Gavi
El sol de la mañana estaba más intenso de lo normal, o al menos así lo sentía yo. Me desperté sintiendo como si hubiera sido atropellado por un camión. Con cada movimiento, el dolor en mis músculos se intensificaba, como si mi cuerpo estuviera en contra de mí. Las piernas me pesaban, la cabeza me daba vueltas, y el simple hecho de respirar parecía una lucha.
Miré el reloj: las 8:45 de la mañana. Genial, ya estaba tarde.
Agarré el teléfono que estaba al lado de la cama y, antes de darme cuenta, ya le estaba escribiendo a Leonor.
Yo
Buenos dias
Hoy me siento fatal
pero igual tengo que ir al entreno.
No te preocupes, para la gala estaré perfecto.
Me quedé mirando la pantalla unos segundos, pensando si debería enviarlo o no. ¿Por qué le contaba esto a ella? Tal vez porque tenia el compromiso de la gala, que mi resfriado podria perjudicar. O quizás porque, de alguna manera, solo quería hablar con ella. Di un suspiro y apreté enviar.
El mensaje salió y me dejé caer de nuevo en la cama, cerrando los ojos por un momento, deseando que el malestar se fuera. Pero no tenía tiempo para sentirme así, y mucho menos para quedarme en casa. Las exigencias del fútbol no se detenían porque estuviera enfermo.
Mi teléfono vibró segundos después. Era Leonor, contestando con su típica rapidez.
Leo De borbón
¿Por qué no te quedas en casa?
No tiene sentido que te fuerces así.
Yo
Es solo un resfriado, nada grave.
Hablamos luego.
Apagué la pantalla y me levanté con esfuerzo, buscando la energía que normalmente tenía por las mañanas, pero que hoy parecía haberse esfumado. Me vestí como pude, y con cada paso hacia la puerta me replantaba la idea de quedarme.
A pesar de mis esfuerzos por seguir adelante, en el fondo sabía que la mañana iba a ser un reto, y tal vez, solo tal vez, debí haberle hecho caso a Leonor.
El entrenamiento fue torturoso, mis movimientos eran lentos y pocos precisos, mis oidos estaban sordos a las palabras del mister, me sentia fuera de si y por un momento pensé que no lograria conducir a casa.
Intenté mantenerme en el ritmo, pero sabía que no estaba rindiendo como debía. A mitad del entrenamiento, el míster se me acercó con ese ceño fruncido que solo ponía cuando algo no le gustaba. Ya me lo esperaba.
-Gavi, ¿estás bien? No has dado una hoy -dijo en tono serio, evaluando cada detalle de mi postura.
Me quedé callado un segundo, porque lo último que quería era admitir lo evidente: que no estaba bien. Pero mi orgullo no me lo permitía.
-Estoy bien, míster. Puedo seguir -contesté, intentando sonar firme, aunque mi voz sonaba más débil de lo que quería.
El míster me miró con esa mezcla de paciencia y autoridad que siempre usaba cuando sabía algo que yo no quería aceptar.
-No estás bien, Gavi. Vete a casa. Descansa, que para eso está el equipo médico.
Su orden, aunque justa, me hizo hervir la sangre. ¿Mandarme a casa? Justo cuando más necesitaba estar aquí. No quería parecer débil frente a nadie.
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Rumors | Leonor x Gavi
RomanceEn ocasiones, los rumores pueden ser el comienzo de una verdadera historia de amor.