capitulo 4

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Capítulo 4

Theoden

Cuando regresé al campamento, era tan tarde que prácticamente nada se veía en el cielo. Aterricé en una de las almenas de la fortaleza, con todo el cuerpo adolorido, las alas se volvían pesadas cuándo se usaban para volar largas distancias, sobre todo mientras más un ángel se acercaba al infierno, el aire tóxico que existía en ese reino no nos mataba, pero nos volvía tan débiles que bien podríamos ser humanos, cualquier cosa podría hacernos daño y ni hablar de la posibilidad de volar.

Pocos ángeles llegaban a aquel territorio, los que vivían esas experiencias quedaban marcados de por vida, eso si lograban regresar, la mayoría moría allá por los horrores que los demonios les provocaban, había cosas que no podía ni imaginar y que estaban prohibidas hablar entre nosotros, existían cientos de reglas de temas de los que no debíamos hablar ni pensar en ello.

Una vez en la adolescencia, recuerdo haberme sentido intrigado por la reproducción angelical y como funcionaba, existían muy pocos nuevos reclutas en los campamentos, todos llegaban a los 7 años, pero la cantidad más grande que llegábamos a recibir eran apenas un par por año; y aún así, un oficial escuchó mi inocente cuestión y nos hizo repetir el doble de ejercicios aquella tarde.

Fue la primera vez que me di cuenta cuan mal les caía a mis compañeros, si bien había crecido con ellos y nos conociamos de toda la vida, siempre cuchicheaban de las preferencias que tenían los adultos conmigo, si a todos nos servían de comer mi plato siempre parecía tener un poco mas y la comida seleccionada con mayor cuidado, si no había espacio donde sentarse siempre encontraban un sitio para mí, incluso en la habitación de literas de 3, todos juraban que tenía la cama más amplia y en la mejor ubicación, a pesar de que eramos 23 hombres adultos compartiendo el mismo espacio.

Era de esperarse, después de todo, todos sabían que era el único hijo del arcángel Gabriel, el tatuaje que subía por mi brazo izquierdo lo certificaba, en cuanto a poder divino tenía más que todos aquí solo por herencia, y aún así no era alguien que alardeara abiertamente o que hiciera un mal uso de mis habilidades, trataba de pasar desapercibido y ser solo un soldado más, pero incluso mis intentos de ser humilde resultaban molestos para ángeles codiciosos de poder, como Aumatage, nuestro oficial superior, una montaña enorme y corpulento que no dudaba en derribar a aquellos que se atravesaban en su camino; para mi mala suerte parecía que nuestros caminos estaban maldecidos a cruzarse todo el tiempo.

—Te ves como una mierda

—Me siento como una mierda —le respondí de vuelta al moreno que se unió a mi en mi lamentable regreso, no tenía más fuerza para levantar las alas y las llevaba arrastrando tras de mí, estaba sucio de la sangre del río y la pelea contra las almas.

—Pues será mejor que te esfuerces por descansar, salimos con el alba, nos toca hacer la patruya juntos.

Asentí de mala gana, lo que menos me aparecía era pasar el día entero sobrevolando los limites de la ciudad de los muertos, una misión que se nos había encargado a causa de la reciente desaparición de algunos ángeles. Suspiré, miré a Jackoda a punto de añadir mi teoría sobre el tema, cuando un golpe de hombro contra hombro me hizo caer al suelo sobre mi trasero. Apenas levantando las alas lo suficiente para no torcerme ninguna, levanté la mirada con furia a punto de explotar contra el culpable, lamentablemente al encontrarme con esa perturbadora sonrisa cínica, tuve que dejar morir las palabras en mi boca.

—Se equivocan, mañana te toca hacer la patrulla conmigo, Jackoda tiene otros asuntos que atender.

El moreno frunció el ceño, desconociendo la nueva información que Aumatage nos proporcionaba, pero por su estatus ninguno de los dos pudo cuestionar sus palabras y solo respondimos al unísono:

—Si señor.

De nuevo aquella burla destello en los ojos del oficial, pero solo nos esquivó y continuó con su camino, milagrosamente esa noche no parecía interesado en molestarnos más, lo cual agradecimos.

Jackoda estiró una mano que no dude en tomar y me puse de pie con su ayuda, me reviso las alas con una rápida mirada y asintió conforme.

—Él debería tener cuidado con sus arranques, podría haberte dañado un ala.

—Aunque así hubiera sido me habría obligado a volar así.

Hasta ese límite llegaba su odio por mí, al fin llegamos a los dormitorios y sin pensarlo más tomé mi cama debajo de la de Jackoda, sin fuerzas para esconder las alas o mantenerlas en su sitio, las deje libres cayendo por un lado de la cama, ocupando un buen espacio casi hasta la siguiente litera, el otro ángel soltó aire burlandose y subió a su propia cama.

—Eso demuestra que nuestro lado si es más amplio que el de ellos, tus alas caben prácticamente extendidas —dejo ver sus blancos y perfectos dientes asomándose desde arriba.

—Sabía que solo eras mi amigo por los beneficios que obtienes gracias a mí.

—Por qué otra razón lo sería entonces?— bromeó, y ocupó su lugar correctamente, usando de su magia para ocultar las las alas y dormir boca arriba.

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