💛 VIII

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En tanto Enrique aguardaba que Daniel despertara, notó la cantidad de llamadas perdidas y mensajes de WhatsApp que tenía su celular silenciado, el cual cada rato vibraba y brillaba. Finalmente se atrevió a atender, le contó lo ocurrido a los amigos de Daniel y les dijo cómo hallar la dirección. Por fortuna, Nahuel había salido con el auto, así que se ofrecieron a llevar a su amigo omega a casa.

Al saber que ya estaban en camino, Enrique comenzó a hablarle sutilmente a Daniel para despertarlo. Poco a poco, los párpados del omega se despegaron y por fin se enfocó en el alfa que cambiaba su expresión preocupada a una de alivio.

Tanto la fiebre repentina como el aroma intenso habían aminorado y ahora se mantenían en una frágil estabilidad.

—¿Te sientes mejor? —preguntó el alfa en un tono suave que hizo sentir calentito el pecho del omega.

Daniel se enderezó sobre su cuerpo de lado y encaró somnoliento a su amigo.

—Sí, gracias... ¿Vos estás bien? ¿No quedaste afectado?

—No, tranquilo. Aplicamos el inyector a tiempo y fue realmente potente, así que no tuve proble...

—¡Ah, yo sabía! —Daniel terminó sentado de golpe—. Esa mierda me iba a desmayar, ¿viste que te dije?

—¡Sí, perdón! —Enrique se inclinó escondiendo su cara entre sus manos—. Perdón, la verdad es que sí, no pasó ni un minuto que desfalleciste. Discúlpame.

—¿Y por qué me pedís perdón vos? —cuestionó Daniel y Enrique se sintió atrapado espiando entre sus dedos—. Si esa medicina es así de fuerte, entonces no es tu culpa, boludo... Podés seguir llorando todo lo que quieras —Le sonrió y extendió su puño débil en el hombro ajeno hasta chocar.

Enrique despejó su rostro y le devolvió una sonrisa que, pese a que quería mostrarse relajada, delataba algo más en el fondo que Daniel no pudo descifrar.

En tan solo unos minutos, sus amigos llegaron al lugar así que Enrique y Daniel pidieron salir del cuarto. Como habían tardado alrededor de una hora, el alfa fue a pagar lo correspondido y finalmente dejaron el edificio. Daniel advirtió que luego le devolvería el dinero, pero el alfa insistió en que no habría problema.

Milo y Nahuel estaban impactados por conocer en persona a ese alfa que hasta el momento no tenían otra prueba de su existencia que no fuera su enigmático aroma en la ropa de Daniel. Se presentaron y la pareja le agradeció por cuidar de su amigo.

—Le voy a romper las bolas a Daniel para que te avise cuando lleguemos a su casa —dijo Milo asomándose desde la ventanilla del auto en el asiento de atrás donde estaba sentado junto al otro omega.

—Se los agradecería mucho —Enrique se mostró risueño saludando con su mano—. Cuidense en el viaje, por favor.

—Obvio, gracias de nuevo por cuidar a este mamerto.

—Mamerto tu culo, gil —farfulló Daniel cruzado de brazos con los ojos cerrados intentando dormirse.

—Ah, para bardear sos rapidito, ¡pero para avisarle a tus amigos que te sentís mal...! —De repente Milo empezó una exagerada escena de celos.

Entonces fue Nahuel el último en asomarse para despedir al otro alfa.

—Un gusto conocerte, gracias por cuidar a Dani. Qué bueno que seas su amigo —comentó genuinamente.

Enrique se sonrojó un poco por el halago, no entendía por qué se sentía como si estuviera conociendo a los «padres» de Daniel en vez de a sus amigos.

—Realmente no es nada, es lo mínimo que podía hacer por él. Bien, vayan con cuidado —Enrique se inclinó para mirar hacia dentro y esperó ser correspondido por Daniel.

Ojitos de sol no deberían llorar • [BL/Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora