Bonus #4: Ecos del Pasado

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Era una mañana calurosa de verano, y Killer comenzaba su rutina diaria en el pequeño penthouse que llamaba hogar desde hacía tantos años. Se trataba de un lugar amplio y luminoso, decorado con un estilo simple y acogedor, y que aún conservaba detalles personales que su madre había dejado, como los estantes repletos de libros y algunos cuadros con fotos familiares. Para cualquier otra persona, vivir solo a esa edad habría sido inusual, pero para Killer, mantener el hogar que había compartido con su madre y su hermano era un vínculo que prefería a la idea de mudarse con su padre en el extranjero.

Mientras terminaba de pasar el trapo por la mesa del comedor, escuchó el sonido del timbre y se dirigió a la puerta. Era la Sra. Dreamur, su vecina del piso de abajo, con una gran sonrisa en el rostro y una canasta de pan recién horneado en las manos.

—¡Hola, querido! —saludó ella con su tono cálido y maternal—. Hice un poco de pan y pensé en traerles algo a tus padres. ¿Cómo están?

Killer forzó una sonrisa y recibió la canasta con amabilidad. La Sra. Dreamur y su esposo no conocían la situación de Killer, pues él siempre había mantenido la apariencia de que sus padres solo llegaban muy tarde a casa por trabajo. A fin de cuentas, tener vecinos atentos y respetuosos lo ayudaba a mantener su independencia sin levantar sospechas.

Están bien, señora Dreamur, como siempre —dijo Killer con calma—. Llegan tarde, pero les diré que fue un regalo suyo.

Ella asintió satisfecha, acomodándose los lentes.

Qué bueno, me alegra escuchar eso. Siempre me pregunto cómo un chico tan educado como tú puede vivir con unos padres tan ocupados. No te preocupes, les guardaré un par de rebanadas para cuando lleguen, ¡y cuídate, Killer!

Killer asintió y cerró la puerta con un leve suspiro, sintiendo una mezcla de agradecimiento y alivio. A veces se preguntaba cuánto tiempo podría seguir manteniendo esa historia con los Dreamur, pero su vecina era amable y respetuosa, y siempre lo trataba con la calidez de una abuela preocupada.

De regreso en la cocina, Killer acomodó la canasta de pan y revisó su lista de cosas pendientes para el día. Ya era casi una costumbre para él hacer las compras, limpiar y cuidar de sus dos conejos, que eran su compañía constante. A pesar de la independencia que eso le exigía, Killer había aprendido a disfrutar de ese control sobre su vida. Mientras se ponía la chaqueta para salir, miró alrededor del penthouse, tomando un momento para apreciar cada rincón que había mantenido intacto desde la muerte de su madre y su hermano, como si con ello pudiera conservar una parte de ellos en el presente.

El supermercado estaba algo concurrido cuando llegó, pero Killer ya tenía una lista precisa en la cabeza. Tomó un carrito y comenzó a recorrer los pasillos, recogiendo productos básicos, algo de comida para él y zanahorias para sus conejos. Al pasar por la sección de productos de limpieza, recordó una conversación con su padre, quien siempre insistía en que podría mudarse con él en cualquier momento. Para su padre, Gaster, la idea de que Killer llevara la carga de mantener un hogar siendo tan joven probablemente parecía un exceso. Killer, sin embargo, no sentía el peso de esas tareas, sino que las veía como una manera de mantener su vida en equilibrio, de sostener lo que quedaba de su familia y de quienes habían sido sus seres queridos.

Cuando terminó de pagar y salió del supermercado, su celular vibró en el bolsillo. Al revisarlo, vio un mensaje de su padre.

Gaster: "Hijo, espero que estés bien. Recién transferí algo de dinero a tu cuenta. Usa lo que necesites, y recuerda que siempre puedes venir a vivir conmigo si cambias de opinión."

Killer leyó el mensaje un par de veces, sintiendo esa mezcla de agradecimiento y lejanía que siempre lo acompañaba en su relación con Gaster. Sabía que su padre se preocupaba por él a su manera, que la oferta de ir a vivir juntos era genuina, pero también sabía que eso significaría dejar atrás el penthouse y los recuerdos de su familia. Guardó el celular sin responder, decidiendo dejar esa idea para otro momento. Gaster siempre le daría ese apoyo económico que necesitaba, pero Killer ya estaba acostumbrado a no esperar más que eso.

Un simple plan -REESCRITA- EN PROCESO-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora