Las mariposas negras, esas, que fuero testigo de tu despedida, mientras yo lloraba en mi interior, y intentaba desviar mi mirada de tu espalda que prontamente se alejaba y que me otorgaba la desdicha de mis felicidades, que hacia recordar todo lo que tú y yo construimos con amor.
Y los recuerdos, cada uno de ellos, pasan lentamente, y hace que cada segundo sea eterno y tormentuoso.
Y cada vez que vea mariposas negras, sabré que nunca me amaste, porque si me hubieras amado nunca habrías de lastimarme como lo hiciste, nunca hubieses volteado la espalda para decirme "Adiós",