Parte 3

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Hubo un momento en el que me sentía muy vacía, había terminado con mi novio y la única amiga de verdad que tuve en el liceo, se fue, tuve que aprender a juntarme con quien sea para no estar sola en una esquina de la escalera. Nadie me hacia reír, excepto Eduardo que era capaz de correr gritando soy una mariposa por todo el liceo, para sacarme una sonrisa, él significó mucho en aquel tiempo de soledad, me sentía contenta de que fuera mi amigo.


La noche en la que salimos todos a la gira, yo llegué con mi madre en el auto, entonces me dispuse a abrir la puerta para bajarme y saludar a mis compañeros, pero mi madre me detuvo:

-Sierra la puerta y quédate un rato conmigo, no te veo nunca, hija. Además, el mundo puede ser muy frío allá afuera. -Me dijo, con voz tristona.

-Mamá, quiero saludar a mis compañeros, pero bueno me quedare, es verdad que hace un poco de frío.

Después de un rato dejó que me bajara, ahí estaban todos con los que yo tenia afinidad, Eduardo, Ricardo, Felipe, Alexis, Fernanda,  Ana, Daniela e incluso ella, Paola. Saludé a la mayoría mientras decidían con quien se sentarían y en qué parte del bus, si en medio, adelante o en la parte de atrás. Yo no sabía con quien sentarme así que me fui en el penúltimo asiento del bus con Daniela, detrás de nosotras, Eduardo y Javier hablaban incoherencias, bastante graciosas y daba gusto oír su conversación, en los asientos de al lado, Jaime y Álvaro planeaban cómo rayar a los que dormían con plumones de pizarra y en el último asiento de la fila de al lado, Felipe  y Fernanda se fueron abrazados todo el viaje, eran novios, se veían muy lindos acurrucados y cubriéndose del frío con una fresada azul muy amplia.

Los de adelante, incluyendo a los apoderados de la directiva y el profesor que seria el jefe el año siguiente, durmieron todo el viaje sin que nadie los molestara hasta llegar a un auto servicio donde nos bajamos casi todos, ya fuera a estirar las piernas, al baño, o a comprar alguna cosa para saciar el hambre que tenían. Los de en medio, lo mismo, mientras que nosotros, los últimos de la parte de atrás del bus, jugamos y reímos la mayoría del viaje hasta el auto servicio, casi no dormimos, los únicos que durmieron fueron Felipe y Fernanda, mientras Daniela se la pasó escuchando música, Yo dormí un poco también mientras Eduardo cuidaba que Jaime y Álvaro no rayaran mi cara, lo que es curioso por que Eduardo nunca era amable conmigo, Javier seguía hablando incoherencias y yo soñaba con un mundo similar a Narnia, el camino de nieve, con todo y el fauno.

Al llegar al auto servicio me bajé al baño y a comprar algo para comer con Javier, que se había sentado conmigo en e ultimo de los asientos. Entré a la tienda y ella venía saliendo con un paquete de papas fritas y una botella de jugo, la miré a los ojos, el brillo paresia abandonarla por primera vez desde que la conocía. Compré unos chocolates, unas papas fritas, galletas y jugo, me subí al bus y Javier y yo empezamos a comer.

Llegó una apoderada y nos dio pan con mortadela a todos, junto con una cajita de jugo. Partimos de nuevo y tuve ganas de escuchar música, me puse los audífonos y quedé mirando a la ventana imaginando que estaba en un vídeo musical cada vez que tocaba una canción triste o romántica. Javier hizo lo mismo, pero él se quedó dormido primero, luego caí yo en la tentación del descanso. Estábamos cansados, no habíamos dormido bien. Fue cómico cuando Álvaro tomó una foto de Javier y yo durmiendo casi abrazados, era una escena conmovedora, casi romántica puesto que él y yo habíamos sido amigos desde la infancia, solíamos jugar en kínder y bailar cueca en el colegio donde estábamos, lo que a él se le hacia fácil, por que tiene el talento, por el contrario yo, era y sigo siendo de pies torpes, tiesa como rodilla de pato y la des coordinación era evidente.

Pasaban las horas y llegamos a Lota, donde iríamos a una mina de carbón no se cuantos metros mar adentro por debajo de la tierra, era ''El Chiflón del Diablo''. bajamos todos en una especie de mini ascensor donde cabían apenas unas 4 personas. Yo soy asmática, así que llevaba mi inhalador a mano en caso de cualquier eventualidad. Las paredes estaban incrustadas de piedrecitas negras, con algo brillante, saqué algunas y me las metí al bolsillo para llevárselas ami abuelo, nuestros cascos tenían linternas así que se veía perfectamente, nos sentamos en una banca que había abajo a esperar que llegara el resto de los muchachos y el hombre que nos guaría por los caminos ya casi abandonados de la mina, si no fuera por los turistas. El hombre nos condujo por las betas y llegamos a otras bancas donde nos sentamos y nos hizo apagar todas nuestras linternas, no se veía nada, ni la punta de la nariz, incluso paresia que ni siquiera tú estuvieras ahí, era un silencio absoluto, nada lo perturbaba y nadie se atrevió a mover un dedo, la oscuridad se metía por los poros de la piel y causaba escalofríos hasta en los huesos.

Encendimos  las linternas y el hombre, ya de edad, gordinflón y chiquito contaba la historia de la mina, como trabajan los mineros en épocas de antaño y cómo se sentía él al aveces estar solo en esa oscuridad de muerte, aveces horas perdido entre las tinieblas de la veta cuando se le descomponía la linterna o la lampara.

Después de haber terminado el discurso, permitió tomarnos fotos con él dentro de la veta, cuando salimos nos enseñó cómo vivían las familias mineras, como funcionaba la pulpería, etc. al terminar el recorrido, nos quitamos el equipo de protección y nos tomamos una foto pata un calendario que tengo colgado en mi habitación como recuerdo, ademas de un colgante de madera.

Luego, subimos al bus, hacía una calor infernal y ya no teníamos agua, nos dirigimos al parque Lota, al bajarnos la mayoría decidió ponerse algo mas fresco para el recorrido. El lugar parecía como de telenovela de la época de la colonia, tenia pavos reales, pero una compañera, dijo que eran pinguinos. Tenía árboles por donde uno mirase, 3 fuentes y una estaba vacía, saqué unas cuantas monedas de la primera, al final del enorme patio que parecía infinito, había una especie de acantilado con unas barandas y fijaba vista al mar, ahí Paola se sacó un par de fotos.

Luego entramos al museo que estaba ahí, en el mismo recinto, tenia un montón de cosas extrañas, cuadros de los integrantes de la familia que vivían en esas casa. no fuimos a todas las habitaciones por que en alguna, por una razón desconocida, no se permitía el paso.

Compramos algunos recuerdos y partimos a comer, estábamos en el centro, en un restauran donde sirvieron pollo con papas fritas y bebida, comimos todos y nos fuimos a las cabañas donde pasaríamos la noche, en Tomé.






El tiempo más lento del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora