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Una profunda fragancia violeta colorea todo mi cuerpo
Y se expande por todo el cielo
Se graba un profundo amor rojo en mi cara
Sin importar lo que digan, me enamoro

...

La batalla había terminado, pero la destrucción que se extendía a lo largo de la ciudad era monumental. Lo que una vez fue una zona industrial próspera ahora era un páramo de escombros, edificios demolidos, y columnas de fuego que se alzaban como monumentos grotescos a una victoria amarga. El humo se mezclaba con el aire nocturno, cubriendo el cielo en una neblina negra que borraba cualquier rastro de las estrellas y la luna. El caos se desbordaba por las calles; ambulancias, bomberos y personal de emergencia corrían desesperadamente de un lado a otro, pero todo eso parecía lejano, irrelevante para las dos figuras que se enfrentaban en el centro de aquel campo de batalla destruido.

Shadow estaba de pie, apenas manteniéndose erguido. Su respiración era un jadeo irregular, doloroso, y la sangre manchaba su pelaje oscuro. Cada centímetro de su cuerpo dolía, sus músculos protestaban, pero aún no había caído. No, no todavía. A pesar de sus heridas, su brazo roto y la fatiga que lo sofocaba, intentaba levantar su puño derecho una vez más. La mirada de Knuckles, sin embargo, no reflejaba ningún signo de compasión. Estaba enojado, furioso, pero también algo más... algo oscuro, casi animal, comenzaba a formarse en su pecho.

Ambos se miraban fijamente, las chispas de odio e ira cruzaban entre ellos como relámpagos en la tormenta que parecía acechar desde el horizonte. Knuckles, pese a su propia fatiga, estaba de pie con una firmeza aterradora, su pecho subiendo y bajando con la emoción de la victoria. Pero no era una simple victoria física; era algo más profundo. Al mirar a Shadow, en su estado lamentable, algo en el equidna cambió. El poderoso erizo oscuro, el ser que tantas veces había desafiado a los dioses y a los demonios, ahora parecía tan... insignificante. Un ciervo herido, una criatura rota que apenas podía sostenerse en pie. La visión era casi placentera para Knuckles, que no podía evitar sonreír con una satisfacción retorcida.

Shadow intentó, en un esfuerzo patético, lanzar otro golpe. Su brazo derecho temblaba de la tensión, su cuerpo apenas respondía, pero Knuckles lo detuvo fácilmente. El puño de Shadow fue atrapado en el aire, como si no pesara nada, y la mirada en los ojos del erizo cambió. Había desesperación en su mirada, terror incluso. Esa chispa de furia y determinación que siempre lo caracterizaba había desaparecido. Lo que quedaba ahora era el miedo puro.

Knuckles lo observaba con una calma gélida, y la sensación de poder lo embriagaba. ¿Este era el ser que tantos temían? ¿El temido Shadow, el arma perfecta? Ahora, no era más que un juguete en sus manos. La ira que había sentido minutos antes comenzó a transformarse en algo más oscuro, un deseo de dominar, de aplastar lo que quedaba del erizo. El equidna levantó su puño y lo hundió en el estómago de Shadow con una fuerza brutal. El impacto fue como una explosión sorda, y Shadow cayó al suelo, su cuerpo encogiéndose mientras el aire escapaba de sus pulmones en un jadeo sofocado.

Knuckles se acercó lentamente al erizo caído, su mirada clavada en el cuerpo destrozado de su enemigo. La sangre goteaba de la boca de Shadow, mezclándose con el polvo y los escombros en el suelo. El sonido de su respiración entrecortada llenaba el aire, cada inhalación dolorosa como si sus costillas estuvieran a punto de colapsar. Pero lo que realmente hizo que Knuckles sonriera fue el horror en los ojos de Shadow. Esa mirada de desesperación absoluta, de derrota, era un espectáculo que el equidna nunca olvidaría. Shadow había caído, y con él, su orgullo.

Knuckles dio un paso adelante, lentamente, saboreando cada segundo. Observó cómo Shadow, en su patético estado, trataba de arrastrarse lejos de él. Era un intento desesperado, sin rumbo, sin fuerza, y eso solo aumentaba el deleite del equidna. Shadow, el ser que siempre había estado un paso adelante, el guerrero indomable, ahora era solo una sombra de sí mismo, intentando huir como un animal acorralado. Su respiración era irregular, sus movimientos torpes, y cada segundo que pasaba lo hacía parecer más indefenso, más vulnerable.

Oh My God || Knuxadow || Sonic: La peliculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora