Caminaba de un lado a otro, con una sensación creciente de desesperación en mi pecho. Mi madre estaba frente a mí, hablando en un tono bajo pero preocupado. Su collar brillaba tenuemente, como si estuviera vinculado a lo que hablábamos: una cueva, no cualquier cueva, sino una fuente de poder que podría cambiarlo todo.—¿Una cueva? —repetí, tratando de mantener la calma, pero no pude ocultar la preocupación en mi voz.
Ella asintió lentamente, su mirada fija en el collar, como si dudara de lo que estaba a punto de decir.
—No es una cueva cualquiera, Kuroo. Es un lugar oscuro, una trampa. Pero el poder que guarda es… es algo que podría salvarlo. —Desvió la mirada hacia Kenma, quien dormía tranquilamente en la cama, ajeno a todo.
Me senté en el sofá, tratando de procesar la información. Sabía que en el inframundo había lugares peligrosos, pero algo en la manera en que mi madre lo describía me llenaba de un temor desconocido.
—¿Qué clase de poder? —pregunté, aunque ya podía imaginar la respuesta.
—Una energía oscura, vinculada a tu padre. —Hizo una pausa, tomando mis manos con fuerza—. No quiero que vayas, pero sé que lo harás. Y si lo haces, tienes que estar preparado. Esta cueva puede drenar la vida de cualquier ser celestial… y yo… —Su voz se quebró.
—No, mamá. —Negué, sintiendo una punzada de miedo—. No lo haré. No puedo perderte.
Ella me miró con tristeza, como si ya supiera que mis palabras eran en vano.
—Tienes que hacerlo… por Kenma.
Miré a Kenma, su pequeño cuerpo parecía tan frágil en esa cama. La calma en su rostro contrastaba con la tormenta en mi mente. Me acerqué a él, acariciando su cabello suavemente antes de volverme hacia mi madre.
—Voy a protegerlo —susurré.
Salí del cuarto, con el corazón pesado, sabiendo que primero tenía que enfrentarme a mi padre. Caminar hacia la entrada del inframundo nunca había sido tan intimidante, pero esta vez era diferente. Esta vez era por Kenma, y no podía permitirme fallar.
Cuando llegué a la oficina de mi padre, empujé la puerta lentamente. Él estaba ahí, esperándome, con una expresión indiferente en su rostro. Nos miramos durante unos largos segundos antes de que rompiera el silencio.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, su voz fría como siempre.
—Quiero respuestas. —Me acerqué a él con determinación—. ¿Por qué Kenma? ¿Qué es lo que realmente quieres de él?
Mi padre sonrió, una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Su alma —respondió, sin un atisbo de duda en su voz—. Solo tengo un día para reclamarla, y después será mío.
Mi corazón dio un vuelco. No, no podía aceptar eso. No importaba si solo tenía un día, no dejaría que Kenma cayera en sus manos. Salí corriendo, mi mente girando con preguntas y miedos. Tenía que encontrar la manera de salvarlo… y la respuesta estaba en esa maldita cueva.
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the sons of an angel
Fanfiction-Eres... su hijo?-Pregunto con un tono de voz preocupados