4: Todavía - I

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Para Fer:

Han pasado ya dos semanas desde que decidiste marcharte, y aún no entiendo cómo he soportado tanto dolor. Las noches se han vuelto interminables y frías sin tu presencia, sin el calor de tu cuerpo junto al mío, sin el consuelo de tus palabras, sin ese amor que prometimos sería para siempre. Me encuentro envuelta en un vacío que no logro llenar, una ausencia que pesa en cada rincón de esta casa que una vez compartimos.

Me sigo preguntando, una y otra vez, qué fue lo que te llevó a irte, qué razón te motivó a dejarme aquí, sola, perdida en el caos de lo que éramos. Siempre dijiste que yo era el amor de tu vida, ¿entonces por qué? ¿Por qué te fuiste, Fernanda? No logro entenderlo, y quizás jamás lo haré. Pero lo que sí sé, y lo que permanece firme a pesar de todo, es el amor que aún te tengo. Ese amor que, aunque ahora se tiñe de tristeza y confusión, sigue intacto, como si nunca hubieras partido.

He derramado tantas lágrimas por ti que a veces siento que me he quedado vacía, como si no me quedara más por llorar. Y aun así, nada cambia el hecho de que lo único que deseo, cada segundo de cada día, es que vuelvas. Que estés aquí, conmigo. Porque, de algún modo, creo que la vida tiene que ser justa. Creo que un día volverás, ya sea para darme una explicación o para intentar reparar lo que se ha roto entre nosotras. Y en el fondo, deseo con toda mi alma que sean ambas cosas.

Isabel dice que debería dejar de escribirte, que estas cartas no tienen sentido porque jamás llegarán a tus manos, porque tal vez nunca regreses. Y quizás tenga razón. Quizás nunca las leas. Pero escribirte es lo único que me queda, es la única manera que tengo de mantenerme conectada a ti, de sentirte un poco más cerca aunque estés lejos.

Es imposible olvidarte, Fer. Cada rincón de mi vida está impregnado de ti: en los lugares que solíamos visitar, en las canciones que cantabas cuando pensabas que no te escuchaba, en el aroma de tu perfume que aún se aferra a las sábanas. Eres imposible de borrar, incluso si lo intentara. Y aunque sé que la vida sigue, que debo aprender a vivir sin ti, no puedo evitar esperarte.

Realmente espero que estés bien, que te hayas dado cuenta del error que cometiste al irte sin una palabra, sin siquiera una despedida. Espero que entiendas que todos cometemos errores y que todos tenemos la oportunidad de aprender de ellos. No dudo que tú también lo harás, que en algún momento te darás cuenta de que tu lugar está aquí, conmigo.

Quizás te asuste volver, quizás pienses que no te recibiré después de todo el dolor que me has causado. Y sé que muchas personas no lo harían. Que para cualquiera, esta herida sería motivo suficiente para cerrar la puerta para siempre. Pero yo no soy cualquiera. Mi amor por ti es más grande que el dolor, y siempre estaré aquí, con los brazos abiertos, por si algún día decides volver.

Con amor,
Tu May

Mayte cerró su diario con un suspiro pesado, dejándolo a un lado sobre la mesa, justo cuando la puerta de su habitación se abrió con un leve crujido. Isabel, su hermana, apareció en el umbral, mirándola con la preocupación evidente que siempre la acompañaba en esos últimos días.

Sus ojos recorrieron el cuarto hasta detenerse en Mayte, sentada en ese viejo sillón, el mismo donde pasaba horas escribiendo. Sabía lo que estaba haciendo, lo había visto innumerables veces en esas dos semanas.

—Nunca te cansarás de escribirle, ¿verdad? —preguntó Isabel con suavidad, cruzando la habitación para sentarse en la cama frente a su hermana.

—Sabes perfectamente la respuesta —contestó Mayte, sin molestarse en mirarla, levantándose del sillón y dirigiéndose hacia su closet. Abrió la puerta con cierta impaciencia, rebuscando entre las prendas.

Mil Formas de Quererte - RelatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora