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El avión aterrizó con éxito en Inglaterra, Camila bajó, con su maleta en la mano derecha y la cabeza gacha. Un hombre alto de color llevaba un pequeño cartel con su nombre, saludando cordialmente a la morena cuando ésta se acercó. Ninguno de los dos dijo palabra alguna, por lo que solo subieron al vehículo que él traía y partieron hacia el famoso internado, lugar donde estaría atrapada todo un año.

Sus padres fueron breves en la única llamada telefónica que le hicieron cuando Camila les escribió, indicándoles que ya había llegado a Inglaterra. El internado era hermoso, áreas verdes recién recortadas, un edificio increíblemente imponente y los alumnos parecían ser bastante amables. La directora le dió un pequeño tour, explicándole las reglas de la institución y entregándole su horario de clases.

Su habitación era simple pero espaciosa. Un baño privado, una cama, una mesa de noche, un buró y un clóset de tamaño aceptable. Camila arregló la recámara de forma mecánica, con su mente en blanco y tratando de ignorar los pensamientos oscuros que deseaban salir al exterior. Sollozó al terminar de organizar la alcoba, pensando en Lauren y también en todo lo que perdió.

Se sentía enferma y sin ningún entusiasmo para seguir adelante.

___ Buenas tardes ___ una mujer de rostro duro y cabello negro atado en una cola alta entró sin tocar la puerta, encontrando a Camila destrozada mientras lloraba ___ Aquí están sus uniformes ___ dejó las prendas sobre la cama y se retiró.

___ Ni siquiera puedo llorar... ___ susurró en voz baja, pero decidió tragarse sus lágrimas y reponerse. Debía aceptar lo que ocurrió, ya que fue su culpa y de nadie más. Esperaba profundamente que Lauren no estuviera siendo señalada, porque ella realmente no se lo merecía ___ Tengo que olvidarme de ella.

Esas palabras eran dagas para su corazón roto, pero no podía hacer nada. Lauren estaba decepcionada, había sido engañada y esa mujer nunca estaría con una persona como ella. Solo le mintió, la utilizó y creyó que sus mentiras iban a durar toda una vida. Era una niña ilusa jugando a ser adulto y todo le había salido increíblemente mal.

Sus padres no querían saber de ella y Camila lo entendía por completo. Traicionó su confianza en más de una ocasión y se burló de ellos al querer hacer lo que quisiera, pasando sobre sus reglas y autoridad. Organizó su habitación rápidamente y se acostó en la cama, pensando en todo lo que le vendría encima aquél año escolar. Pronto se graduaría, y debía esforzarse para hacerlo con las mejores notas del plantel.

Quería hacer lo que sus padres le pidieron, graduarse con buenas notas y obtener una beca completa. Siempre fue responsable en sus estudios a pesar de conocer a Verónica y dejarse guíar por ella en varias ocasiones, por lo que no dudaba que sus notas eran excelentes, solo tenía que seguir esforzandose y obtener una buena recompensa por ello.

Sus planes de quedarse en el país junto a sus padres y cursar la carrera en la misma ciudad para no alejarse de su familia se borraron rápidamente de su cabeza. Le daba vergüenza volver con ellos luego de todo lo que ocurrió, por ello se esforzaría el doble para obtener una beca en el país donde se encontraba actualmente y quedarse allí por el resto de su vida.

Su teléfono había sido decomisado, por lo tanto no tenía forma de comunicarse con Verónica, Gerard o Jeremy. Contaba con que Verónica le había informado a Jeremy lo ocurrido, ya que ella fue quién se enteró sobre el problema la última vez que fue al instituto. Jeremy sabía lo que ocurría, pero ninguno de ellos tenía idea de lo que pasó después.

No pudo decirle a nadie sobre su transferencia a Inglaterra y tampoco planeaba buscar la forma de decírselos. Dejaría todo atrás, se esforzaría y trataría de seguir con su vida lejos de todos los que ella amaba. La noche pasó rápido y al día siguiente la alarma de Camila sonó con insistencia.

Querida sobrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora