4. Pesadilla

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Crowley estaba en el salón principal. No había salido de ahí. Seguía sentado en un sillón de cuero muy cómodo. Y a pesar de que los sirvientes ya estaban recogiendo las copas vacías, y limpiando, el seguía dando sorbos de vino cada vez más y más pronunciados. A su alrededor, todo estaba en calma. Era pasada la medianoche. Creía que el evento terminaría más tarde, pero no era así. Así que, sin saberlo , algo ocurrió. 





De nuevo, soñaba. 

Esta era la misma mansión. Pero lucía más desgastada. Más vacía, como si los años de verdad hubieran desgastado el lugar por  completo. No tenía las paredes blancas y prístinas, si no que lucían amarillentas, e incluso el suelo estaba sucio y desgastado.

Se encontraba sentado en su habitación,  mirando hacia la ventana. Una ventana que daba hacia la parte trasera de la mansión. 

La temporada invernal azotaba con fuerza, cubriendo los pastos verdes y pintándolos de blanco. Pero su mirada se enfocaba en esa cabaña. Un viento soplaba, haciendo que la mansión se sintiera vacía por completo. 

Pero un ruido llegó a los oídos de Crowley. 

Un sonido del que nunca se olvidaría.

Este se levantó, intentando escuchar lo que decía. 


— Crowley... 



Sin pensarlo, el alfa salió de su habitación.


Esa voz....


Aziraphale. 




El pecho del alfa martillaba con fuerza mientras corría por toda la mansión, tratando de encontrar a alguien que sabía, ya estaba muerto. 


Hacía demasiados años que no escuchaba la voz de Aziraphale. Y esto era lo que más deseaba escuchar. 

La necesidad de encontrarse con él, se hacía mas y más fuerte. 



—Crowley.... afuera.....



Era su voz. Estaba seguro. 



Salió al frío, sin importarle nada. Su cuerpo ya no era el de un joven y fuerte alfa como antes, si no que era mayor, más viejo, más cansado. Pero no le importaba. 

La cabaña era su objetivo. Rodeó por completo los arbustos altos, para después dejar caer sus pies sobre nieve fría, nieve que por supuesto hacía que sus pies se hundieran a cada paso. 


Había salido con una bata ligera, enfrentando el viento invernal. El mismo viento que penetraba también sus pulmones, cortando su respiración con aire gélido. Pero sin embargo, no pensó en llevar más ropa para cubrirse más que llegar a la cabaña. Solo pensaba en encontrarse con el omega.

PECADO DE ALFA (SEGUNDA VIDA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora