3 - El Debut Soñado... Casi

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El rugido del estadio retumbaba en mis oídos cuando el míster me llamó desde el banquillo. Mi corazón se aceleró de golpe. ¿Era mi momento? Después de tantos entrenamientos y tanta espera... Finalmente, el míster había decidido darme la oportunidad.

—Tn, vas a entrar —dijo el asistente mientras me pasaba la camiseta. Sentí la presión en el pecho. Respiré hondo y asentí, mirando a mis compañeros en el campo, que ya iban 3-1 abajo contra el Girona. Sabía que sería difícil, pero no imposible.

**Minuto 70**. Girona dominaba, con su defensa bien organizada y un juego controlado. El marcador no reflejaba la batalla que estaba ocurriendo en el campo. Nosotros luchábamos por cada centímetro, intentando encontrar una grieta en su sistema. Entré con una mezcla de nervios y adrenalina, sabiendo que cualquier oportunidad sería valiosa. **San Mamés** rugía como nunca, la afición alentaba incansable.

El balón no tardó en llegar a mis pies. La presión fue inmediata, pero solté el balón rápido hacia Muniain, que estaba moviéndose entre líneas. El Girona se mantenía firme, pero algo en su defensa me llamó la atención. Cada vez que Nico corría por la banda, atraía a dos defensores hacia él. Había un espacio en el medio, justo detrás de su línea de mediocampistas, que aún no habíamos explotado.

**Tenía que intentarlo**.

Corrí hacia Nico en una breve pausa.

—Nico, cuando recibas el balón, corre por fuera y luego corta hacia el centro. Voy a buscar a Muniain entre líneas. Si ellos se abren para cubrirte, ahí es donde podemos romperlos.

—Entendido —me respondió Nico, asintiendo con una pequeña sonrisa.

El partido se reanudó y, tal como lo habíamos planeado, Nico hizo su movimiento. Corrió por la banda, llevándose a dos defensores con él. **El espacio se abrió**. Justo como lo había imaginado. Recibí el balón en el medio campo y en un solo toque lo mandé filtrado entre dos defensores. Muniain, que ya estaba esperando la jugada, entró como una flecha al área.

Todo pasó en un segundo: el balón pasó entre las piernas del central, y Muniain, con una precisión quirúrgica, lo colocó en la esquina inferior. **Gol. 3-2**. La red se sacudió y el estadio explotó en un grito ensordecedor.

**Minuto 78**. Mi corazón latía con fuerza, y por un momento, me permití disfrutar de la euforia. **Mi primera asistencia en La Liga**, en mi debut. Mis compañeros corrieron hacia Muniain, pero antes de que pudiera celebrar demasiado, vi cómo el entrenador del Girona comenzaba a dar órdenes desde la banda. Señalaba y gesticulaba hacia mí. **Sabía lo que vendría**.

Girona no nos iba a dejar volver al partido tan fácilmente. Se reorganizaron, y de repente, cada vez que tocaba el balón, sentía la presión de varios jugadores encima. Intentaba moverme rápido, tocar de primera, pero las opciones desaparecían en segundos. **Todo había cambiado en cuestión de minutos**. Era como si hubieran diseñado una estrategia específicamente para cerrarme las líneas de pase.

—¡Vamos, Tn! —gritó Muniain mientras intentábamos avanzar de nuevo—. ¡Sigue moviéndote!

No me rendía, pero la frustración comenzaba a crecer. Perdí el balón dos veces seguidas. Girona había aprendido de nuestro gol y ahora no dejaban ningún espacio. **Minuto 85** y el tiempo se acababa. Mi mente iba a mil por hora, intentando buscar la forma de romper su presión, pero cada vez que recibía el balón, dos o tres defensores estaban sobre mí, forzándome a perderlo o retroceder.

—¡Mierda! —murmuré después de otra pérdida de balón. Estaba agotado mentalmente, y los minutos se deslizaban entre mis dedos.

Girona ralentizaba el juego. Hacían faltas tácticas, movían el balón de lado a lado, y el reloj seguía corriendo. Mi cuerpo se sentía pesado, y aunque mi cabeza decía que seguía intentándolo, **cada pase era más difícil de completar**. Intenté otra vez buscar a Muniain, pero esta vez, el defensa del Girona lo interceptó sin problemas.

**Minuto 90**. Tres minutos de añadido. Lo sabíamos: si no hacíamos algo en ese tiempo, todo acabaría. Intenté una última jugada. Recibí el balón cerca del centro del campo, avancé unos metros, esquivé a un defensor, pero antes de que pudiera dar el pase, un jugador del Girona me arrebató el balón con una entrada limpia.

**Pitido final**. **3-2**. Derrota.

Me quedé quieto, viendo cómo los jugadores del Girona celebraban y nuestros aficionados aplaudían a pesar del resultado. **La frustración me golpeó fuerte**. Había hecho una buena jugada, habíamos marcado gracias a esa asistencia, pero no fue suficiente. En mi cabeza, repasaba cada pase fallido, cada balón perdido. **No era suficiente con una buena jugada; necesitaba más**.

Nico se acercó, poniéndome una mano en el hombro.

—No te preocupes, Tn. Hiciste lo que debías, y esa asistencia fue clave —dijo con una sonrisa de aliento.

Asentí, pero en mi interior, las dudas me carcomían. Sabía que era joven, que tendría más oportunidades, pero no podía evitar sentir que, en este primer partido, **me había quedado corto**.

Mientras caminaba hacia el túnel de vestuarios, la voz del míster resonaba en mi cabeza: "Eres una promesa. Solo es el comienzo". Pero yo quería ser más que eso. Quería ser decisivo.

Miré el estadio una última vez antes de desaparecer en el túnel. **Este era solo el inicio**. Sabía que tendría más oportunidades, y cuando llegaran, estaría listo para no desaprovecharlas.

Puro y Perfecto - Emma Myers x TnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora