Capitulo 9

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A veces las personas se llegan a mostrar arrepentidas por alguna situación en específico. Considero que soy una persona cambiante que muchas veces está conociendo nuevos puntos de vista y opiniones diferentes a las propias.

Creo en el cambio y en el arrepentimiento y soy fiel creyente de que se puede llegar a perdonar a una persona que afirma haber cambiado de ideal o de opinión. Esto siempre y cuando venga de la mano a una disculpa sincera donde muestres remordimiento auténtico.

Sin embargo cuando viene de una persona sinica, estúpida, mal educada, insensata, irrespetuosa y grosera tal como lo es Ovidio deja de ser algo real y auténtico.

Antes creía que podiamos dialogar sobre el por qué de algunas de nuestras diferencias, pedirnos disculpas y solo seguir con nuestras vidas como si nada hubiese pasado. Esa idea se pudrió en el fondo de mi corazón y cerebro ese mismo día.

No podía entender como al parecer un hombre solo un poco más mayor que yo no podía ser capaz de resolver problemas de indole personal y emocional tal como el que teníamos.

Por otro lado había estado analizando muy profundamente sus palabras. Me había quedado estancada en una oración que me acusaba de ser igual a él, que podía ser un poco real.

Pensé en todas las peleas que habíamos tenido recientemente y de hecho yo también podía ser un poco culpable, puede que yo las haya hecho más grande de lo que eran. No me culpaba en lo absoluto, solo reaccionaba a sus ataques y eso es completamente válido. Tampoco iba a quedarme parada esperando a que me destruyera con un vómito verbal hacia mi persona.

Yo no era una santa paloma pero el era casi el diablo en persona.

Había estado pensando eso desde que la escena de las disculpas obligadas sucediera.

Me encontraba comiendo lo que se suponía era la comida familiar que al final terminó siendo cena porque mi papá y mi padrino decidieron que era más divertido montar a caballo y caerse en lodo y en cagada de vaca. Al final los que asaron la carne fueron los hermanos Guzmán ya que mamá Julia estaba asegurándose de que los susodichos adictos al alcohol no se fueran a matar a un barranco.

No había hablado con nadie desde entonces, a excepción de Iván, con quien tuve una no muy larga conversación por su estado un poco preocupante de ebriedad. Platicamos un poco sobre la pedida y al final logré sacarle la información que tanto me había pedido Alicia, que para su suerte eran buenas noticias.

Había quedado de hablar con ella hoy en la noche, se suponía que se quedaría a dormirá para hacer una pequeña pijamada que me había prometido hace varias semanas. Después de todo esas iban a ser de las ultimas veces en que esta sería llamada su casa principal y sería sustituida por un nuevo hogar con su nueva familia.

—¿Y eso? Te noto agüitada, ¿Qué pasó?—.Alicia me tomo por sorpresa tomando asiento a un lado de mi.

Salí de mi trance y la miré a los ojos, no estaba triste, de hecho estaba enojada por la situación anterior, pero tampoco iba a decirle eso, no delante de todos.

—¡No! Solo me fui de la realidad un rato, además ando con el pendiente de un tema del jardín de niños— informe restándole importancia.

A mi lado izquierdo se encontraba mi padrino quien tenía a su lado a Alfredo. Ambos me miraron interesados por lo antes dicho.

—¿Cómo? ¿Ya iniciaste tus prácticas?— cuestionó Alfredo mientras me miraba confundido.

No le había contado a nadie aún. De hecho había inventado que aún no las iniciaba cuando en realidad ya llevaba al rededor de tres semanas. De igual forma nadie había preguntado a pesar de que hace dos meses había contado frente a todos la fecha de inicio que al parecer nadie recordó.

¡Tal vez sí o tal vez no! |Ovidio Guzmán| En proceso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora