~|El matrimonio forzado de dos Targaryen, atrapados entre la tradición familiar y sus propios deseos. En un escenario donde el honor y el poder se entrelazan, deben navegar las llamas del deber y las pasiones ocultas.|~
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El Secreto de Aegon
Oldtown estaba envuelta en una atmósfera de alegría y prosperidad. La ciudad, una de las más antiguas y venerables del reino, estaba en pleno esplendor, con sus calles adornadas de colores vivos y sus murallas resonando con el bullicio de los mercados y los pasos de los ciudadanos. Era un lugar que parecía irradia r felicidad en cada rincón, y en medio de este vibrante paisaje, Daelyra Targaryen se encontraba en su momento más radiante.
Desde su llegada a Oldtown, Daelyra había encontrado en sus nuevos familiares un refugio cálido y acogedor. Su tío Daeron, con su carácter afable y su risa contagiosa, se había convertido en una figura paternal para ella. Los largos paseos que solían hacer juntos por los jardines del castillo, las charlas íntimas junto a la hoguera, y las noches de historias y juegos la hacían sentir como si estuviera en casa. Daeron tenía un don para hacerla sentir especial y querida, y Daelyra respondía con una lealtad y cariño que fortalecían su vínculo.
Pero no solo Daeron se había convertido en una presencia importante en la vida de Daelyra. Gwayne, el hermano de su abuela Alicent, también había tomado un papel importante en su vida. Gwayne era un hombre de caballerosidad innata y una amabilidad y devoción sincera. Cada vez que Daelyra se encontraba con él, su corazón se llenaba de calidez. Gwayne la trataba con una dulzura genuina que era difícil de encontrar, y sus conversaciones se llenaban de risas y admiración mutua. Era evidente que la química entre ellos era fuerte y sincera.
Sin embargo, en las sombras del castillo, otro tipo de sentimiento se gestaba, uno que no era tan abierto ni tan benévolo. Aegon Targaryen, el Tío de Daelyra, había sido testigo de la creciente cercanía entre su sonbrina y sus tío y hermano Daeron y Gwayne. Aunque el mantenía una fachada de indiferencia, internamente, Aegon estaba consumido por una mezcla de celos y deseo. La imagen de Daelyra compartiendo risas y confidencias con otros hombres que no fueran el lo molestaba profundamente.
Aegon no podía soportar la idea de que otros estuvieran tan cerca de Daelyra. Su amor por ella, aunque torcido y egoísta, era intenso. En su mente, el único lugar para Daelyra era a su lado, y su deseo de tenerla exclusivamente para él crecía cada día. Aunque nadie, ni siquiera Daelyra, era consciente de estos sentimientos oscuros y egoístas de Aegon ya que el desde que los descubrió los oculto con indiferencia, su mente estaba enredada en pensamientos de posesión y control.
La tensión entre Aegon y Daelyra se hizo más palpable cuando, durante un festín en el salón principal del castillo, Aegon no pudo evitar observar con desdén cómo Daelyra conversaba animadamente con Gwayne al otro lado de la sala. Su risa, melodiosa y libre, parecía resonar con un eco que hería a Aegon.
Después de la cena, mientras Daelyra se dirigía a sus aposentos, Aegon la interceptó en el corredor. Su expresión era una mezcla de frialdad y determinación. Daelyra, sorprendida por su repentina aparición, le dirigió una sonrisa cálida.
