Capítulo 15: Ciclo lunar

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Sasha abrió los ojos con dificultad. El molesto pitido en sus oídos le impidió notar de inmediato dónde o con quién se encontraba.

Un leve gorgoteo la hizo mantener la lucidez temporal, pero luego notó que tenía la ropa ligeramente húmeda, así como el cabello pegado a la frente y al cuello; del mismo modo, reparó que donde se había encontrado descansando durante sepa quién cuantos días, era una cueva con piedra lisa y acuosa. Un par de metros más allá, una cortina de agua caía con fuerza y la brisa de la primavera ocasionaba que las ramas de los árboles cercanos se mecieran en dirección al sur.

En ese momento, la corriente de agua de la cascada, así como la exagerada quietud, fueron interrumpidos por el batir poderoso de un par de alas que no dudaron en ingresar en su dirección.

Sasha entreabrió los ojos y trató de incorporarse, pero el cuerpo no le respondió de inmediato, así que permaneció aupada contra la roca debajo de ella, observando como el ave, no, era un búho nival, su búho, que se posicionó sobre otra roca a pocos metros de ella, la observó momentáneamente con esos ojos dorados tan suyos y emitió un ligero chillido, como una especie de saludo hacia su ama.

—Eres tú...—En ese momento se sintió tan tonta por no haber decidido colocarle un nombre desde el primer momento en que su abuela se lo dio. Su abuela—. Esto debe tratarse de una pesadilla.

Juntó las piernas y se las llevó hacia el pecho; sus dientes no evitaron castañear un poco por la humedad de sus ropas, pero no le importó. No cuando todos los recuerdos de la masacre a su gente vinieron a sus memorias y le cayó como una roca gigante encima.

—¿No quedó nadie?—preguntó, aunque sabía que sería inútil, el ave no le respondería. Sin embargo, para su sorpresa, lo observó emitir otro chillido, uno que denotaba una cierta negativa y luego movió la cabeza de un lado a otro—. Ya veo, entonces solo quedo yo.

Apretó los puños y sintió como una oleada de furia se apoderaba de ella, que iba dirigida especialmente a esa horda de hombres uniformados que las habían asaltado por sorpresa durante el ritual de la noche del éxtasis carmesí, precisamente en el momento final cuando se encontraban tan vulnerables, eso era sin duda de cobardes.

—Ese hombre—masculló. Su mirada fija en el agua que caía más allá—. No sé cómo, no sé por cuánto tiempo, pero sin duda estuvo vigilándonos muy de cerca y aquel otro hombre.—Al que las centinelas del aquelarre habían encontrado merodeando y encerrado para el sacrificio de sangre a pedido de su abuela...—. Aquel solo fue una mera distracción, todo pensando muy calculadoramente y con plena conciencia.

«Cazador de brujas».

Nunca había visto uno, pero si había oído hablar de ellos. Pero según los relatos de su abuela y las demás brujas de otros aquelarres, hacía más de 20 años que mataron a la última familia, a menos que él...

—Un cazador nunca deja su trabajo a medias, sin terminar.—Se puso de pie con dificultad, las rodillas temblaron—. Si mis suposiciones son correctas...—Avanzó a paso lento hacia la entrada de la cueva—. Ahora mismo debe estar buscándome.

El chillido de búho hizo que desviara la mirada y, a pesar de todo, le dedicó una cálida sonrisa.

—No sé cómo lo hiciste, pero gracias.—Le agradeció por haberla salvado, porque en medio de aquel exterminio, incluso ella no supo cómo es que fue capaz de escapar, pero por los vagos recuerdos que tenía, es que se acordó como alguien la tuvo cargada en brazos mientras corría alejándose de allí.

Y, como si el ave intuyera sus pensamientos, agitó las alas con fuerza y Sasha retrocedió unos cuantos pasos mientras su corazón empezaba a latir desbocado al advertir como su búho empezaba a deformarse, cambiar de tamaño. Pronto su ala derecha careció de plumas y se alargó en una extremidad humana, lo mismo con la de la izquierda; posteriormente, las inferiores, convirtiéndose en un par de piernas fuertes. Cuando volvió a mirar a la cabeza emplumada, descubrió que había sido sustituida por una cabeza humana, una con escaso cabello.

LA DANZA DE LOS DESTINOS | EreMika AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora