La Seine

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La Seine

(Tsubasa Ozora)


Las aguas tranquilas del rio Sena reflejan los tonos amarillos, naranjas y rojizos del ocaso, haciendo una mágica combinación con el cielo parisino en esta tarde. El murmullo de las aguas era como una suave música que te invitaba a cerrar los ojos, al igual que la brisa acariciando los cabellos con total suavidad.

Las luces de la ciudad empezaron a encenderse, haciendo más increíble el paisaje. Además el suave avance del yate nos mecía como si de un placentero sueño se tratase; admirando en silencio las aguas brillantes del rio Sena.

-yo quería venir contigo y deleitarnos de esta maravillosa vista- la suave voz me sacó de mi ensoñación y agarré con ternura su delicada mano, mi acompañante me regaló una gran sonrisa- Estamos en una cita romántica! sin nada que incluya futbol o trabajo, por favor.

-nuestra última cita fue cuando nos enteramos de tu embarazo, pero creo que arruiné nuestra velada hablando con Gonzales sobre futbol- yo sentía que la caricia era gélida, contrastando el rubor de las mejilla de Sanae- será mejor mirar desde adentro del yate, aquí hace un poco de frio

Lo último lo había dicho con seriedad, pero eso no impedía que Sanae se negara abandonar el lugar donde nos encontrábamos. Navegar en las calmas aguas del rio Sena mientras vemos las majestuosas arquitecturas de la capital francesa era una actividad que deseaba Sanae realizar. Pero desde que mi esposa se desmayó en ese día con nevada cerca del museo de Louvre y fue auxiliada por Taro, ella estaba luchando contra la enfermedad que lo había debilitado durante varias semanas, ni siquiera Sanae tenía las fuerzas para levantarse de la cama.

Los médicos me habían confirmado el trágico diagnóstico, mencionando que me preparara para lo inevitable; me guardé ese dolor para mí mismo, ya que no podía romper las esperanzas de mis hijos y solo me quedaba mentirles que su madre pronto estaría mejor.

Daibu y Hayate, a pesar de corta edad, cuidaban con dedicación a Sanae; los gemelos pasaban la mayor parte en la habitación acompañando a su madre, llenando con un poco de vitalidad y alegría a esa habitación lúgubre.

Nuestros amigos, al saber de la delicada situación de Sanae, estuvieron al pendiente de mi esposa para darle ánimos: Wakabayashi llegó desde Alemania; la corta visita de Yukari; las llamadas diarias de Yoshiko y Yayoi; los padres de Sanae prometiendo que llegarían esta semana. Mi mayor soporte fue la fidelidad de Taro Misaki que venía a verla todas las tardes después del entrenamiento, dejando a un lado la tensión que por mi culpa había causado en mi compañero predilecto y cambiándolo a una genuina preocupación hacia mi bienestar y el de mi familia.

Pero esta mañana fue diferente, al igual como los rayos del sol que iluminaron mi hogar; parecía que había llegado el final de los días fríos, dando paso a la cálida época de primavera.

Sanae despertó sintiéndose más ligera, llena de energía, vitalidad y rodeada de varias hojas de color rosa escritas por su puño y letra, que al percatarse sobre mi presencia y mi curiosidad, ella lo guardó todo en un pequeño cofre. Los gemelos se alegraron en demasía al ver a su madre siendo tan activa y aprovecharon la mañana para pasear mientras yo estaba en el club, teniendo en mente la indicación de Sanae que en la tarde tendríamos una cita en el rio Sena.

Nos sentamos para admirar el espectacular anochecer siendo iluminada por la torre Eiffel con sus luces tintineantes; Sanae se recostó en mi hombro, mientras sentíamos como el yate avanzaba lentamente. Era un momento tranquilo a lado de la persona que me apoyó por tanto tiempo, pero en el fondo de mi corazón tenía un presentimiento de que algo trágico llegase a ocurrir.

Como si esta noche mi vida daría un cambio significativo.

-gracias Tsubasa- la voz de Sanae se escuchaba entrecortada, como si estuviera conteniendo las lágrimas y el llanto- yo soy feliz. Tú me diste esperanza cuando yo pensaba abandonar todo y rendirme, tú cumpliste mi mayor sueño y lo evolucionaste para que yo pudiera empoderarme. Al comienzo solo deseaba ser tu esposa pero cuando me ofreciste ser tu representante, abriste un sinfín de oportunidades para mi crecimiento profesional.

-Dejaste la vaya alta para la señorita Matsumoto- bromeé mientras posaba mi brazo en su hombro, atrayéndola más cerca en un abrazo amistoso- yo debería agradecerte por ser una excelente madre, una profesional impecable, mi amiga

-soy tu fan número uno- Sanae ladeó su cabeza, posándolo en mi pecho- perdón que por mi culpa no pudiste cumplir uno de tus anhelos, el que me habías contado en mi viaje a Brasil. Quizás si yo no te decía nada sobre mi enfermedad, tu destino sería diferente.

-Quizás... eso nadie lo sabrá- susurré con melancolía al recordar mi encuentro con Sanae en Brasil y la conversación que tuvimos- pero no te reproches nada! al final fui yo quien te propuso matrimonio y este pequeño tiempo que juego en PSG logré disfrutar un poco de ese anhelo de mi juventud.

Pensar que antes de llegar a Paris, todo parecía perfecto: Sanae aparentemente gozaba de buena salud, dejando atrás los recuerdos de su batalla contra la enfermedad que le atormentó en su adolescencia; los gemelos disfrutaban de su niñez alrededor de sus amigos y compañeros de escuela; mi carrera profesional me permitía darme el lujo de poder escoger el equipo que deseaba jugar.

Y en mi mente aún persistía el anhelo de volver a jugar a lado de Misaki; no como compañeros de la selección de futbol japonesa, sino jugar en el mismo club. No pude desechar ese pensamiento por muchos años a pesar de yo elegir un rumbo diferente al de mi mejor amigo.

Cuando la oportunidad se propuso, me aferré con todas mis fuerzas a esa ocasión dorada; disfrutando cada momento a lado de Misaki bajo la magia de París, jugando como lo hacíamos años atrás, cuando empezó la leyenda de la combinación dorada de Japón. Parecía un dulce sueño, que al enterarme de mi terrible realidad se desmoronó todo.

-escúchame Tsubasa. En mi mesa de noche... en el primer cajón hay un cofre... le entregas a Misaki- Sanae respiraba con dificultad; su rostro estaba pálido y su voz apenas se escuchaba. Ella posó sus frías manos en mis mejillas y nos miramos fijamente, su mirada transmitía ternura y comprensión- siempre estuviste enamorado de Taro, pero recién te diste cuenta de tus sentimientos. Que mi recuerdo no sea impedimento para que seas feliz a su lado, Tsubasa.

Estaba asombrado por las palabras de mi esposa, pero me angustié al ver el brillo de sus ojos apagarse cada vez más rápido, yo tenía que llevarla de inmediato al hospital.

-tenemos que llamar al doctor, tenemos que ir urgente al hospital, no te ves bien- estaba por sacar mi teléfono móvil pero el agarre fuerte de Sanae me sorprendió

-se dice que un primer amor no dura mucho- Sanae posó sus labios en mi mejilla y después se lanzó a mis brazos, me asusté verla tan pálida y ella apenas podía mantener los ojos abiertos- ,pero para mí durará hasta mi último suspiro

Las palabras de Sanae resonaron en mi mente mientras sentía mi corazón latir con fuerza, los gélidos dedos de mi esposa acariciaron mi rostro, mis cabellos y mis manos; tocando con suma delicadeza cada dedo hasta que vi como ella retiraba el anillo dorado que simbolizaba nuestra unión como pareja.

-Me llevaré esto conmigo- Sanae me abrazó y yo correspondí tal muestra de cariño, mientras sentía que su respiración cada vez era más pausada y la trágica despedida hacía que mis lágrimas rodaran por mis mejillas- cuiden mucho a Daibu y Hayate. Muchas gracias, capitán.

Tsubasa en Paris / TsubasakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora