Carta 79

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Querido chico:

En noches de lluvia, te lloré. Me aferraba al silencio que dejaste, a esa soledad tan profunda que parecía resonar con cada gota que caía. Eran noches interminables, donde lo único que acompañaba mis pensamientos eran los recuerdos de lo que fuimos y la ausencia que se sentía tan presente, tan viva.

Pasaron días tan grises que ni siquiera el sol me importaba. Las horas se confundían, y mi mirada estaba apagada, perdida en un horizonte que no ofrecía nada más que vacío. El ánimo, lo llevé siempre arrastrando, tan bajo como mis pies al caminar, sintiendo que cada paso era un recordatorio de lo que habíamos perdido.

Intenté buscar consuelo, lo intenté de verdad. Pero la terapia era absurda, los consejos de quienes querían ayudarme no llegaban a mi corazón. Nadie entendía, ni siquiera yo podía entenderlo del todo. Porque el dolor que sentía no tenía explicación lógica, era solo una herida abierta que no se cerraba, que seguía sangrando a pesar del tiempo que pasaba.

La ausencia de tu mirada recorría cada rincón de mi ser. Todo me recordaba a ti, a la forma en que solías mirarme, y la manera en que tus ojos hablaban sin necesidad de palabras. Esa ausencia, esa falta de tu presencia, de tu mirada cálida, era lo que más me dolía. Como si al dejar de mirarme, hubieras apagado una parte de mí.

S. A

Las cartas que nunca vas a leerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora