❛2. La nostalgia de una madre❜

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❝29 de agosto de 200913:30 pmCampamento Mestizo, Long Island, Nueva York❞

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29 de agosto de 2009
13:30 pm
Campamento Mestizo,
Long Island, Nueva York

Dionisio lo presentía, lo percibía en el aire como una nube oscura que se forma antes de desatarse la tormenta. Siempre había tenido ese sexto sentido, esa especie de radar interno que le advertía cuando algo sombrío estaba por suceder, incluso en los días en que era solo un humano. Pero esta vez decidió hacer caso omiso. Necesitaba un respiro, un pequeño oasis en la monotonía de su eternidad. Al fin y al cabo, había vivido la mejor noche en cincuenta años.

Y no era el único. Todos los dioses habían sentido esa chispa de euforia, cada uno de ellos despertando en sus templos, el efecto del vino desvaneciéndose, pero con la alegría aún palpitando en sus venas. Dionisio estaba seguro de que esa había sido una de las veladas más memorables. No tenía idea de quién era la ninfa que había atendido sus caprichos, pero pensaba agradecer a Afrodita por ese regalo tan inesperado.

Suspiró mientras observaba a los campistas, sumergidos en la rutina del almuerzo. La paz reinaba en el campamento, pero las cicatrices de la guerra seguían grabadas en sus rostros, marcando a esos chicos que jamás debieron conocer el horror de la batalla. Dionisio, con su corazón de piedra, se alegraba en silencio de que esos niños ya no tuvieran que luchar. Pero entonces escuchó un ruido en la mesa de Apolo y su cuerpo se tensó. Esa cabaña había sufrido más que ninguna otra, y aunque se había repoblado rápidamente, la herida seguía sangrando. Su hermano, el muy idiota, había traído al mundo cinco nuevos hijos durante el caos, y ninguno de ellos llegaba a los diez años.

Tomó un trago de su Coca Cola, tratando de calmarse con el sabor dulce y burbujeante. Cerró los ojos, buscando un momento de paz en medio del bullicio infantil.

—¡Percy!

Abrió un ojo y vio al hijo de su tío caminar por fuera del comedor, lo más seguro que se dirigía a la cabaña de su padre. Dionisio bufó al notar a Annie Bell corriendo tras él, sus manos buscando consuelo en los hombros de Percy, sus ojos llenos de preocupación. Desvió la mirada, fingiendo desinterés, aunque un extraño tirón en su pecho le resultaba incómodamente familiar. Aun así, aguzó el oído al escuchar la voz de la chica.

—No volviste ayer... ¿Dónde estabas? ¿Estás bien?

Dionisio frunció el ceño. ¿Peter no había vuelto? Trató de recordar, pero los detalles de la noche de las Erosia se le escapaban, envueltos en la neblina de la celebración. Miró más de cerca al semidiós, notando algo raro. No podía leer sus pensamientos, como si hubiera un muro que lo bloqueaba. Respiró profundo, intentando concentrarse, mientras la respuesta del chico rompía el silencio.

—No es justo.

La voz del chico era mucho más que frustración; era una mezcla de dolor y resignación que hizo que tanto Dionisio como la hija de Atenea se tensaran. Quirón también lo notó, pero Dionisio no podía preocuparse por la mirada curiosa del centauro. Había algo que lo conectaba con ese chico, algo oscuro que corría como un veneno por sus venas. Sentía la locura, esa locura que siempre acecha, fluyendo a través de él. ¿Había caído el héroe más poderoso del Olimpo en la desesperación más profunda?

Runaway . . ⌲◟⿻. - ،، Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora