El derrocador del Flameante amante

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Hijirikawa-san y yo habíamos decidido dejar la mansión. El asunto de la letra nos tenía un tanto acomplejados y lleno de dudas, por lo que decidimos cambiar los aires, haciendo un viaje hacia unos antiguos montes, en donde se hallaba una cascada. Hijirikawa-san dijo que podría ayudarnos para poder encontrar "el camino"... específicamente qué camino, aún no podía responder concretamente a aquel cuestionamiento.

El viaje llevaba ya un tiempo de iniciado y con él, también había nacido una desesperante sensación. Me temía que este viaje en vez de despejar mi mente, podría nublarla mucho más de lo que ya estaba... Tal vez ese camino del que hablaba Hijirikawa-san, podría ser mucho más pedregoso de transitar que el que ya en este preciso momento mí atolondrado espíritu estaba transitando.

El tren que nos conducía hasta el lugar en cuestión se meneaba serenamente en las líneas, marcando ese tamborileante ruido metálico característico, al andar. Yo observaba por la ventana, apoyando de forma indiferente mi mentón en una de mis manos. La postal que daba el entorno me hacía sentir envidia. Tan natural expresión me hacía sentir falso y poco digno de pisar tan ingenuo lugar... ¿Por qué no podré ser real, así como lo que veo? ¿Por qué es que siempre he tenido que esconder lo que realmente siento? ¿Qué es lo que me lleva a mentirle hasta a mi propio reflejo? ¿Qué es lo que reprime a mi corazón a dar cuenta de esto que carcome mi alma día a día, segundo a segundo? ¿Por qué no poder crecer tan libre y sin complejo, así como esos árboles, quienes guían sus brazos solo para finalmente alcanzar el sol, su fuente de vida, su única razón de existencia? ¿Por qué no poder hacer lo mismo? ¿Por qué no estirar mis brazos para así alcanzar a mi única razón de ser, mi sentido de existencia, mi profunda inspiración, mi actual delirio consiente?...

Es cierto, suena mucho más fácil de lo que es, más aun tomando en cuenta que hay algo sumamente fuerte que me detiene, esa sensación impertinente de culpa, esa irracional sensación de traición a esa persona que, si bien es cierto no es algo completamente concreto, banalmente hablando podría categorizarlo como... como un inusual amante.

No puedo decirlo a ciencia cierta, quien realmente es mi fuente de cordura que impulsa a mi corazón a cantar todos los días. La dualidad de mis sentimientos me está agotando, dejándome sin fuerzas, apagando mi sensatez...

Otoya... Hijirikawa-san... ¿Quién es el verdadero camino?

La explanada verde de arboleda viva danzaba al son de la suave brisa que existía, dándome así la bienvenida de una forma pomposa y delicada. Esa vista, que tan imponentemente se manifestaba ante mis ojos, Intentaba a duras penas darme un poco de esa tranquilidad que daba a relucir. Así también las bandadas de pájaros silvestres que revoloteaban por doquier, dibujando en el cielo la silueta de las corrientes de aire que los ayudaba a mantenerse en lo alto, comenzaban a amainar esa sensación abrumadora y desequilibrante que había comenzado a apoderarse de mi corazón... Todo va a estar bien. Solo necesitaba un poco de tiempo para poder resolver el puzzle de sentimientos que había creado mi dubitativa alma. Solo necesitaba un poco de tiempo y... y responder algunos porqués...

Volví a sentir culpabilidad, pero esta vez fue aún más fuerte. Ayer por la noche Otoya sufrió las consecuencias de mi mente sedienta de respuestas. Mi jugada fue indecorosa, humillante, bestial... Mi jugada no pensó en él, siquiera pensó en su complacencia, sino más bien en la mía.

El superfluo pensar de Otoya me hacía suponer que él no comprendió a cabalidad lo que realmente hice ayer. Eso me tranquiliza, pero a la vez me hace pensar en cuan despreciable puede ser mi maquiavélico pensar al ser el deseo quien lo guía... Miré a mi lado y pegué la vista en el hombre durmiente que me acompañaba. Hijirikawa Masato dormitaba en su puesto hace ya bastante tiempo. Por una extraña razón se denotaba completamente agotado desde la mañana. Yo suponía que el estrés de nuestra actual posición había comenzado a causar estragos en su descanso nocturno... Hijirikawa-san, Masato. Tú me haces comportar de una forma tan errática, tan inmoral, tan errática y ruin que me intimida mi propio actuar. Dime, explícame con tu torbellino profético de palabras cómo es que al solo imaginar tu figura, mi cuerpo vibra en la frecuencia que reverbera sin pudor el apremio por tu piel. Intenta darme una respuesta lógica para este deseo irrefrenable de querer tocar tu cuerpo, con esa ambición burda de escribir con tinta hecha de placer y lujuria, la sinfonía perfecta que tan solo tu profunda voz podría crear, al son de mis delicadas caricias... Masato, obsesión de mis ojos, si supieras... si supieras que ayer por la noche vislumbre tu cuerpo semidesnudo sobre mi escritorio. Si te enterases de la impúdica acción que me llevó a realizar tu espejismo... Si comprendieras la desilusión que tuve que soportar al abrir mis ojos y dar cuenta de la dura realidad... Soy de lo peor. Nadie merece un castigo tan truculento... El amor que Otoya profesa por mí no es una falacia, sin embargo no es algo a lo que en este momento pueda corresponder abiertamente... Debo ser franco con mis sentimientos, y también debo ser claro con Otoya. Es obvio pensar que no es solamente él quien hace latir mi corazón.

Conociéndome al conocerte II: La resonancia de la discordiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora