💛 II

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Daniel se sintió sumamente asqueado cuando, luego de tener que sofocar su calor por sí mismo, recibió el mensaje de ese tal Enrique dejándole el cuestionario. No respondió en ese momento.

Fue extraño para él. Ni Daniel ni ese tal alfa mostraron conmoción mientras charlaban, pero por algún motivo sus feromonas reprimidas con la potente y nueva medicina se estaban filtrando ante un estímulo conflictivo, un presentimiento que lo angustiaba en tanto veía a Enrique sonreír... No lo soportaba, no lo veía genuino. No era genuino, ¿verdad?

¿De qué otra manera hubieran reaccionado sus feromonas si no se trataba de que ese alfa ocultaba algo para provocarlas?

Recordó lo que le dijo la doctora, posiblemente sus feromonas compatibilizaban bastante con alguien de la universidad, que podía ser cualquiera, incluso más de una persona. No podía asegurar que fuese el culpable del accidente de aquella vez, pero ahora sospechaba que ese tal Enrique al menos sí era compatible.

Y para Daniel, ser compatible con un alfa era un dolor de cabeza. Yendo al punto, odiaba no poder controlar al cien por ciento sus reacciones químicas o su instinto, odiaba tener que andar cuidándose el doble y muriendo de estrés de solo saber que ese alfa compatible pudiera estar cerca, y odiaba perder la razón durante su periodo. Dios, odiaba sentirse una mota de polvo al lado de un diamante: la sensación de ser vulnerable, pequeño, lascivo, manejable... y descartable. Le daba miedo estar tan expuesto.

Sabía que era dañino decírselo a sí mismo, pero en circunstancias donde recordaba vivir en un barrio de emergencia, en una casa minúscula, con una familia de seis donde la intimidad era casi nula, donde no era el único apestando feromonas y teniendo que hacer gastos inmensos para tener una inserción promedio en la sociedad, simplemente odiaba ser omega.

—El baño ya está libre —anunció saliendo de ese pequeño cuarto ya vestido de entrecasa y secándose la cabeza con una toalla—. Pa, ¿te pongo el agua para que te bañes ahora?

Su padre era también un omega, pero marcado, que forzosamente rompió su vínculo con un bastardo alfa que nunca quiso hacerse cargo de los mellizos. Delgado y con expresión siempre cansada por trabajar tanto en una obra de construcción para ganar poco.

Daniel no solía acordarse de él saliendo o llegando con prendas que no estuvieran salpicadas con cemento.

—Sí, mi rey —Se estiró sobre sus hombros haciendo tronar algunos huesos en el proceso, pero rápidamente volvió a su posición—. Uf, tengo que tener cuidado de que no me dé un calambre —Y rio contagiando a su hijo.

—Dale, ya lo hago.

—Ah, Dani, ¿fuiste a la facu? ¿No te dijeron nada de las faltas?

—No, pa, si es por el celo lo tengo permitido.

—Ah, cierto, cierto.

Su padre se levantó de la silla y se metió a su pequeña habitación. Aquella se dividía al medio por un placard y una cortina para limitar el espacio de los mellizos con su cama litera y el de su papá con su sommier de una plaza.

Daniel supuso que se fue a preparar la muda y salió al patio para cargar el agua en un tacho grande de pintura que luego alzó para recargar el tanque de agua eléctrico y volver a enchufarlo.

Al terminar, su papá se quedó esperando y tomando mate en la cocina mientras miraba la tele, y Daniel se fue acostar en su cama, la de abajo. Se puso a ver el celular aprovechando los pocos minutos de paz que le quedaban antes de que volviera su tía a casa con sus tres primos del acto escolar de uno de ellos.

Vivían todos amontonados porque ella tuvo la mala suerte de perder todo también por un alfa.

Solo uno de sus primos tenía poco más que la edad de Daniel y su melliza, los otros dos aún iban a primaria cuando quedaron en la calle, así que su padre se las ingenió para dejarle su habitación y de esa manera cada familia dormía en un pequeño cuarto.

Ojitos de sol no deberían llorar • [BL/Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora