16 - INEVITABLE

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Llegué al Hogar Mágico y los pequeños me recibieron con entusiasmo.

- ¡Jess! -gritaron los niños al verme entrar.

- ¡Hola, enanos! -les respondí con una sonrisa. - ¿Qué pasa?

- ¿Nos podrías preparar galletas? -preguntó Luz, con los ojitos brillando de emoción.

- Claro, pero necesito la ayuda de mis chefs -dije, mirando a los cuatro.

- ¡Sí! -exclamaron al unísono.

- Vayan a vestirse, los espero en la cocina -les indiqué, mientras ellos corrían escaleras arriba para prepararse.

Me dirigí a la cocina, comenzando a organizar todos los ingredientes y utensilios necesarios. Mientras preparaba el área de trabajo, los pequeños entraron con sus mandiles y gorritos puestos.

- ¡Ya estamos listos! -gritaron al unísono, ansiosos por comenzar.

- ¡Perfecto! Empecemos con la preparación -exclamé, entusiasmada.

Nos pusimos manos a la obra, mezclando la masa y colocando los chips de chocolate en las galletas. El aroma dulce llenaba la cocina.

- ¡Qué rico huele por aquí! -comentó Simón, entrando en la cocina con una sonrisa.

- ¡Hey, señor Arrechavaleta! ¿Solo vino por el olor? -le pregunté, riendo.

- No solo eso. También quería conocer a los chefs responsables de estas delicias y, por supuesto, a la chef que las está preparando -dijo Simón, acercándose con interés.

- Bueno, ya conoces a los chefs -dije, señalando a los pequeños-. Y aquí está la chef de estas delicias -me señalé a mí misma y le sonreí.

Le hice una señal a los pequeños para que le colocaran el mandil que había dejado en una silla. Ellos entendieron la señal y rápidamente le pusieron el mandil a Simón, mientras él se reía ante la situación.

- Ahora vas a ayudarnos con la preparación, Arrechavaleta -le dije, lanzando un poco de harina al aire para darle un toque divertido a la escena.

- Creo que debería haber venido preparado para esto -comentó Simón, riéndose mientras se limpiaba la harina de la boca.

De repente, los pequeños comenzaron a reír y a lanzar harina en pequeñas cantidades, desatando una divertida guerra de harina en la cocina. Simón se unió al juego, arrojando harina por doquier. Los niños se estaban divirtiendo a lo grande, y la cocina se llenó de risas y un alegre desorden.

Finalmente, los pequeños se dieron cuenta de que ya era hora de irse y vieron la interacción cariñosa entre Simón y yo. Se despidieron, dejando tras de sí un ambiente lleno de alegría y harina.

Cuando los pequeños finalmente se despidieron, la cocina quedó en un estado de caos delicioso. Con las galletas listas para ir al horno, me limpie la harina del rostro y miró el desorden con una risa nerviosa.

SUN - Casi Ángeles  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora