Primer encuentro

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He tenido autismo toda mi vida.

Imaginen la sorpresa de mis padres cuando descubrieron que su heredero, su único hijo, tenía una enfermedad muggle. Y no cualquier enfermedad, era un trastorno muy común en el mundo de los no mágicos.

Cuando recibí la noticia, no pensé mucho. En realidad, no me afectó, ¿cómo podría sentirme mal por algo que he tenido toda mi vida y ya era parte de mí? No podía molestarme por ese diagnóstico.

Hace tiempo mis padres me decían que debía ver mi vida como negro o blanco. Los pura sangres éramos los blanco, por decirlo de alguna manera, ya que teníamos oportunidades que otros magos y brujas no tenían y eso era gracias al dinero. Luego, los negros eran los mestizos y sangre sucias. Un concepto muy obtuso cuando me lo explicaron a los cuatro años. En mi pequeña cabeza todos éramos iguales. Lo que valía verdaderamente de una persona era la actitud y la personalidad con la que se desenvolvia en el día a día y como ésta se enfrentaba a cada problema que surgía.

Es por ese motivo que esa metáfora de blanco y negro yo no le presté mucha atención, y menos el día en que Lucius, desesperado por no saber lo que tenía, acudió (pese a todas sus creencias) a un doctor muggle. Así que cuando supe que tenía autismo, este trastorno me abrió las puerta a un mundo lleno de colores. Donde no todo era dividido en dos polos, ya que a veces una persona podía irradiar miles de tonalidades.

Yo era muy bueno para descifrar esos colores.

Mi infancia no fue la mejor. Mis rabietas y acciones debido a mi TEA causaron que muchas personas se alejaran de mis padres y debido a mi poca habilidad para comunicarme, dejaran de invitarlos a los actos sociales que antiguamente asistían. A pesar de toda la mierda que recibí cuando era niño, pensé que mis padres lo aceptarían y me apoyarían.

Me equivoqué.

Mamá se fue cuando tenía cinco años y no entendía el por qué su hijo se quedaba mirando por horas su carro favorito y empezaba a gritar de la nada. No la podía culpar. Lo último que me dijo directamente a la cara fue "Arruinaste todo por lo que he luchado, gracias" y luego empezó a buscar sus maletas cuando Lucius la encontró lista para dejarnos.

A pesar de su abandono, no le tengo rencor.

Soy muy inteligente para mi edad, y como ya sabía leer, encontré en un libro donde dice que muchas personas cuando reciben una noticia realmente impactante y mala, no pueden aceptarla. Así que supuse que Narcissa no podía con toda la mierda que conlleva tener un hijo que era una carga.

"No eres ninguna carga, ya te he dicho que eres alguien maravilloso y muy inteligente. Tus habilidades serán la clave de tu triunfo cuando seas grande"

Esas palabras siempre venían con una sonrisa de mi padre cuando me las decía en un día particularmente malo en mi vida y veía que empezaba a golpearme la cabeza o balbucear sobre no ser suficientemente bueno para retener a la mujer que me dio la vida.

Y ahí venía mi otra incógnita.

Cuando mi madre se fue, no me dolió.

Bueno, mejor dicho, no me dolió como yo esperaba. Sí, lloré hasta acabar con una gran cantidad de lágrimas, pero no sentí las emociones que los libros relataban cuando se pasaba por una gran pérdida.

La razón era Lucius.

Papá intentó hacer todo lo que pudo. Se especializó en el tema, envió a miles de doctores para verme y decir lo que yo, con solo cinco años ya sabía, que era un trastorno que no se curaba, solo se podía aprender a vivir con ello.

Y yo estaba bien, siempre había tenido mis problemas y mis maneras de canalizar mis emociones cuando sentía que venía un día malo, podía con esto.

Después de todo, yo era Draco Malfoy.

Una bonita cicatriz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora