❛5. La venganza de una diosa❜

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❝18 de septiembre de 200921:30 pmOlimpo, Manhattan, Nueva York❞

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❝18 de septiembre de 2009
21:30 pm
Olimpo,
Manhattan, Nueva York

El día era viernes, el cielo oscuro parecía un mal augurio para lo que se avecinaba. Como cada semana, el campamento hervía de emoción por el juego de Capturar la Bandera. Sin embargo, en algún lugar más allá de la alegría y la expectación, había una presencia oscura. Artemisa, diosa de la caza y protectora de los suyos, se hallaba inmersa en pensamientos más sombríos. Hoy no era un día cualquiera. Hoy, ella tenía una deuda que saldar, una promesa que cumplir.

Sus cazadoras, despreocupadas, se preparaban para la competición, la habían invitado a ir. Pero Artemisa había decidido que su visita a Percy sería después. Primero, debía impartir justicia por el dolor de su joven primo. Un dolor que había pasado inadvertido para muchos, pero que a ella le quemaba como brasas bajo la piel. La venganza se había convertido en una llama imparable en su interior, y no podía dejar que se apagara. Afrodita, caprichosa y evasiva, había demorado más de lo debido en revelarle los nombres de las culpables. Sólo aceptó tras recibir una promesa de favor, algo que irritaba profundamente a Artemisa. Pero ahora, con el nombre de las traidoras en sus manos, su ira no tenía contención.

Sabía que no podía simplemente asesinar a las ninfas responsables, a pesar de ser criaturas menores. Los rumores en el Olimpo viajaban más rápido que los vientos, y la reputación de los dioses, tan frágil como el cristal, se quebraría fácilmente si se le atribuía un acto de violencia injustificada. Debía ser calculada. No era solo la venganza por Percy lo que estaba en juego; era su lugar en el equilibrio del poder divino. Y eso, Artemisa lo entendía mejor que nadie.

En el gran salón del Olimpo, la atmósfera era sofocante. Los dioses se reunían para discutir asuntos triviales, pero la mente de Artemisa no estaba en aquellas banalidades. Sentada en su trono, sus dedos se crispaban levemente sobre los reposabrazos, mientras su mirada de plata recorría la sala, perdida en pensamientos. Los murmullos de su padre, Zeus, resonaban a lo lejos, como un trueno lejano, hablando de cosas sin importancia. Pero ella no podía escuchar. Todo su ser estaba enfocado en el dolor que había sufrido Percy, su primo, tan joven, tan vulnerable. Sentía una punzada de furia en su pecho al recordar su sufrimiento.

A su lado, Apolo la observaba, notando el destello de ira que atravesaba la mirada de su hermana gemela. Ningún dios conocía a Artemisa como él, y supo, sin que ella pronunciara una palabra, que algo oscuro estaba por suceder.

Cuando Zeus, finalmente, preguntó si había algún otro asunto por tratar, el silencio llenó la sala. Pero Artemisa no permitiría que este día pasara como cualquier otro. Se puso de pie, y sus hermanos emitieron murmullos de incomodidad, demasiado inmaduros para comprender lo que estaba por venir.

—Padre —dijo con voz firme, pero cargada de una calma inquietante—, hay algo que debes saber.

Los dioses intercambiaron miradas, anticipando el conflicto que estaba a punto de desatarse. El aire en la sala se volvió más denso. Incluso Hermes, siempre sonriente, dejó de moverse inquieto. Artemisa, imperturbable, chasqueó los dedos, y dos figuras aparecieron atadas y arrodilladas en el centro del salón. Las ninfas que habían sido el origen de todo este tormento. Criaturas de belleza superficial, pero podridas hasta el núcleo por la corrupción y la traición.

Runaway . . ⌲◟⿻. - ،، Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora