❛3. Semillitas de sésamo❜

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❝5 de septiembre de 200915:10 pmCampamento Mestizo, Long Island, Nueva York❞

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❝5 de septiembre de 2009
15:10 pm
Campamento Mestizo,
Long Island, Nueva York


Percy sabía, lo sabía desde hace tiempo: todos empezaban a notar que algo en él no andaba bien. ¿Cómo no iban a hacerlo? Salía cada mañana de su cabaña con los ojos hinchados, con el rostro deformado por el llanto silencioso que le asfixiaba por dentro. Era imposible ocultarlo.

Pero no podía controlarlo. Desde hacía tres días, sus emociones lo abrumaban, un torbellino que lo arrastraba sin clemencia. Era como una montaña rusa sin final, subiendo y bajando hasta marearlo. En ocasiones, se sorprendía a sí mismo riendo junto a los niños; pero otras, la tristeza era demasiada. Y lloraba al verlos jugar, sus risas inocentes le desgarraban el alma, conociendo que lo más seguro es que nunca las volviera a escuchar. Justamente ayer, se había enfrascado en una discusión violenta con Nico. El hijo de Hades, preocupado, se atrevió a decirle que se veía enfermo, pálido... Y Percy, herido -y algo dramático-, le gritó con rabia antes de desmoronarse en lágrimas, roto por dentro, aplastado por la verdad en las palabras de su primo.

Nico, preocupado por el descontrol emocional de Percy, decidió quedarse en el campamento. Por lo visto no podía abandonarlo, al menos no así. Sobretodo al saber que Percy estaba solo, desprovisto de su círculo íntimo, que se había separado un poco. Todos se habían marchado a Nueva Roma, dejándolo, ya que fue el mismo pelinegro quien se los pidió, ya que estos deseaban quedarse al verlo tan mal, pero el hijo de Poseidón no podía ser tan egoísta, así que terminaron yéndose -falta decir que apenas pisaron fuera de las barreras Percy empezó a llorar de nuevo-. Y cuando Percy se enteró de que Nico estaba preocupado por él, lloró con sentimiento, abrazándose a Nico como si fuera su ancla, diciéndole entre sollozos que lo quería mientras recordaba al pequeño niño que le gustaba jugar Mitomagia.

Percy era un caos absoluto.

Ya ni siquiera podía nadar en el lago; Hécate se lo había prohibido. Y eso lo destrozaba más de lo que cualquier otro podría entender. El lago era su refugio en el campamento, algo que lo conectaba a su padre -incluso cuando este tuviera que ver en su dolor, Percy no había podido culparlo-. Así que en su lugar, ahora se sentaba en la orilla del muelle, viendo cómo el agua se movía bajo el suave impulso de las nereidas. Justo ahí estaba hoy, después del almuerzo, sorbiendo por la nariz, tratando de calmarse. Pero había algo que lo atormentaba: el néctar que solía saborear con el recuerdo de las galletas de su madre ahora le provocaba náuseas. Ese simple hecho lo hizo romper en sollozos, lo que atrajo la atención de los capitanes y de algunos niños, que buscaron tratar de calmarlo. Incluso Dionisio, siempre distante, parecía descolocado al verlo así.

También estaba el frío que lo envolvía, a pesar del sol de Apolo que quemaba su piel. Nada parecía cambiar, era como estar en el reino de su tío. Incluso el mundo alrededor de Percy respondía a su presencia de manera extraña, pero él no encontraba consuelo en ello. El viento soplaba con delicadeza cuando él caminaba; a veces, un rayo de sol jugueteaba a lo lejos y lo perseguía, y otras, las aguas siempre se calmaban en su proximidad. Sabía que los dioses estaban comenzando a notar su comportamiento extraño. Parte de su corazón se enternecía al pensar que intentaban ayudar, pero otra parte, la más rota, los culpaba. Culpaba a los dioses, aunque no podía odiarlos... Pero tampoco podía borrar el dolor que lo consumía.

Runaway . . ⌲◟⿻. - ،، Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora