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Esas palabras eran como puñales, los cuáles se clavaban en su alma hasta hacerlo sangrar y desfallecer

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Esas palabras eran como puñales, los cuáles se clavaban en su alma hasta hacerlo sangrar y desfallecer.

Cada jodida palabra que succionaba toda su tranquilidad y su paz mental. Eran como sanguijuelas que le arrebatan la sangre, en éste caso, le quitaban su felicidad. En su memoria y en su corazón, aquél huésped le causaba tanto dolor. Solo quería ser feliz, siquiera una vez en su asquerosa vida, estaba cansado de su miseria, de su dolor, de vivir sin algún sueño como los otros jóvenes de su edad, sin alguna ambición, perdido en este mundo, sin un rumbo o una meta. Todo era un caos en su vida, su único refugio y lugar seguro eran las drogas y el alcohol. Se aferró a ellos y ahora su estado era deplorable. Esperaba algún día ser amado. Y aquel trato que le daba Yoon-gi aceleraba su corazón roto, y apenas se conocían. Sólo quería un poco de cariño, y cayó en los brazos de Yoon-gi, abrazándolo con fuerza. El omega le correspondió con gusto y lo impregnó con su aroma. Jung-kook se sentía aliviado y más tranquilo.

Gracias, Yoon-gi.—

Yoon-gi lo colocó en su regazo y siguió mimando a Jung-kook, acariciando sus hebras oscuras y esparciendo su aroma. La imagen parecía de un padre con su hijo.

Mi madre solía cantar para calmar a mis hermanos y a mí cuando estábamos tristes.—

¿Me va a cantar, señor Yoon-gi?—

Si tú quieres.—

Jung-kook asintió con su cabeza muy emocionado. Y se acomodó en las piernas de su mayor. Disfrutaba su aroma mentolado, sentía una calma al tener su cuerpo y aroma junto al suyo, sus delicadas manos eran suaves y le gustaba sentir el tacto en su piel y cabellos. Su solo presencia ya lo había relajado y espero impaciente por escuchar a Yoon-gi cantar, su voz le generaba serenidad en cada fibra de su cuerpo. Yoon-gi acarició su cabeza y sus labios empezaron a articular...

Pequeño conejito de la montaña
Porque has de llorar
Pequeño conejito de la montaña
Que lobo tan cruel te ha dañado
Tus pequeñas patitas lastimadas
No llores más
Tus heridas yo voy a curar
Un dulce te ha de calmar
Tranquilo, no llores más pequeño
Salta y salta por la montaña
Así tus penas olvidarás
A tu madriguera irás a dormir
Y un nuevo día llegará
Del lobo malvado te protegeré
Dulce conejito
Mi pequeño conejito de la montaña
Salta y salta de aquí hacia allá
Con su pelaje blanco
Mi pequeño conejito alegre, hoy feliz vas a saltar
Porque él lobo no te ha de cazar
No llores más
Esas heridas yo voy a curar
Pequeño conejito de la montaña...

Al terminar su dulce cántico, Jung-kook aplaudió con alegría. Sus ojos de ciervo lo observaban con total admiración. Sus ojitos se cristalizaron, ya que en su vida, jamás su padre le cantó alguna canción, ni cuando era un niño. Yoon-gi sonrió ante sus aplausos que le indicaban que no lo había hecho mal. Un ligero rojo adornó sus pálidas mejillas. Jung-kook sonreía.

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