encuentro en el abismo

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Caminábamos en silencio, el viento frío golpeaba nuestros rostros mientras Kenma, asustado, se mantenía a mi lado. Los guardaespaldas de mi padre nos seguían de cerca, preparados para intervenir si algo salía mal. Odiaba la idea de ser el hijo de Lucifer. Sentía las manos de Kenma entrelazadas con las mías, y mi corazón latía con fuerza. No sabía si era por los nervios o por otra cosa.

Finalmente llegamos al lugar donde estaban los condenados. A pesar de ser el hijo de Lucifer, incluso yo necesitaba un permiso especial para entrar, igual que todos. En el inframundo no hay celulares, solo telepatía, aunque no siempre es fácil controlarla.

-Permiso -pedí telepáticamente, sintiendo un ligero dolor de cabeza al hacerlo.

-Bien, solo esta vez -respondió la voz del guardia, seria y autoritaria-. Dejen que pasen.

Se escuchó el eco de la voz por el walkie-talkie. Un guardia abrió la enorme reja y nos permitió entrar. Se hizo a un lado mientras caminábamos hacia el interior. El aire era gélido, y los gritos de tortura resonaban en el ambiente, haciendo que Kenma se aferrara a mí con fuerza, ocultándose detrás de mí.

-Dime que ella no está así -susurró Kenma, su voz temblorosa, llena de miedo.

No supe qué decirle. Seguimos avanzando hasta que llegamos a una puerta completamente negra. Giré la manilla con cautela y la abrí lentamente. Allí, en medio de la habitación, estaba una mujer con ojos dorados. Sin embargo, lágrimas negras caían de sus mejillas, y sus ojos empezaban a oscurecerse, al igual que sus alas. Su cuerpo emitía un aura de dolor y desesperación.

Entramos con cuidado, pero en cuanto se dio cuenta de quién era yo, intentó atacarme.

-¡Mamá! -gritó Kenma, su voz cargada de miedo y desesperación.

La mujer detuvo su ataque al escuchar la voz de Kenma. Me apartó bruscamente y lo jaló hacia sí, observándolo con intensidad durante lo que parecieron largos segundos. Después, se alejó un poco, sin dejar de mirarlo, sus ojos negros reflejando una mezcla de sorpresa, tristeza y algo más profundo.

Kenma se acercó lentamente a la mujer,con algo de temor y luego tocó su mano y le sonrió levemente.

-Soy yo, Kenma-hablo suavemente, mirando con dulzura a la Mujer

La mujer caminaba sin hablar y abrazo a kenma era una escena hermosa ,sentí como mi padre me da una señal de que era hora de irnos,trata de alejar a kenma pero ella me detuvo.

Trate y trate pero no lo quería soltar,le extendí la mano a kenma y el me dio la mano,la mujer lo soltó y lo dejó ir, salimos de aquel lugar y kenma me abrazo ,estaba temblando,en menos de un minuto lo lleve a casa, estaba en mis brazos durmiendo mientras le acariciaba el cabello.

Kenma dormía profundamente en mis brazos, su respiración suave contrastando con la tensión de lo que acabábamos de vivir. Acaricié su cabello con delicadeza mientras lo observaba, intentando procesar todo lo que había pasado en ese breve pero intenso encuentro. La imagen de su madre, atrapada en ese lugar, con su luz apagándose lentamente, seguía grabada en mi mente.

Había algo en su mirada, una mezcla de amor y desesperación que no pude ignorar. Sabía que Kenma sentía lo mismo, aunque no lo dijera en voz alta. Aún tenía tanto miedo, pero también había algo más. Una chispa de esperanza, quizás, al haber visto a su madre, al menos por unos instantes. Pero ese reencuentro también había sido un recordatorio brutal de las reglas que gobernaban nuestras vidas.

Lo llevé hasta su habitación y lo acosté con cuidado en su cama, arropándolo suavemente. Parecía tranquilo, pero su rostro seguía mostrando rastros de la tristeza que había experimentado. Me senté a su lado, sin apartar la vista de él, mis pensamientos vagando sin rumbo fijo. La conversación con mi padre no había salido de mi cabeza desde que volvimos. ¿Qué querrá hacer con Kenma? ¿Qué significaba ese poder que tanto deseaba?

No podía dejar que mi padre se saliera con la suya, no con Kenma. No mientras yo estuviera aquí para protegerlo.

Una punzada de dolor recorrió mi cuerpo al recordar lo que había sucedido en el inframundo. Mi padre, Lucifer, había dejado claro que Kenma representaba algo más que solo una víctima inocente. Él quería algo más de él, su poder, su esencia. Y eso me aterraba más de lo que quería admitir.

Kenma se removió un poco en la cama, su ceño fruncido, como si algo lo perturbara incluso en sueños. Me incliné un poco más hacia él y le susurré:

-No dejaré que te pase nada. Prometo protegerte.

En ese momento, sentí una presencia en la habitación. Me levanté de golpe, listo para enfrentar cualquier cosa que viniera, pero cuando me giré, vi a mi madre. Su figura etérea se acercaba lentamente a mí, sus ojos oscuros llenos de preocupación.

-Sabes que no puedes luchar contra él para siempre -dijo suavemente, con una voz cargada de advertencia-.Es Lucifer... y siempre encuentra una manera de obtener lo que quiere.

-Lo sé -respondí, bajando la vista-, pero no puedo permitir que le haga daño a Kenma.

-Hay otras formas -continuó ella, acercándose más-. Pero para detener a tu padre, necesitarás más poder del que tienes ahora. Y sabes dónde encontrarlo.

Mis ojos se encontraron con los de mi madre, y en ese momento supe de lo que hablaba. Mi madre, aunque ángel, conocía bien los secretos del inframundo y del mundo celestial. Sabía cosas que ni siquiera yo había imaginado, y tal vez... solo tal vez... había una forma de proteger a Kenma sin tener que enfrentarse directamente a Lucifer.

-Pero eso te pondrá en peligro a ti también -dije en voz baja-. No puedo arriesgarte.

-A veces, el sacrificio es la única manera -respondió ella, acariciando mi rostro con una suavidad que contrastaba con el dolor en su mirada-. Solo piénsalo.

Y con esas palabras, desapareció, dejando un frío en la habitación que me hizo estremecer. Me senté de nuevo junto a Kenma, mi mente llena de preguntas y decisiones que no estaba preparado para tomar.

¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar para protegerlo?

Kenma se movió de nuevo, susurrando algo en sueños que no pude entender, pero sabía una cosa con certeza: haría cualquier cosa para mantenerlo a salvo. Incluso si eso significaba arriesgarme más de lo que alguna vez pensé que podría.

the sons of an angel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora