Baby, Please.

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00:00am Puerto Rico.

Gruesas cuerdas atadas a los postes de la cama eran tensadas por unos brazos musculosos, incapaces de liberarse de los complejos nudos que yo había formado. Alondra hizo un puchero mientras se preguntaba dónde había aprendido yo semejante habilidad.

El cálido resplandor de la lámpara de noche acariciaba mi piel. Mis labios brillantes se curvaron en una sonrisa, con los pechos a penas cubiertos por el sofisticado encaje. Francamente, alondra no sabía dónde mirar.

Mis dedos se extendieron sobre su ancho pecho mientras me sentaba horcajadas sobre ella, rozando lentamente su centro.

- Ah, mierda. - Alondra gimió.

- ¿Disfrutando del espectáculo? - Sonreí, arrastrándo lentamente mi sexo vestido sobre ella, sabiendo muy bien que podía sentir cada latido de mi adolorida vagina a través de mis finas bragas.

- S-sí, pero quiero tocarte, rai. - Dijo, con los ojos marrones entrecerrados observando los complejos detalles de mi atuendo mientras respiraba agitadamente.

Si el cielo fuera así, estaría cien veces contenta de morir.

Subí por su cuerpo hasta que mis rodillas quedaron a ambos lados de su cabeza. Tarareé con satisfacción mientras admiraba sus brazos, que estaban suspendidos con tanta belleza. Los músculos se relajaba y contraían a medida que ella se inquietaba debajo de mí.

Separé los muslos para que mi humedad quedara fuera del alcance de su lengua. Mis dedos manicurados dibujaron pequeños círculos sobre mi clítoris hinchado, dejando escapar ligeros gemidos que hicieron que la cabeza de alondra diera vueltas mientras le enseñaba más de mis pliegues empapados.

- ¿Te gusta tu regalo? - murmuré mientras apartaba mis bragas de encaje para meter dos dedos en mi vagina húmeda.

Creo que ni siquiera me oyó. Sus orbes castaño oscuro estaban vidriosos, sin pestañear y paralizados por los dedos que extendían los labios de mi bonito sexo justo sobre su boca babeante.

- ¿Mi nena quiere probar? - Arullé, sonriendo cuando tensó el cuello en un vano intento de alcanzar mi sexo húmedo. Mi entrepierna estaba justo ahí. Podía oler el dulce y familiar aroma de mi exitacion y eso la volvía loca.

- P-por favor... - Prácticamente lloriqueó.

- ¡Mmnff! - Se le pusieron los ojos en blanco cuando introduje mis dedos húmedos en su boca. La forma en que movió su lengua caliente alrededor de ellos hizo que me contrajera alrededor de nada. Gimió alrededor de ellos y los chupo hasta dejarlos limpios.

Con las yemas de los dedos, unté sus labios hinchados con su saliva y sonreí al ver la fina línea de baba que gotea por la comisura de sus labios.

- Buena chica. - Me lamí los labios ante el espectáculo que tenía debajo, aquella mujer arrogante reducida a un desastre que lloriqueaba y balbuceaba. Todo esto sólo por mí, y ni siquiera la he tocado todavía.

El sonido de la tela rascándose interrumpió mis pensamientos. Mis ojos se abrieron de par en par cuando miré hacia abajo y vi un trozo de la braga de la lencería entre los dientes de mi mejor amiga.

- ¡Eran caros! - reprendí.

- Amor, te compraré más, pero siéntate ya en mi cara. Por favor... - alondra me miro fijamente a los ojos, escupió la tela y abrió la boca. Su lengua rosada asomó con anticipación, con las pupilas dilatadas asomando entre sus espesas pestañas.

Acorte la distancia entre mi vagina y su boca hambrienta, su nariz se clavó en mi clítoris hinchado mientras su lengua se aplastaba sobre mis pliegues húmedos. Me agarré el cabecero para apoyarme mientras mis muslos temblaban y mis rodillas amenazaban con ceder. Obscenos y húmedos sonidos de succión llenaron la habitación, mezclándose con mis gemidos para formar una lasvica pieza orquestal, el nuevo sonido favorito de alondra.

Oír mis gemidos necesitados sólo la mareaban más, sus gemidos ahogados por mi vagina mientras más fluidos salían de su sexo adolorido.

- Me voy -hahh, me voy a correr, me voy a correr en tu boca. - Mi voz se entrecortó mientras intentaba recuperar el aliento. Mis dedos se dirigieron a mi clítoris mientras me tensaba alrededor de su lengua. Era implacable, me lamía y se negaba a desperdiciar una sola gota.

Volví a mover mis caderas sobre su cara durante un segundo orgasmo, mis sensibles paredes volvieron a tensarse mientras ella gemía pegada a mí. Temiendo que se asfixiara, me aparté.

- ¡No! Uno más... ¿por favor? - gimoteó alondra, jadeando con fuerza. Su voz sonaba casi patética mientras me suplicaba, con sus muñecas tirando de las cuerdas en señal de frustración. Su orgullo olvidado hacía tiempo, completamente eclipsado por lo mucho que deseaba más.

- Creo que ya es hora de que le prestemos un poco de atención. - Sonreí mientras me movía hacía abajo para colocar mi pelvis en su centro.

Oí un fuerte ruido seco.

En un instante, estaba de espalda, con las muñecas sujetas por encima de la cabeza por una gran mano. La sonrisa de mi rostro fue sustituida por la sorpresa al verme sorprendida. Los bordes deshilachados de la cuerda se deslizaron por las muñecas de alondra y dejaron al descubierto unas bonitas marcas rojas. Solté una risita al pensar que mañana tendría que explicarlas en el trabajo.

- ¿Qué es tan gracioso, princesa?

Su voz sonaba peligrosa cuando me levantó la barbilla para dejarme el cuello al descubierto. Rápidamente chupó mi piel hasta dejarla cubierta de manchas rojas y moradas, algo que tendré que explicar mañana en el trabajo.

Alineó la punta de sus dedos en mi palpitante centro, antes de tocar fondo con un solo movimiento. Mis ojos se abrieron y mi boca en un gritó silencioso.

- A-ah alo-!

- Esto es una venganza. - Me dijo al oído. - Por ser tan jodidamente provocadora.

- ¡Es demasiado...! ¡Más despacio! - Mis dulces súplicas no hicieron más que incitarla a acelerar el ritmo, con su palma chocando con mi clítoris.

Apretó su frente cubierta de sudor sobre la mía, mirándome fijamente mis desenfocados ojos.

Maúlle y gemí, cada sonido una octava más alta que el interior, mientras la punta de sus dedos rozaba mi cuello uterino.

- Mierda, amor, te sientes tan jodidamente bien... tan apretada...

He perdido la cuenta de cuántas veces he llegado al orgasmo. Sólo el magullado agarre de alondra sostenía mis temblorosas caderas. Tenía la cara pegada a la almohada, que ya estaba húmeda con mis lágrimas y saliva. Mis paredes entumecidas se cerraron en torno a sus dedos por enésima vez, sin habla y jadeando con fuerza, demasiado agotada para gemir siquiera en aquel momento.

Por fin sentí que mis paredes se cerraron completamente. Con unas cuántas embestidas más, enterré mi cara en el pliegue de su cuello, gimiendo su nombre mientras sentía mis fluidos caer por su mano.

- Te amo, princesa. - Jadeó con una sonrisa perezosa.

Me besó suavemente mientras mi cuerpo se desplomaba contra su cálido pecho.

- Te amo, alo. - Respiré mientras me dormía acunada entre sus brazos.

















M.

Midnights | railoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora