Aura La
Mi discusión con Konrad hizo que me perdiera en una de las habitaciones con Dama. Hacía tiempo que no le cepillaba el pelo y el frío la había dejado más esponjosa. Sentada en el suelo, tomé el cepillo y empecé a pasarle suavemente por su pelaje blanco. Dama se recostó con un suspiro, disfrutando de la atención. Mientras desenredaba cuidadosamente los nudos, la tensión del pelaje comenzó a disiparse. La suave respiración de Dama y la repetitiva tarea de peinarla me trajeron una sensación de calma que no había sentido en horas.
Konrad tiene más perros alrededor de la casa. Muchos de ellos son temibles bestias: cuenta con tres Cane Corso adultos y tres Presa Canarios. Siempre están merodeando por los alrededores, sus presencias imponentes y sus temperamentos altos los hacen conocidos en la zona. Es por eso que Dama nunca sale de la casa. Aunque es una samoyedo dulce y amigable, sé que no podría competir con la fuerza y el carácter de esos perros. Prefiero mantenerla a salvo dentro, donde puede estar tranquila y feliz sin riesgo.
La empleada que me dirigía la palabra entró por la puerta y me notificó que tenía una visita. Al instante, me sorprendí. No tenía amigos, y Konrad jamás dejaría que alguien me visitara, incluso si los tuviera. La confusión se mezcló con la curiosidad mientras me dirigía hacia la entrada.
¿Quién podría ser?
¿Y cómo había logrado llegar hasta aquí con el permiso de Konrad?
La mujer de cabello rubio, esbelta, entró con una sonrisa en los labios y una tablet con funda negra en la mano. Tenía un estilo elegante, llevando una gabardina que caía perfectamente sobre sus hombros y tacones negros que resonaban con cada paso que daba.
Sus ojos, hermosos y brillantes, me observaban con una mezcla de amabilidad y determinación. Me quedé un momento paralizada, tratando de descifrar quién era y qué podía querer de mí. Su presencia irradiaba una seguridad y un misterio que me dejó intrigada.
—No quiero ser grosera pero no tengo idea de porqué está aquí —hable—¿Nos conocemos de algún lugar?
La mire extrañada.
—Me llamo Yarit y soy la representante de las casas de moda más importante — me sonrió — el señor Konrad quiere que la ayude a escoger ropa.
Relami mis labios.
—¿Al señor no le gusta mi forma de vestir? —le pregunte con sarcasmos — ¿esta es su forma de decirme?
La sonrisa de la mujer se borró de su cara al darse cuenta de mi reacción. Quizás pensó que me iba a poner feliz al imaginar que alguien quería cambiarme la manera de vestir, solo porque Konrad lo había ordenado. Pero no era así. La idea de que él controlara hasta mis ropas me llenaba de frustración. Suspiré y miré a la mujer, intentando mantener la compostura.
—Claro que no señora Archibald.
—No necesito que me digan cómo vestirme —le dije con firmeza—. Si esto es por Konrad, dile que no aceptó sus imposiciones. Y no soy un Archibald soy st James.
Ella parpadeó, sorprendida, y bajó la mirada a su tablet, como si buscara en ella alguna respuesta adecuada.
—Puedes elegir los diseños y prendas que quieras junto accesorios no me dio un límite.
—Típico de él—solté un suspiro— pero terminemos con esto, no pudiera importarme menos.
Me acerqué al carrito con la curiosidad latente en mis pasos. Estaba cubierto por fundas negras que ocultaban el contenido. Mis manos temblaron ligeramente al alcanzar una de las fundas, y con un suspiro que apenas reconocí como mío, comencé a bajar el cierre. La tela crujió bajo la presión de mis dedos, y a medida que la abertura se expandía, el misterio se desveló: vestidos de novia, blancos e inmaculados, uno tras otro.
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Cadenas Rotas (capítulos extras)
RomancePara leer los extras de cadenas rotas primero debes leer el libro Cadenas de placer y Cadenas Rotas que se encuentran en booknet