Mateo.
Dejé que el humo del porro recorra mi garganta, y controlando el movimiento inconsciente de mis manos, las apreté en la baranda del balcón para tratar de bajar un poco los humos.
Todo me daba indicio a que, si no obtenía controlar mis emociones a tiempo, me iba a terminar dando un ataque de ansiedad y lo que menos necesitaba era perder el control de mi cuerpo.
No sabía muy bien que me pasaba exactamente, pero hasta estando con viento en contra de mi cara sentía que el oxígeno que me estaba entrando al cuerpo no era suficiente. Las manos jamás me habían transpirado tanto como en ese momento.
—¿Qué pasó, co? Me dijo Vic que te vio pálido. —escuché la voz de mi mejor amiga por detrás de mi espalda, y no tuve otra reacción que no sea abalanzarme a su cuerpo y tratar de ocultar mis miedos en el calor de sus abrazos.—Ay, Ma. No me asustes. —murmuró, apretujándome contra ella sin cuestionarme en lo absoluto. Estaba haciendo un esfuerzo inhumano por no llorar.
—Gaia. Me acaba de preguntar por la madre. —mascullé, teniendo que desenterrar mi rostro de su cuello en el momento que ella tomó mi cabeza para buscar mi mirada. Fue así que su semblante cambió, cuando vio la humedad de mis ojos.
—¿Y qué le dijiste? —indagó, preocupada, provocando que yo suspire.
—Nada. No sabía que decirle. —negué, tapando mi rostro para dejar liberar las lágrimas que tanto me estaban nublando la vista.
Sentirme el peor padre del mundo ya se estaba volviendo una rutina.
—Bueno, ey, tranquilo. La pipi es re inteligente, vos ya sabes que con ella podes hablar de lo que sea que ella entiende todo. —razonó, sin sacarme sus manos de encima, esta vez acariciando mis pómulos para secar las lágrimas.
A mí no me salía mirarla a los ojos. Solo mordía con fuerza mis labios para tragarme el llanto, y esquivaba mi vista hacia cualquier parte del balcón.
—No es algo de lo que puedas escapar mucho tiempo, amigo. Tarde o temprano la pregunta iba a llegar, pero no podes hacerte el boludo o mentirle.
—Ya se, Conte, pero tengo miedo. Para mí esa mina esta muerta, y quiero que para ella también lo esté si nunca le aportó nada. —escupí, resentido, apagando la punta quemada del porro contra la baranda.
—Ya sé, te entiendo, pero nos guste o no ella está en todo el derecho de saber quien es.
—¿Para qué?¿Para que me pida verla? Me vengo rompiendo el ojete solo hace 5 años para que la basura esa tenga el privilegio de tener un puto contacto con la pola. —me quejé.
Las lágrimas ya se habían secado con el clima fresco. Ahora la ira había pasado a un plano superior.
—Gaia es mi hija y de nadie más.
—Te estas adelantando diez mil casilleros, co. —opinó, soltando una risa sin gracia por la nariz, a la par que negaba con la cabeza.
Yo a esta altura de la conversación, tenía que controlar un poco mi furia observando la vista desde el balcón, sosteniendo mis codos sobre la baranda. Si no tomaba un poco de aire, me tiraba en breves.
—Para mí, si ella sigue insistiendo con el tema, deberías sentarla y charlar. Sin hablarle mierda de la madre, tratando de ser lo más neutro posible para no meterle cosas feas en la cabeza. —razonó la teñida, sobando mi espalda con ternura. Acto seguido, dejó un duradero beso en mi hombro. Suspiré.—Te amo un montón, idiota. Quedate tranquilo porque estás haciendo todo bien, la pipi es una reina.
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cobarde; trueno.
Fiksi PenggemarC| "La cobarde fuiste vos por dejarnos solos cuando más te necesitábamos". Donde Mateo tiene que afrontar una nueva etapa de su vida, que lo cambiaría todo por completo. En consecuencia, la mujer a quien más necesita, le soltó la mano en el proceso...