5: Todavía - II

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Fernanda subió al coche con el rostro empapado en lágrimas, sintiendo su corazón latir desbocado, golpeando con fuerza contra su pecho. Su respiración era errática, y a cada segundo que pasaba, la realidad la hundía más en el abismo del pánico. No era solo el esfuerzo físico de haber corrido tanto, sino la imagen imborrable de Mayte siendo atropellada. Necesitaba respuestas, necesitaba saber si Mayte estaba bien, si seguía con vida.

Golpeo con fuerza el volante, rompiendo el silencio en el coche con un grito desgarrador, lleno de frustración y dolor. No le importaba nada en ese momento, ni su propia fragilidad ni las advertencias del doctor. Solo quería saber cómo estaba su esposa.

Condujo casi a ciegas, las lágrimas nublando su visión, hasta que llegó a su casa. Salió del auto apresuradamente y entró corriendo, sin dejar de llorar.

—¡Mimi! ¡Mimi! —su voz estaba rota, su garganta rasposa por los sollozos.

Mimi apareció rápidamente, alarmada por la escena.

—¡Fernanda! ¿Qué pasa? ¿Dónde estabas? —preguntó, acercándose a ella con evidente preocupación.

—Mayte... la atropellaron... —respondió Fernanda con la voz entrecortada, sus manos temblaban mientras intentaba calmarse lo suficiente para explicar—. Necesito saber cómo está, por favor, Mimi... averígualo.

—¿Cómo que la atropellaron? ¿Estabas con ella? —preguntó con tono preocupado, tratando de entender.

—No, no estaba con ella... fui a verla, pero cuando me vio, salí corriendo... y ella... ella fue detrás de mí... y... y la atropellaron —explicó Fernanda, su cuerpo sacudido por los sollozos, las palabras saliendo a trompicones.

Mimi respiró hondo, su rostro cambiando de preocupación a frustración.

—Te lo dije miles de veces, Fernanda... tenías que dejar de ir a verla. Si querías alejarte, ¿por qué sigues espiándola? —le recriminó, su tono severo, pero lleno de dolor por ver el sufrimiento de su amiga.

—¡No estoy para tus reclamos, Mimi! ¡Necesito saber cómo está mi esposa! ¿Me ayudarás o tendré que hacerlo yo sola? —gritó, llevándose la mano al pecho, su respiración volviéndose cada vez más errática.

—Te voy a ayudar, Fernanda, pero tienes que calmarte. Sabes que el doctor dijo que no puedes recibir emociones fuertes —le recordó, acercándose a ella con cautela.

Fernanda negó con la cabeza, su cuerpo comenzando a ceder al cansancio y al estrés.

—No me importa lo que dijo el doctor —murmuró Fernanda, su voz apenas un susurro debilitado, entrecortado por las lágrimas—. Solo me importa Mayte...

Y antes de que Mimi pudiera reaccionar, el cuerpo de Fernanda se desplomó al suelo, inconsciente. El pánico se apoderó de Mimi, quien rápidamente corrió por su celular para llamar al médico de Fernanda.

Semanas atrás, Fernanda había sido diagnosticada con insuficiencia cardíaca progresiva. Al recibir la noticia, el peso de la realidad la aplastó. Sabía que esta enfermedad iría debilitando lentamente su corazón, robándole poco a poco su energía y su fuerza de voluntad.

Los médicos le advirtieron que cualquier tipo de estrés emocional o esfuerzo físico podría empeorar su condición, llevándola al límite. Fue en ese momento que Fernanda tomó la decisión más dura de su vida: alejarse de Mayte.

No quería que su esposa tuviera que presenciar cómo su salud se deterioraba poco a poco, cómo se volvía más débil con el tiempo. Sabía que Mayte no soportaría ver eso, y por ello solo se lo confesó a Mimi, su mejor amiga, quien la ayudaba a sobrellevar la enfermedad y vivía con ella en una casa heredada por los padres de Fernanda.

Mil Formas de Quererte - RelatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora