La Odisea de Winston

Capítulo IV - Mi amada Mary

Mientras Orbea se había ido, mi teléfono comenzó a sonar, observo el identificador de llamada y no reconocí el número. No me quedaba otra que contestar el llamado, apenas atendí, me quedé inmóvil como si me hubieran lanzado un hechizo de congelamiento, parecía un tonto, era una voz tan suave y serena, era Mary. Consiguió mi número por una de mis compañeras del curso, me invitó a ir mañana a la feria, tenía que recogerla a las 19. Sin pensar si tenía planes o no, le dije que sí, estaba muy emocionado.

-Respira Euribor, respira hondo, esto es genial no puedo creerlo, ella... ella me invitó a mí- me sentía el chico más afortunado del mundo, esto me hizo olvidar lo vivido hace un rato, la mano esquelética era cosa del pasado, ahora Mary era mi presente y tal vez mi futuro.

Todo este fantástico momento fue arruinado con la llegada de Orbea a mi habitación, mi felicidad se había desmoronado con su entrada, tenía un semblante de preocupación o de asombro, la verdad es que no puedo decirles cual era su cara en ese momento porque no lo recuerdo.

...

Me fui a la cama muy contento ansioso porque ya fueran las 19 para estar con la bella Mary, mientras pensaba en ella me había comenzado a dar picazón en el brazo derecho por lo que decidí dormir directamente. Al mismo tiempo que yo soñaba con Mary, Orbea se encontraba en la habitación de Lily observando el cielo desde la ventana esperando la llegada de alguien o algo.

¡Llegó el día! Solo faltaban horas para mí encuentro con Mary, y como no me quedaba otra tenía que decirle a Orbea que me iba a ausentar por un largo rato, apenas lo hice empezó a decir una y otra vez que tuviera cuidado y todo lo demás, ni siquiera era mi padre, ni mi madre para decirme que tenía que hacer o no; si le fuera posible me mandaría a una torre para encerrarme. No entiendo su actitud tan infantil en sobreprotegerme, necesitaba deshacerme de él, fue ahí que recordé quien era el más alto, eso significaba que Orbea no manda en mi casa o bueno en mi vida.

Levanté mi voz y le dije que no le haría caso, porque para mí todo lo que me contó es mentira, y que inventó esa historia para poderme hacer estudios y conseguir una conquista exitosa en mi planeta. Me fui de la habitación golpeando fuerte la puerta, dejando al inútil de Orbea con las ganas de contestarme y a Albur que me miraba raro.

...

(Lo que escriba ahora, corresponde a lo que me fue contando Orbea durante uno de nuestros viajes.)

-Albur, no puedo creerlo, los humanos son unos seres tan despreciables, y nosotros como unos completos ingenuos los ayudamos a prosperar, en darle conocimiento y tecnología. Los odió a todos, la única excepción es la pobre Lily que sé que tiene buenas intenciones y un futuro muy importante en el ámbito de encontrar cosas. Así que ruego a mis Yachts (dioses en nuestro idioma) que él no sea el maldito elegido- y antes de proseguir con más insultos hacia mi persona, su Ipic empezó a sonar, observó el visor y se dijo para sí mismo: -Ya está aquí, llegó antes así que Albur cuida el fuerte y guárdame algunas de tus croquetas.

Orbea salió por la ventana de mi habitación y se arrojó al piso, después de todo le gustaba rebotar, se fue hacia el bosque en busca de encontrarse con ese alguien.

En las cercanías de lo que había sido una nave espectacular para Orbea y que ahora era un desastre al estrellarse con el suelo, "ese alguien" se encontraba examinando la tierra en la que hace unos días se encontraba la nave de Orbea pero con mi ayuda la ocultamos para que nadie se sorprendiera al verla (no tengo que mencionar todo lo que hago ¿o sí?).

...

Era el hombre, así es un hombre, más feliz del mundo desde que llegué a buscar a Mary a su casa. Nos fuimos rápidamente a la feria. Pasamos la primera hora en esos juegos que te dan premios arrojando una pelota a botellas, con tal de darles todos los peluches que podía. En una de las tantas partidas, comencé a sentir un ardor en mis ojos, sin embargo disimule la molestia para impresionar a Mary y que viera que era alguien súper increíble, estaba ante una oportunidad única de tener novia.