamos algo atrasadas así que tomé mi bolso lleno de pilchas de cambio para el viaje, útiles de aseo , algo de comida para el camino y una manta enorme y café, que me había regalado mi abuela, me despedí de mis tíos, con los que vivo hace unos 4 años, por cuestiones legales, ellos tenían mi custodia, mi madre no estaba bien mentalmente como para hacerse cargo emocionalmente de mi, ni yo ni ella nos soportábamos. Había pasado ya tiempo desde que no veía a mi madre, la observé detenidamente, tenia algunas canas, su pelo corto como melena negra, ya un poco decolorado en las puntas de tanto teñírselo con el objetivo de tapar esas canas que yo y mis hermanos le habíamos sacado con paso de sus años y las molestias de el solo hecho de ser madre soltera en su primer parto, yo. 

Mi madre, en su juventud, fue bella, de cintura definida y caderas amplias, pálida y rellenita de lunares, tenía trasero fornido y firme. Con el tiempo su figura se descompuso, no hacía ejercicio y solía comer desesperada. A sus 20 años, ella quedó embarazada de Fernando, mi padre biológico, fueron novios desde adolescentes, por lo que ami me cuenta mi abuela, no lo conozco, de hecho lo único que sé de él es que debió tener ojos oscuros y un cabello excelente.

Yo nací prematura, era una cosa chica, morena y peluda, como un babuino, era tan pequeña que cabía en una caja de zapatos. Crecí siendo muy enfermiza y mala para comer, mi madre amenazaba con meterme la comida por las narices, según recuerdo.

A mis 6 años estuve al borde de la muerte por una pleuroneumonía, la pleura del pulmón izquierdo se había metido, no se como, al interior del aparato respiratorio, o al menos asíme lo explicó un profesor de biología. Estuve internada varios meses, me sometieron a un operación y me colocaron una sonda para sacar el líquido y dejarme respirar.

En ese tiempo mi madre ya había conocido a otro hombre, con el que vive hasta hoy en día, tubo 2 hijos con él, mis hermanos: Bella y Daniel, ambos inteligentes y ágiles, mi hermana siempre mañosa, de ojos café claro y trigueña. Mi hermano era casi el amor de mi vida, a sus 5 años ya es un soñador de vocación al igual que yo, somos del mismo signo zodiacal, Leo. Comilón y cachetón, le encantaba abrazarme, desde bebé me prefería a mí mas que ami madre, no se qué sería, pero él no pasaba un día sin demostrarme afecto y no se quedaba dormido con nadie mas que no fuera yo.

Yo había conocido a Paola en primero básico, recuerdo que era callada y un poquito antisocial, no intercambiaba muchas palabras con ella, pero la miraba de lejos y la encontraba una muchacha extraña. Ella se fue del colegio en el que estábamos. No sé qué habrá sido de ella esos años que no nos vimos, yo también me cambié de colegio un año después que ella y conocí nuevas personas, tuve amigos hasta que el colegio ya no era de calidad, habían perdido el control de los muchachos y los profesores llegaban a llorar por que no resistían, ahí aprendí a fumar y muchas cosas que en 5º básico una niña no debería conocer, pero yo las conocía, era bastante curiosa y me gustaba experimentar.

Ya en 7º básico a mi abuela no le gustaba el colegio, y decidió que terminaría mi enseñanza básica en un liceo municipal muy cerca del centro de la ciudad, a pesar de ser municipal, era un liceo de excelencia académica y con bastante prestigio en la región. Yo no quería irme por ningún motivo, me asustaba tener que empezar de nuevo y hacer vida social con chicos y chicas que yo creía unos genios. Pero más tarde cuando di a prueba de admisión y me aceptaron, tuve que despedirme de mis compañeros con mucha tristeza, dejé a mi mejor amiga atrás y mire hacia  adelante por una vida más plena, y la obtuve.

El primer día de clases llegué tímida, no conocía a nadie, excepto a mi primo que estaba en el 8º B, yo estaba en el 8º A. Entré a la sala esperando pasar desperdiciada, pero no lo logre, todos me miraban, excepto algunos. La reconocí de inmediato, estaba casi segura de que era ella, Paola estaba sentada en uno de los puestos de en medio de la sala,  más tarde otra chica, también nueva, se sentó conmigo y nos hicimos amigas. Todos hablaban como loros locos, pero cuando entró la profesora jefe, que también nos haría clases de historia, todos se pusieron de pie y se cuadraron como militares frente a la autoridad que ejercía esa mujer:

-Buenos días estudiantes

-Buenos días profesora- saludaron todos al mismo tiempo como en un coro.

-Me presento, soy la profesora Flavia, les haré clases de historia y soy su profesora jefe, tomen asiento.

Todos tomaron asiento sin articular una palabra, sacaron sus cuadernos en silencio, colocaron la fecha correspondiente y esperaron callados y tranquilos las instrucciones de la profesora. Ella se dispuso a pasar lista, a los alumnos antiguos solo los hacía decir, presente profesora, a los nuevos nos hacia pararnos y presentarnos:

-Mia Astrosa...

-Presente- repliqué

-Presente qué- exigió ella, con voz de mando y mirada carnívora.

Yo no supe qué más quería que le dijera, entonces Alexis, un muchacho sentado en la fila de al lado me dijo: debes decirle ''presente profesora''.

-Presente profesora- contesté por fin, con un alivio en el pecho, pero no me duró ni 3 segundos por que en seguida a profesora se fijó en mi collar y me hizo quitármelo.

Me presenté, tartamudeando del bochorno y con la cara roja igual que un tomate.

No tardé muchos días en hablarle a Paola y preguntarle si se acordaba de mí, y la respuesta fue negativa, tal como yo esperaba, pues yo siempre me acuerdo de todos y nadie se acuerda de mi. De todos modos nos llevábamos bien, reíamos, jugábamos, conversábamos y nos copiábamos en las pruebas.

Ella era morena, mas o menos baja, o al menos así se veía porque siempre estaba agachada, su pelo era rizado y negro, su piel era suave, y sus ojos brillaban igual que las estrellas de la noche en la que nos fuimos de gira de estudio en diciembre. No era delgada y mucho menos perfecta, pero su inperfección resaltaba su ternura y lo hacia con eficiencia, jamás la vi triste, aunque yo percibiera su mal ánimo, era bastante alegre.













El tiempo más lento del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora