10: El amor de mi vida

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Las luces del escenario comenzaron a apagarse suavemente, una a una, mientras los últimos acordes de la música resonaban en el teatro. Las cinco cantantes, aún envueltas en la adrenalina del show, levantaban las manos al público, lanzando sonrisas y besos al aire, agradeciendo con genuina emoción el apoyo que habían recibido durante todo el concierto.

Los aplausos no cesaban, y el entusiasmo de la audiencia llenaba el lugar, haciendo vibrar las paredes del teatro con cada ovación. Lentamente, las cinco dieron sus últimos pasos sobre el escenario, bailando al ritmo de los murmullos finales de la canción con la que cerraron el show.

Finalmente desaparecieron detrás del telón, cubiertas por los gritos y aplausos ensordecedores que las despidieron. Al cruzar al otro lado, fueron recibidas por los miembros de su equipo con abrazos, sonrisas y palabras efusivas de admiración. El pasillo tras bambalinas estaba lleno de emociones.

Todos se apresuraban a felicitarlas mientras las guiaban hacia una sala apartada en la parte trasera del teatro. Allí, una sorpresa cuidadosamente preparada las esperaba: una gran mesa adornada con exquisitos bocadillos, una selección variada de vinos y licores, y un ambiente íntimo donde podían relajarse después del espectáculo. Amigos cercanos, compañeros del medio artístico y familiares que habían asistido al show, las esperaban con ansias.

Apenas llegaron a la sala, fueron recibidas con una ovación, aunque mucho más privada que la del teatro. Cada una fue rodeada de abrazos cálidos, felicitaciones y palabras de admiración. Había una energía palpable en el ambiente, y las risas se entremezclaban con los brindis que ya comenzaban a resonar.

Las cinco se movieron entre los invitados, agradeciendo a cada persona que se acercaba, compartiendo la felicidad que aún vibraba en sus cuerpos. Se sentía la euforia del triunfo, una mezcla de alivio por haber terminado con éxito el show y la emoción por lo que venía: unas merecidas semanas de descanso.

A medida que avanzaba la noche, el ambiente se fue volviendo más relajado. Isabel, Ilse, Mimi, Mayte y Fernanda, ahora con copas de vino en mano, se dispersaron en pequeños grupos, conversando tranquilamente mientras disfrutaban de la compañía y de las anécdotas que surgían con cada nueva risa.

Era evidente que, aunque el logro profesional las llenaba de alegría, todas compartían un deseo común: el descanso. Los últimos conciertos habían sido intensos, agotadores, y lo que más anhelaban ahora era desconectar del ajetreo y disfrutar de un respiro. No tenían planes concretos todavía, pero la idea de unas vacaciones comenzaba a tomar forma en sus mentes.

El tiempo pasó rápidamente, y, con la energía del concierto ya agotándose, una a una empezaron a despedirse. Las cinco regresaron al hotel, caminando juntas por el largo pasillo que las llevaba a sus habitaciones. Entre risas, comentaban los momentos más emocionantes del show, pero la conversación pronto giró hacia las próximas vacaciones.

—Oigan, niñas —dijo Ilse, con una chispa de entusiasmo en los ojos mientras las miraba—. ¿Y si nos vamos de viaje juntas estas vacaciones?

—Muy buena idea, güerita —respondió Isabel, mirando a sus otras compañeras—. ¿A dónde iríamos?

—Pensemos en eso después. Estoy muerta de cansancio —dijo Fernanda, soltando un largo bostezo, cubriéndose la boca con una mano.

Las demás rieron con suavidad y asintieron. El día había sido agotador, y ya todas sentían el peso del cansancio en sus cuerpos. Sin embargo, Mayte, que había permanecido en silencio durante la breve charla, no podía dejar de pensar en la idea del viaje. Aunque adoraba viajar, la perspectiva de pasar días enteros rodeada de sus compañeras no le resultaba tan atractiva como al resto.

Mil Formas de Quererte - RelatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora