Capítulo 2: El Banquete de la Unión

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Cerca de la medianoche, Mikasa ingresó al bosque de los susurros, aquel que queda a varios kilómetros de su aldea con una misión importante que cumplir: capturar al Menok, una criatura muy vieja, incluso más que los ancestros de ella y que vivía dentro de los árboles y rara vez salía de allí. Lograr un trato con este—aunque difícil—significaría poseer una fracción de su don y obtener años adicionales de vida libre de cualquier enfermedad y deterioro.

Un don, desde luego muy codiciado por los nobles, hechiceros, brujas y otros individuos que no veían el momento de conseguir alargar sus existencias y lograr alcanzar sus objetivos sean cuales sean.

—¿Estás segura de esto?—preguntó Armin a su lado. Sus ojos azules se notaban más opacos bajo la luz de la luna y su cabello rubio más oscuro y pajoso—. En dos días será el banquete de la unión, la celebración antes de tu matrimonio y si te atreves a faltar, sin duda los Grice te despreciaran si es que tu padre no lo hace primero.

Ella preparó sus armas y herramientas, enajenada de todo. Incluso cuando el espejo lunar sobresalió de su lona de cuero, volvió a ponerla en su sitio, no debía exponerlo aún.

—Mi padre me arrastraría al altar aunque lograra escapar al otro extremo de Paradis.—Rodó los ojos—. Solo tengo este último día para demostrar de lo que soy capaz, tal vez de esa forma reconsidere esta unión.—Empezó a caminar y él la siguió dudoso—. Yo ya hice mi tarea, así que atrapar al Menok no tendría que suponer un problema, espero.—Resopló con impaciencia al ver a su amigo—. Armin, deja ya de temblar como una maldita hoja

—Nunca has cazado nada como esto, solo criaturas menores, Mika, y el Menok no lo es. Además, ten en cuenta que han sido muchos los que han arriesgado sus vidas para atrapar a esa criatura sin éxito en siglos, ¿qué te hace pensar que tú sí lo conseguirás esta noche?—Sabía que no podría persuadirla de dejar aquel plan tan arriesgado desde que se lo comentó.

Mikasa se relamió los labios resecos y cuando ambos llegaron al centro del bosque, en dónde la zona se encontraba despejada de árboles, ella dejó caer su bolsa de lona.

—Créeme, ya pensé en todo y si no estuviera segura de que puedo hacerlo, no hubiera aceptado el trato con ese hombre rico de Trost, ofreció una cantidad interesante de bolsas de oro.—Sacó el espejo, pero lo mantuvo boca abajo—. Ahora es tu turno, sostén este espejo con ambas manos y cuando escuches el sonido de mi corneta, lo girarás y mantendrás boca arriba hasta que la luz de la luna llene toda la superficie del espejo.

Armin la observó pasmado.

—¿De dónde rayos sacaste eso?—Abrió la boca—. ¿El aquelarre otra vez?

Ella le dedicó una sonrisa inocente.

—Sí, otra vez.—Se encogió de hombros—. Sasha se lo robó a su tía abuela, pero le aseguré que se lo devolvería muy pronto.

—Estás loca.—Negó con la cabeza—. ¿Qué harás tú mientras tanto?

Mikasa sacó de su bolsa de lona unas hojas secas marrones y cafés. Armin se tapó la nariz y le sobrevino una arcada.

—Si la información recolectada durante décadas por el clan Ackerman y escrita en ese libro que mi padre tiene muy bien guardado no se equivoca, entonces el aroma de estas hojas lo atraerán, su olfato es diferente al nuestro.

—Ya lo creo.—Al ver como ella se alejaba, dejándolo solo allí, le empezaron a temblar las rodillas, pero sostuvo el espejo con firmeza y se obligó a mantenerse firme—. No tengo miedo, no tengo miedo.

Y aquel fue su mantra personal durante largos minutos.

Y aquel fue su mantra personal durante largos minutos

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LA DANZA DE LOS DESTINOS | EreMika AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora