El rayo no elige, solo impacta. Los que sobreviven son los que aprenden a moverse en medio de la tormenta.
Del manual de la convergencia, sección 3
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El aire vibra con cada trueno, cada rugido de los Serafines mientras Aurelia y yo nos mantenemos en el aire, aferrándonos a la vida en medio del caos. Los relámpagos cortan el cielo, iluminando la brutalidad bajo nosotras: Serafines enfrentándose en una danza mortal. Las plumas metálicas chocan, desprendiendo chispas con cada embestida, y sus alas de energía brillan, bañando el campo de batalla con destellos cegadores. Todo alrededor es movimiento, un torbellino de fuerza y destrucción.
—¡Aguanta, Rory! —grita Aurelia, su voz apenas un eco en la tormenta, ahogada por el rugido de las bestias y el rugir del viento.
Mi cuerpo tiembla, las manos sudorosas resbalan en el arnés mientras me aferro a ella con todas mis fuerzas. No sé cuánto más podré aguantar. El Serafín de Aurelia se mueve con una agilidad que contradice su tamaño, zigzagueando entre los ataques de los Serafines oscuros que nos acosan desde arriba. Veo las garras de una de esas criaturas rozar el ala de nuestro Serafín, apenas esquivando por un suspiro lo que habría sido un golpe mortal.
Cada vez que Aurelia tira de las riendas, siento la vibración de su control sobre la bestia, pero también noto el cansancio en nuestro Serafín. Sus alas chisporrotean con menos intensidad, sus movimientos, aunque precisos, se vuelven más lentos. La tormenta parece estar drenando su energía a cada segundo que pasa.
Miro hacia abajo y el horror me golpea con fuerza. Los Serafines oscuros no solo atacan desde el aire; algunos ya están en tierra, arrasando con todo a su paso. Sus colas largas y afiladas barren el suelo, destrozando lo que encuentran, mientras sus garras desgarran a otros Serafines, dejando detrás cuerpos de jinetes y bestias mutilados. Es una carnicería. El barro del campo se mezcla con sangre, creando un lodazal resbaladizo y oscuro. Todo es muerte y caos.
—¡A la izquierda! —grita Aurelia, y me giro justo a tiempo para ver a uno de los Serafines oscuros abalanzándose sobre nosotras. Sus ojos rojos arden con una furia inhumana, y sus garras parecen a punto de rasgarnos.
El mundo se ralentiza por un segundo. No hay escapatoria.
Pero entonces, un rugido ensordecedor atraviesa la tormenta. Nuevas sombras caen desde el cielo. Refuerzos. Un grupo de jinetes, montados en Serafines de plumas que brillan con colores eléctricos, se lanzan desde las nubes. El viento los acompaña, moviéndose como una sola unidad, y por un momento, el caos se transforma en orden. Los recién llegados atraviesan la formación de los Serafines oscuros, golpeándolos con la fuerza de una tormenta desatada. El aire resplandece con el choque de alas y cuerpos, y el campo de batalla estalla de nuevo en violencia.
Uno de los refuerzos, montado en un Serafín dorado que destella como un relámpago, se lanza sobre nuestro atacante. Veo el brillo de su espada cuando impacta contra las garras del Serafín oscuro. La fuerza del choque es brutal. Las bestias rugen, sus cuerpos se entrelazan en una lucha salvaje mientras el jinete del Serafín dorado tira de las riendas, guiando a su criatura con una destreza imposible. Las plumas doradas vibran, su energía pura chisporrotea y envuelve al enemigo, que se retuerce y cae con un rugido desgarrador.
Sin embargo, los Serafines oscuros no retroceden. Por cada uno que cae, dos más descienden desde las nubes, sus ojos llenos de odio. El cielo está lleno de ellos, como si la tormenta misma los hubiera escupido.
—¡Vamos a morir aquí! —pienso, mi mente incapaz de procesar tanta violencia a la vez.
Aurelia tira de las riendas con fuerza, dirigiendo su Serafín hacia los bordes de la batalla, buscando un momento de respiro, pero las sombras no nos dejan escapar. Un Serafín oscuro, de alas rasgadas y mirada cruel, nos sigue de cerca, sus garras buscando el momento perfecto para atacar. Lo siento cada vez más cerca, el aire cargado de electricidad con cada aleteo suyo. El miedo me ahoga. No hay tiempo. No hay espacio para escapar.
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El despertar del relámpago
FantasíaRory Skye siempre ha sabido que en Nimbus, la ciudad flotante, solo los fuertes sobreviven. En su mundo, las tormentas nunca cesan, y los Serafines, criaturas nacidas del trueno y el relámpago, son tan temidos como venerados. Rory ha aprendido a viv...